Efectos colaterales del coronavirus
Cualquiera que sea el desenlace de la epidemia, est¨¢ en juego el futuro de las relaciones internacionales. No se aprecia un plan coordinado de los Gobiernos para hacer frente a la situaci¨®n
Tras su difusi¨®n en las redes, un v¨ªdeo de la directora de Salud de Santa Clara, California, lami¨¦ndose el dedo para mejor pasar las p¨¢ginas de su discurso, y en el que conminaba a no tocarse nariz ni boca a fin de no propagar el coronavirus, puede convertirse en icono de la improvisaci¨®n y desorden reinantes en la lucha contra la potencial pandemia. Espero y deseo que los esfuerzos de las autoridades de medio mundo y el comportamiento c¨ªvico de las poblaciones consigan evitarla. Mientras lo hacen, pueden ya registrarse algunos efectos colaterales, perversos los m¨¢s, aunque tambi¨¦n otros potencialmente beneficiosos, pues ya se sabe que las crisis provocan siempre oportunidades.
En general, la opini¨®n p¨²blica parece consciente de los riesgos y acepta con resignaci¨®n las restricciones de todo g¨¦nero a que est¨¢n siendo sometidos los ciudadanos. Muy distintos son en cambio los comentarios privados, que basculan de la psicosis a la indiferencia, pasando por la convicci¨®n extendida de que gran parte de la alarma provocada se debe quiz¨¢s a motivos ocultos y no a razones estrictamente sanitarias. La variedad de respuestas adoptadas por los diferentes Gobiernos; la inexistencia de un plan coordinado entre ellos; la abstinencia informativa en algunos casos frente a la exuberante verbosidad de otros, y las inevitables consecuencias pol¨ªticas y econ¨®micas del proceso, ponen de relieve la ausencia de un poder global capaz de encarar una crisis planetaria. En nuestro caso, las luchas partidarias entre el poder y la oposici¨®n y en el seno del poder mismo han generado ya unas cuantas an¨¦cdotas, como las cr¨ªticas del Ministerio de Sanidad al comunicado hecho por el de Trabajo; las incoherencias entre las decisiones de algunas autonom¨ªas y las del poder central, y?la?clamorosa ausencia del presidente del Gobierno en las comparecencias p¨²blicas. Estas siguen encomendadas a un simp¨¢tico individuo capaz de sonre¨ªr y de hacer chistes mientras anuncia que un barrio entero ha sido declarado en cuarentena o que la decisi¨®n de ir o no a las manifestaciones depende de lo que cada cual quiera hacer y no de la evaluaci¨®n del riesgo de los movimientos de masas. Mientras tanto, en La Rioja ya se ha movilizado a la Guardia Civil y la autoridad amenaza con multas millonarias a quien no obedezca. Qui¨¦n va a pagar los platos rotos; qui¨¦n indemnizar¨¢ a las personas privadas de su libertad de movimientos y de su derecho a acudir al trabajo; qui¨¦n a los empleados y propietarios de establecimientos p¨²blicos que se clausuren, son cuestiones que permanecen en el limbo, aunque haya sido eliminado de los catecismos de la Iglesia cat¨®lica. La rendici¨®n de cuentas por el ¨¦xito o fracaso de las gestiones emprendidas tendr¨¢ que ver en cualquier caso con el desarrollo de las elecciones venideras.
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La psicosis y el miedo que las sonrisas oficiales no logran despejar llevan a que muchos eviten la cercan¨ªa de los ciudadanos de origen chino; a no consumir manzanas italianas y a apartarse con miradas de espanto de cualquiera que carraspee un poco en el metro. Los nacionalistas a ultranza, orgullosos de su identidad, tuitean cosas como ¡°?no quer¨ªais globalizaci¨®n?, pues toma globalizaci¨®n¡±. Sue?an quiz¨¢s con la fecha en que en nombre de la salud p¨²blica, adem¨¢s de restaurantes, hoteles y barrios, se puedan cerrar fronteras, cancelar rutas a¨¦reas, discriminar etnias o comunidades religiosas. Ya pueden reencontrarse as¨ª con la cultura del enemigo y se?alar a los culpables: China y los chinos, individuos tan primitivos que se dedican a comer serpientes y murci¨¦lagos, frente a quienes disfrutamos devorando sesos y test¨ªculos de cordero, tripas de bovinos, caracoles, lampreas o percebes, como corresponde a la civilizaci¨®n occidental.
Las cr¨ªticas al Gobierno chino pueden estar justificadas por su tardanza en reconocer la existencia del virus y la inicial falta de transparencia. Pero lo que se est¨¢ jugando ahora, cualquiera que sea el desenlace de la epidemia, es el futuro de las relaciones internacionales. La tendencia a recrear un mundo bipolar, patente tanto en la Casa Blanca como en determinados representantes del mandarinato comunista, es con todo mucho m¨¢s matizada en Pek¨ªn que en Washington. El multilateralismo que algunos pregonan solo puede echar ra¨ªces si se desarrolla en un marco de relaciones regionales, en el que el continente asi¨¢tico, con China a la cabeza, ocupar¨¢ inevitablemente el liderazgo econ¨®mico, poblacional y tecnol¨®gico, pese a los esfuerzos americanos por impedir sus avances en este ¨²ltimo terreno. Si se prolonga la crisis del coronavirus, Occidente comenzar¨¢ a sufrir dificultades de aprovisionamiento y ver¨¢ seriamente afectada su capacidad para producir los medicamentos necesarios. La industria farmac¨¦utica china es la mayor del mundo, algunos ingredientes activos de numerosas medicinas y determinados antibi¨®ticos solo se producen en aquel pa¨ªs, que manufactura tambi¨¦n una ingente cantidad de maquinaria y tecnolog¨ªa m¨¦dica y hospitalaria. Su gigantesco mercado interior y la decisi¨®n de las autoridades de expandir al m¨¢ximo el servicio nacional de salud han hecho adem¨¢s que otros colosos occidentales del sector est¨¦n all¨ª presentes. Puede decirse que no hay respuesta v¨¢lida a esta pandemia que no pase por la colaboraci¨®n activa del Gobierno chino, responsable quiz¨¢ en cierta medida del problema, pero del todo indispensable en su soluci¨®n.
Urge una reforma del sistema internacional que permita ser m¨¢s eficaces y r¨¢pidos en el manejo de las crisis mundiales?
La guerra comercial desatada por Trump y los problemas que ata?en a la falta de respeto a los derechos humanos en aquel pa¨ªs no pueden aplazar la necesidad urgente de una reforma en el sistema internacional que permita ser m¨¢s eficaces y r¨¢pidos en el manejo de las crisis globales. Las actuales instituciones internacionales, incluidos el Fondo Monetario y el Banco Mundial, no funcionan adecuadamente para resolver los problemas de nuestro tiempo. Son consecuencia del mundo emergente de la II Guerra Mundial, cuyos par¨¢metros han quedado definitivamente obsoletos. En todos los sectores, el financiero, el tecnol¨®gico, el comercial y el de la seguridad, China est¨¢ llamada a desempe?ar un papel esencial con vistas al inmediato futuro. Solo una pol¨ªtica inclusiva y de cooperaci¨®n con su Gobierno podr¨¢ adem¨¢s favorecer una evoluci¨®n positiva de los derechos humanos en un pa¨ªs cuya cultura e historia nada tienen que ver con los principios en que se basa la democracia occidental.
En el marco de las actividades del Instituto Berggruen he tenido repetidas veces ocasi¨®n de conversar con Zhen Bijian, que fue colaborador directo de Den Xiaoping y presidi¨® durante a?os la Academia del Partido Comunista Chino. Respetado como uno de los intelectuales m¨¢s influyentes e importantes del r¨¦gimen, insiste desde hace tiempo en la necesidad de que China contribuya al liderazgo de un nuevo orden en el que la convergencia de intereses debe llevar a la cooperaci¨®n y coordinaci¨®n entre las principales naciones. Una visi¨®n completamente opuesta a la de la Administraci¨®n de Trump, que eligi¨® desde el primer momento el camino de la confrontaci¨®n.
Las actuales instituciones multilaterales no funcionan para resolver los problemas de nuestro tiempo
Entre los efectos posiblemente beneficiosos de la terrible amenaza de esta pandemia quiz¨¢s contemos en un futuro con la recuperaci¨®n del di¨¢logo y el consenso respecto a los bienes y servicios p¨²blicos que las dos superpotencias pueden y deben garantizar, singularmente en educaci¨®n y salud. De manera menos ambiciosa y m¨¢s concreta es probable que los ensayos masivos de teletrabajo que algunas empresas vienen efectuando con el objetivo de evitar el contagio entre sus empleados acaben por consolidar una nueva estructura de relaciones laborales. La ense?anza a distancia y la telemedicina, tambi¨¦n utilizadas de forma profusa por culpa del virus, van a descubrir a partir de esta experiencia nuevos campos de actuaci¨®n. Pero nada de eso ser¨¢ suficiente si las instituciones pol¨ªticas, enfrentadas a la paradoja de proclamar absoluta tranquilidad al tiempo que alertan a sus electores de peligros letales, no se esfuerzan en edificar un nuevo sistema de gobernanza global.
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