?Es el mercado, amigo?
En Espa?a existe una actividad al margen de la legalidad donde la violencia de g¨¦nero y la explotaci¨®n llevan a miles de mujeres a la prostituci¨®n. No habr¨¢ una narrativa en clave de igualad si se obvia este fen¨®meno
Por un enfoque abolicionista de la prostituci¨®n
La Ley Org¨¢nica de Garant¨ªa Integral de la Libertad Sexual, cuya tramitaci¨®n ha iniciado el Gobierno, es un paso importante en t¨¦rminos de regulaci¨®n de los delitos sexuales al afrontarse estos desde la perspectiva del consentimiento. Solo ¡°s¨ª ser¨¢ s¨ª¡± en la legislaci¨®n espa?ola una vez que el tr¨¢mite quede completado y la ley entre en vigor.
Es, adem¨¢s, un proyecto que parte de una concepci¨®n acertada; toda violencia sexual es una forma de violencia de g¨¦nero. Se abre, por tanto, un debate pol¨ªtico y legislativo de enorme trascendencia que afecta a nuestra manera de comprendernos y al n¨²cleo de nuestro marco convivencial. Es de esperar que, en el tr¨¢mite parlamentario, no se esquive ninguna de las violencias contra la mujer. Tampoco la explotaci¨®n sexual y la prostituci¨®n.
En Espa?a, este fen¨®meno se encuentra acompa?ado de una mala instalaci¨®n cultural. Al afrontarlo, lo m¨¢s habitual es dar con alguien que considera que debe tener su espacio dentro de una econom¨ªa de mercado. Siempre hay quien nos invita a pensar en la prostituci¨®n como una alternativa laboral para las mujeres que as¨ª lo deseen; quien nos sugiere que el dinero, cuando vehicula una transacci¨®n econ¨®mica, adquiere poderes taumat¨²rgicos y transforma la violencia y la explotaci¨®n en trabajo y actividad econ¨®mica. Y que esta, igual que cualquier otra, merece ser regulada. Siempre hay quien busca que envolvamos en el criterio de la supuesta libre elecci¨®n la naturaleza misma de la prostituci¨®n; pura violencia de g¨¦nero.
Es cierto que resulta m¨¢s f¨¢cil. Pesa menos el recurso de ¡°una minor¨ªa que as¨ª lo decide¡± que la contundencia insoportable de un fen¨®meno de mujeres prostituidas en contextos de vulnerabilidad y pobreza desde los que son llevadas ah¨ª. Pesa menos que pararse a pensar en que el 80% de la trata en el ¨¢mbito mundial se realiza con fines de explotaci¨®n sexual. Y que, de ese porcentaje, el 90% son mujeres y ni?as. Pesa menos que la consciencia de formar parte de un pa¨ªs, Espa?a, que, seg¨²n datos de la ONU, tiene el nivel de consumo de prostituci¨®n m¨¢s alto de la Uni¨®n Europea; el 39% de los varones, el tercer porcentaje m¨¢s alto del mundo.
Es de esperar que en el tr¨¢mite parlamentario la ley no se esquive la explotaci¨®n sexual y la prostituci¨®n
La supuesta voluntariedad del escas¨ªsimo porcentaje de personas que la ejercen dentro de esa prostituci¨®n vulgarmente denominada ¡°de lujo¡± se queda demasiado peque?o como argumento frente a la realidad del fen¨®meno; una gran mayor¨ªa de mujeres que se ven obligadas a ejercerla en situaciones de explotaci¨®n, violencia, pobreza y vulnerabilidad. El fen¨®meno admite poca discusi¨®n. Se trata de todo lo que fuera de este contexto est¨¢ tan ampliamente consensuado en nuestra sociedad que resulta inaceptable; cosificaci¨®n de las mujeres, mercantilizaci¨®n, explotaci¨®n y violencia de g¨¦nero. La existencia de un mercado alegal donde todo esto sucede deber¨ªa llevarnos a un enfoque distinto del que lo mantiene escondido en las zonas de sombra de nuestra sociedad.
En primer lugar, no deber¨ªamos encontrarnos c¨®modos con la idea de un mercado en el que todo estuviera en venta. Un mercado de naturaleza dist¨®pica en el que caben todos nuestros deseos y voluntades. El mercado es el lugar donde hay cosas que se compran y se venden. No el lugar en el que todo se compra y todo se vende. Necesita de normas que eviten que est¨¦ dominado por quienes tienen m¨¢s poder y m¨¢s dinero que principios y, lejos de toda percepci¨®n del l¨ªmite, sue?an con un mundo en el que todo est¨¦ a la venta.
En Suecia, quien paga por prostituci¨®n es considerado un delincuente y puede llegar a enfrentarse a pena de c¨¢rcel
En el interior del pa¨ªs en el que vivimos existe un mercado al margen de la legalidad donde la violencia de g¨¦nero y la explotaci¨®n llevan a miles de mujeres a estar prostituidas. Nuestras instituciones, y los partidos que en ellas act¨²an, deben decidir si afrontan esta realidad o si no la quieren mirar. Ojal¨¢ decidan afrontarla. Y ojal¨¢ lo hagan a trav¨¦s de una pol¨ªtica abolicionista contundente y decidida.
Hay que perseguir el tr¨¢fico de personas y abordar el endurecimiento de la carga penal de la trata (actualmente, entre dos y cinco a?os de prisi¨®n) y mejorar los medios con los que luchan las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado contra esta lacra.
En segundo lugar, si realmente entendemos que esto es violencia de g¨¦nero, el cliente debe ser un sujeto activo del delito. As¨ª lo concibe Suecia y, en su estela legislativa, otros pa¨ªses europeos. Quien paga por prostituci¨®n es considerado un delincuente que puede llegar a enfrentarse incluso a penas de prisi¨®n. En ¨¦l desemboca una cadena de explotaci¨®n que se inicia, en la mayor¨ªa de los casos, en la trata de seres humanos. Se ve mucho m¨¢s claro desde dentro del lenguaje mercantil: sin demanda no hay mercado y sin mercado no hay proveedores. Sin cliente no hay trata.
Paralelamente, hay que combatir la cultura del consumo en un pa¨ªs donde cada vez es m¨¢s baja la edad en la que se inician los consumidores de prostituci¨®n y hay que implementar medidas que culturalmente desincentiven y penalicen esta pr¨¢ctica tan mal instalada culturalmente.
Por ¨²ltimo, es fundamental el desarrollo de programas de planificaci¨®n de alternativas para combatir la exclusi¨®n del mercado laboral que sufren la gran mayor¨ªa de las mujeres prostituidas, a trav¨¦s de acuerdos de colaboraci¨®n interinstitucionales.
Combatir este fen¨®meno exige un esfuerzo enorme, pero nuestro pa¨ªs no puede seguir de espaldas a una zona de sombra tan habitada de explotaci¨®n y de violencia de g¨¦nero. No se puede aspirar a una narrativa en clave de igualdad de nuestro modelo de sociedad si no se tiene en cuenta la realidad de miles de mujeres explotadas y prostituidas. Espa?a es todo lo que habita dentro de ella, incluyendo aqu¨ª las realidades m¨¢s dif¨ªciles de afrontar.
Podemos aspirar a ser un pa¨ªs mejor. Por ejemplo, un pa¨ªs en el que culturalmente no se confunda mujer con mercanc¨ªa, prostituci¨®n con sexualidad, explotaci¨®n con profesi¨®n. Un pa¨ªs en el que el discurso de la libre elecci¨®n no se ofrezca como desembocadura legal de una realidad de explotaci¨®n y, en su fondo, de violencia de g¨¦nero.
Ojal¨¢ el Gobierno y el Parlamento no sucumban ante el m¨¢s que instalado ¡°es el mercado, amigo¡± que siempre aparece cuando se afronta el fen¨®meno de la prostituci¨®n. Ojal¨¢ nuestras instituciones decidan ser una pieza clave en el objetivo de una sociedad m¨¢s justa y quieran ser decisivas ante el reto hist¨®rico de la abolici¨®n de una de las violencias de g¨¦nero m¨¢s antiguas del mundo.
Eduardo Madina es director de KREAB Research Unit, unidad de an¨¢lisis y estudios de la consultura KREAB en su divisi¨®n en Espa?a.
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