Enfrentarse a Puigdemont
Waterloo regala todo el espacio a la disidencia interna del partido postcatalanista
El presidente del PDeCat ¡ªla post Converg¨¨ncia¡ª, David Bonveh¨ª, sufri¨® el fr¨ªo de un jarro de agua fr¨ªa, o de aceite hirviendo, en su reciente visita a Waterloo.
Aquel a quien todav¨ªa cre¨ªa su l¨ªder, Carles Puigdemont, le dijo que el partido no val¨ªa para nada; que sus siglas eran basura; que se ciscaba en sus derechos electorales/televisivos; y que su nutrido poder municipal, con centenares de alcaldes, era prescindible.
O sea, que la ¨²nica baza frente a la enemiga Esquerra era el cartel Puigdemont, y que si le apoyaba, bien, y si no, ajo y agua. Bonveh¨ª, tipo emp¨¢tico, que fue ducho en la dureza del f¨²tbol comarcal y lo es en las zancadillas partidistas, se qued¨® de pasta de boniato.
Este ha sido el segundo error colosal de Puigdemont en este inicio de 2020. El otro, dejar que su reaparici¨®n estelar en Perpiny¨¤, fuese modelada por su muleta, la exconsejera Clara Ponsati, que no hay ninguna m¨¢s desbocada: dijo que la mesa de di¨¢logo en que se empe?a Esquerra es ¡°una enga?ifa¡±, con igual caradura con que dijo que el 1-O el Govern jugaba ¡°al p¨®quer¡± e iba ¡°de farol¡±.
La trilera a punto estuvo de estropear las apariencias negociadoras de su patr¨®n, m¨¢s sofisticadas que los boicoteos iniciales de Quim Torra a conversar; su intento posterior de capitalizar la mesa; y su af¨¢n por machacar a Esquerra. Este, plasmado ya en la dimisi¨®n del consejero Alfred Bosch, por encubrir como los monjes de Montserrat los abusos sexuales de un ayudante delincuente.
As¨ª que, pese a su ¨¦xtasis de apoyos excursionistas, Waterloo regala todo el espacio a la disidencia interna del partido postcatalanista. Uno: machaca la v¨ªa del di¨¢logo, la que avanza pese a los bloqueos de tirios y troyanos; la factible y caracter¨ªstica en democracia; la ¨²nica no fracasada; y la que cada vez m¨¢s gente acaricia, pese a las romer¨ªas patri¨®ticas.
Y dos: al despreciar a su partido ¡ªque existe y resiste pese a sus oligarqu¨ªas corruptas, al menos como poder municipal¡ª, viene a entregarlo a quien le ofrezca una alternativa viable, una esperanza, una escapatoria frente a las fracasadas Haza?as b¨¦licas.
Hasta ahora, esto apenas importaba, no le implicaba costes. Pues el ¨²nico que se hab¨ªa atrevido a plantarle cara era el exconsejero Santi Vila. De forma valiente, arriesgada y m¨¢s que digna. Pero a¨²n no amenazante, porque Vila no dispone de estructura ni de plena libertad de acci¨®n, al seguir inhabilitado para la acci¨®n pol¨ªtica por la condena del Tribunal Supremo del 14 de octubre.
Pero ahora s¨ª importa, aunque ya veremos cu¨¢nto. Porque alguien con libertad de movimientos (siempre habl¨® claro), con apoyos tangibles (el grupo de Poblet, el de m¨¢s futuro en el mapa de la recomposici¨®n catalanista) y con esforzada determinaci¨®n personal, ha empezado a demostrar que est¨¢ dispuesta a desafiar la endogamia unilateralista, cesarista y suicida de Waterloo.
Los columnistas apenas han resaltado que ella, la excoordinadora del PDeCat, Marta Pascal, haya dimitido de su esca?o de senadora. Ya antes renunci¨® a su funci¨®n partidaria, porque Puigdemont se enfrentaba a ella.
Pero ahora apuesta a lo casi nunca visto en esa familia: renuncia a un generoso sueldo p¨²blico. Jordi Pujol vivi¨® de la p¨²blica evasi¨®n de impuestos. Artur Mas fue un funcionario pulcro que antes se gan¨® la vida en empresas que llev¨® a la quiebra. Puigdemont, un ingenioso periodista sin obra. Torra mendig¨® cargos tras despedirle la aseguradora en la que dec¨ªa trabajar. Cuando Marta Pascal entregue su carnet del partido, muchos acudir¨¢n a ella. Buscando dignidad y moderaci¨®n.
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