Dist¨®pica
El coronavirus nos obliga a pensar de un modo en que se hacen evidentes contradicciones de dif¨ªcil resoluci¨®n dial¨¦ctica
Al principio, fue una exageraci¨®n que mut¨® en extra?eza, atontamiento, incredulidad. En la sensaci¨®n, tan literaria, de vivir una distop¨ªa. La literatura dur¨® poco o quiz¨¢ persisti¨® proporcionando un lugar para rescatar la alegr¨ªa y resistir. El lobo ¡ªm¨¢s literatura¡ª ense?¨® las orejas. Suspensi¨®n, cancelaci¨®n, aplazamiento. Tachones en el cuadernito contable. Al principio, m¨¢s que el miedo a la enfermedad fue el miedo a no poder trabajar. La radical patolog¨ªa del capitalismo avanzado: la indefensi¨®n que se experimenta cuando intuyes que, si no te salvas t¨², nadie lo va a hacer. Ahora, mientras corro a lo largo del pasillo de mi casa, me sit¨²o en otro escenario: tomo conciencia de la gravedad no de mi situaci¨®n, sino de la de todo el mundo, conf¨ªo en la responsabilidad colectiva y expreso mi apoyo a los trabajadores y trabajadoras de la salud. Especialmente, al colectivo de la sanidad p¨²blica, que lleva expuesto desde el principio, es vulnerable y sufre un agotamiento extremo.
Me interesan las lecturas que Morelli y David Trueba hacen de esta crisis sanitaria. Ahora, italianos, alemanas, espa?olas somos foco de contagio e infecci¨®n. Somos ese virus extranjero, con el que Trump enladrilla racismo y xenofobia, y que debemos contener para no masacrar a quienes son end¨¦micamente d¨¦biles: pa¨ªses sin infraestructura sanitaria, con hambruna, en guerra. El coronavirus nos obliga a pensar de un modo en que se hacen evidentes contradicciones de dif¨ªcil resoluci¨®n dial¨¦ctica: la deshumanizaci¨®n, que conlleva evitar la vida social, se palia con el v¨ªnculo blando de nuevas tecnolog¨ªas hoy imprescindibles que, sin embargo, intensifican ciertas desigualdades y no pueden sustituir la fisicidad y la socializaci¨®n fuerte, fundamentales para una educaci¨®n integral ¡ªsobre todo, de la infancia¡ª; el higienismo, objeto de burlas, se opone a un hedonismo que no podemos perder, pero que resulta obsceno cuando, en plena alerta sanitaria, nos vamos de vacaciones a nuestras segundas residencias; reajustamos la idea de lo leve y lo grave, lo prioritario; revisamos las nociones de autoexplotaci¨®n y explotaci¨®n laboral en un contexto en el que puntualmente el teletrabajo nos salva, aunque m¨¢s adelante pueda exhibir el lado oscuro de la flexibilizaci¨®n e hiperconexi¨®n: la disponibilidad eterna y el deseo inducido de estar siempre disponible, la ansiedad por no estarlo; la libertad individual, simplificada en el ¡°yo me tomo una cerveza cuando me sale de los cojones¡±, se sit¨²a frente al bien com¨²n y reinterpretamos solidaridad, ego¨ªsmo, empat¨ªa¡
Repienso hasta que mi amiga ?ngeles manda un audio y temo que, hoy, que el humor nos libra del ahogo, esta incitaci¨®n no sea broma: ¡°?Cofrades, a la calle, que no va a pasar absolutamente nada, tenemos que ir a besapi¨¦s y besamanos, no os pong¨¢is nerviosos, que nos quieren atacar, no temer nada, ahora, cofrades, a la calle!¡±. Entonces yo, que tambi¨¦n espero que la piel, los abrazos y las librer¨ªas regresen, me planteo en qu¨¦ consiste mi percepci¨®n dist¨®pica, recuerdo la Espa?a de charanga y pandereta, histeria colectiva, l¨¢grimas de sangre, y me pregunto c¨®mo vamos a frenar esta pandemia mientras echo de menos la racionalidad, el esp¨ªritu ilustrado y, pese a sus efectos privatizadores, la mism¨ªsima desamortizaci¨®n de Mendiz¨¢bal.
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