Democracia en Espa?a
Los espa?oles estamos entre los europeos que leen menos libros y diarios. Es preocupante
Nadie ha pintado las columnas invisibles que sostienen nuestras democracias mejor que Alexis de Tocqueville. En La democracia en Am¨¦rica, el pensador franc¨¦s se percat¨® de que los monumentales logros de la pol¨ªtica representativa y la econom¨ªa de mercado descansan sobre los cimientos d¨²ctiles de una sociedad civil activa e inquisitiva.
No es el Estado ni el mercado. Lo que garantiza el progreso es tener una ciudadan¨ªa movilizada, organizada en asociaciones, y con una prensa abundante y libre. Cada d¨ªa estoy m¨¢s convencido de que la independencia de la prensa es el ingrediente m¨¢s esencial de la libertad, afirmaba Tocqueville.
Sin embargo, hemos olvidado esta lecci¨®n gracias a la contaminaci¨®n incesante de las ideolog¨ªas pol¨ªticas. Por un lado, la cosmovisi¨®n liberal ¡ªreinante a lo largo del siglo XIX, olvidada en el XX y renacida con furia hace unas d¨¦cadas¡ª ha sacralizado el mercado. Por el otro, el socialismo y la socialdemocracia llevan m¨¢s de 100 a?os entronizando el papel del Estado para resolver cualquier problema. Algunos modernos Tocquevilles, como el antiguo economista jefe del FMI Raghuram Rajan o el influyente soci¨®logo Robert Putnam, nos avisan de los peligros de descuidar el ¡°tercer pilar¡± de una sociedad: contar con una densa comunidad civil.
Pero, en Espa?a, apenas nos llegan los ecos sordos de esas voces. Enzarzados en una discusi¨®n p¨²blica muy politizada, de control estatal frente a libertad de mercado, hemos descuidado la musculatura social. El paradigma es el consumo de prensa. De siempre, los espa?oles estamos entre los europeos que leen menos libros y diarios. Es preocupante, porque uno de los mejores predictores de la calidad del gobierno de una naci¨®n es el porcentaje de ciudadanos que leen el peri¨®dico a diario.
Ten¨ªamos justificaci¨®n. Espa?a se alfabetiz¨® m¨¢s tarde. Pero ya no valen las excusas. Somos uno de los pa¨ªses m¨¢s duchos en redes sociales y parece una utop¨ªa conseguir lo que en otras democracias es la norma: que los ciudadanos paguen por los contenidos informativos. Queremos periodismo de calidad, pero, eso s¨ª, gratis.
Nuestro uso de Internet nos acerca al futuro oscuro que profetiz¨® Tocqueville para las democracias sin vigor social: una multitud de personas que, extra?as al destino de los dem¨¢s, giran inquietas para obtener peque?os y vulgares placeres con los que llenar sus almas. @VictorLapuente
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