La cara m¨¢s cruel del coronavirus
Los protagonistas de la cara nueva de la epidemia son nuestras mascotas, que est¨¢n siendo abandonadas a su suerte por un temor sin fundamento

En la tragedia global de la pandemia del coronavirus, que amedrenta y mata, existe un drama a?adido. Es quiz¨¢s su rostro m¨¢s sombr¨ªo, su cara m¨¢s cruel, porque nos despoja de la compasi¨®n que es el coraz¨®n de la convivencia.
Los protagonistas de esa cara nueva de la epidemia que a todos nos aqueja son los animales, nuestros compa?eros de vida, que est¨¢n siendo abandonados a su suerte en muchos pa¨ªses por un temor sin fundamento m¨¦dico ni cient¨ªfico, seg¨²n ha confirmado la Organizaci¨®n Mundial de la Salud, de que tambi¨¦n ellos puedan contagiarse.
De China a Espa?a, esos animales que hasta ayer nos ofrec¨ªan su cari?o est¨¢n siendo muchas veces arrojados de las casas cuando no sacrificados como est¨¢n denunciando los veterinarios. Es un holocausto hijo de un p¨¢nico irracional. ElDiario de Barcelona titulaba d¨ªas atr¨¢s: ¡°Se abandonan perros y gatos, y en los casos m¨¢s extremos los tiran por la ventana¡±.
Los humanos somos a veces tan absurdos que aquellos que podr¨ªan ser un motivo de compa?¨ªa en la hora de la enfermedad los alejamos de nosotros, abandon¨¢ndolos a su suerte. Y quien es capaz de abandonar a sus mascotas podr¨ªa acabar abandonando tambi¨¦n a los ancianos, los m¨¢s vulnerables a la epidemia, conden¨¢ndolos a un aislamiento psicol¨®gico.
En esta hora de peligro de psicosis y de depresi¨®n son precisamente los psic¨®logos y psiquiatras, adem¨¢s de los m¨¦dicos, quienes est¨¢n recomendando medidas especiales que nos vacunen contra el miedo y la depresi¨®n. Y es justamente la compa?¨ªa amorosa de nuestras mascotas una de las recetas m¨¢s valiosas para grandes y peque?os. Hay pa¨ªses, como el Reino Unido, que desde hace tiempo permiten y hasta estimulan que los enfermos puedan recibir en los hospitales la visita de sus amigos animales para aumentar sus defensas y alegrar sus horas de dolor y soledad.
En los hospitales y tambi¨¦n en las c¨¢rceles. Recuerdo que en una prisi¨®n de Barcelona dejaban a algunos detenidos tener en sus celdas a un perro del que deb¨ªan cuidar. Seg¨²n los psic¨®logos de la c¨¢rcel aquella presencia y cuidado del animal ofrec¨ªa resultados visibles en el comportamiento del detenido. Algunos de ellos, cuando les llegaba la hora de retomar la libertad, prefer¨ªan quedarse en la c¨¢rcel antes que tener que abandonar a su mascota.
La crueldad con esos animales de compa?¨ªa en estas horas de preocupaci¨®n mundial, lanza una sombra de desamor sobre nuestra condici¨®n humana. Pero como hasta en los antros m¨¢s l¨²gubres de la crueldad pueden aparecer rayos de esperanza inesperados, tambi¨¦n estos d¨ªas la an¨¦cdota que le¨ª en un peri¨®dico italiano, de una ni?a de cinco a?os, me revel¨® que en el mundo de los sentimientos no todo est¨¢ perdido. La historia es simple, pero luminosa. La ni?a hab¨ªa escuchado en familia que a su abuelo deb¨ªan aislarlo en un cuarto porque hab¨ªa resultado positivo en el examen del coronavirus. La peque?a se dirigi¨® a la madre y le dijo: ¡°Mam¨¢, yo quiero ser tambi¨¦n contagiada y hacer compa?¨ªa al abuelo para que no se quede solo¡±.
Como dec¨ªa el l¨²cido escritor italiano Leonardo Sciascia: ¡°ni la infancia es inocente¡±. Pero tambi¨¦n es verdad que sus sentimientos est¨¢n menos contaminados que los nuestros, porque no han tenido tiempo de envenenarse con nuestra maldad adulta. Volver los ojos en algunos momentos a nuestros peque?os nos ayudar¨¢ a oxigenarnos de nuestros virus de ego¨ªsmo, que son peores que los f¨ªsicos porque nos convierten en vivos muertos.
Esa ni?a an¨®nima es como un arco¨ªris en medio a la tormenta de la nueva epidemia que retumba amenazadora en todo el planeta, lo crea o no el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, que est¨¢ avergonzando, desafiando y asombrando hasta a muchos de sus seguidores con sus gestos de desprecio y de irresponsabilidad frente a la tragedia que nos atenaza. Que alguien, por favor, sea capaz de detener su locura, porque como escribi¨® Abraham Lincoln: ¡°pecar por el silencio, cuando se deber¨ªa gritar, nos transforma en cobardes¡±.
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