Instrucciones para no besarse
Las costumbres espa?olas suponen un reto ante la amenaza del coronavirus. ?Por qu¨¦ nos cuesta tanto evitar el contacto humano?
El ministerio de Sanidad ha elaborado un borrador de gu¨ªa para las relaciones personales durante la amenaza del coronavirus a la que ha tenido acceso este peri¨®dico, y he aqu¨ª algunas de sus consideraciones. Finalmente no se ha divulgado porque se consider¨® poco t¨¦cnico e incluso demasiado l¨ªrico. Todo parte de un comit¨¦ de crisis que consider¨® ¨²til dar algunas instrucciones, dado que las costumbres de nuestro pa¨ªs suponen un reto mayor ante la epidemia que, por ejemplo, con la poblaci¨®n escandinava. Gente como los finlandeses ya guarda normalmente un metro de distancia hasta en paradas de autob¨²s congeladas en medio de la tundra. Un analista propuso: mentalic¨¦monos todos como que somos japoneses. Sugiri¨® programar un ciclo de cine nip¨®n en La 2, aunque fuera doblado, para que el espectador se familiarice con la aversi¨®n al contacto f¨ªsico.
La gu¨ªa explica que los espa?oles son conocidos en Europa por lanzarse a dar dos besos a cualquier mujer cuando se la presentan, y las espa?olas por hacerlo con todos. Desde hoy seremos m¨¢s europeos, una sonrisa y a correr, porque dar la mano ya tampoco se puede. La ma?ana del mismo d¨ªa en que anunciaron el cierre de colegios en todo Madrid, Pedro S¨¢nchez e Isabel D¨ªaz Ayuso se plantaron dos besos en un acto p¨²blico. El presidente y el alcalde de Madrid, Jos¨¦ Luis Mart¨ªnez-Almeida, tambi¨¦n se estrecharon la mano. Este ejemplo es esclarecedor: mejor empezar por lo f¨¢cil, no lo hagamos con quienes nos caen mal. Con los conocidos, que hay confianza, basta decirlo: tranquil¨ªcese, no va a pensar que lo hacemos porque creemos que est¨¢n infectados, no se sienta coartado por ese temor espa?ol a destacar, por el qu¨¦ dir¨¢n o que vaya a tomarle por un estirado. En presentaciones con desconocidos, lim¨ªtese a levantar la barbilla en se?al de reconocimiento o sal¨²dese con la mano como si se fuera en tren. Los pol¨ªticos, especialmente en campa?a, deber¨¢n dejar de hacer eso de darse cachetitos de afecto, entre las mejillas y el cuello, unos a otros, todo el rato. Que los futbolistas dejen de escupir en el campo debe dejarse por imposible, rec¨²rrase a la FIFA.
En cuanto a la vida social, n¨®tese el peligro en los bares de las raciones donde todo el mundo mete mano y tenedor y reba?a en el mismo plato. Ev¨ªtese pedir las m¨¢s tentadoras, porque luego es arduo no untar el aceitillo de las anchoas o la salsa de las bravas o unas alb¨®ndigas. Nada de d¨¦jame acabar el hueso de pollo o la chuletilla, que te has dejado lo mejor. Afortunadamente, no se ha comprobado la transmisi¨®n del virus por orejas, as¨ª que se puede seguir gritando al o¨ªdo en bares con la m¨²sica alta, teniendo cuidado siempre en berrear hacia la nuca, no en sentido contrario, hacia las v¨ªas respiratorias (comprobar que no hay nadie detr¨¢s en ese momento). Atenci¨®n a los j¨®venes que beben todos a morro del mismo botell¨®n: ser¨¢ mejor repartirlo en botellines. Tambi¨¦n deber¨¢n hacerse miniporros en c¨®modas porciones individuales, nada de pasarse el mismo.
M¨¢s peliagudas son las relaciones ¨ªntimas. Al margen del sexo, donde ya de perdidos al r¨ªo, ahora a?oraremos los besos del mont¨®n, los que d¨¢bamos sin darnos cuenta, al encontrarnos, al separarnos, al darnos las buenas noches o al contemplar a la persona amada de perfil, distra¨ªda, cuando un gesto que es solo suyo recuerda por qu¨¦ uno se enamor¨® de ella. Los rollos de cuernos son m¨¢s f¨¢ciles de gestionar, siguen sirviendo los lemas tradicionales de contenci¨®n: pero si yo podr¨ªa ser su padre/su madre; donde tengas la olla, etc¨¦tera. Recu¨¦rdese la reflexi¨®n de John Travolta en el espejo del ba?o en Pulp Fiction, ante la perspectiva de liarse con la novia de su jefe mafioso: ¡°Esto es una prueba moral para ver si eres leal. Sales, das las buenas noches, te vas a casa y te haces una paja¡±. Bien, pues ahora esto es una prueba de urbanidad. Una batalla por la civilizaci¨®n. Si la pierde usted, por lo menos aseg¨²rese de que sea la noche de su vida. El atractivo de este desaf¨ªo irracional es un claro riesgo para frenar el virus. Est¨¢ comprobado que precisamente en situaciones de prohibici¨®n se multiplican las ganas de hacer lo prohibido.
En presentaciones con desconocidos, lim¨ªtese a levantar la barbilla en se?al de reconocimiento o sal¨²dese con la mano como si se fuera en el tren
Pero lo m¨¢s dif¨ªcil es resistirse a achuchar a nuestros hijos o nietos, a esos ni?os mofletudos que piden que les des un beso antes de apagar la luz o te reciben en la puerta con los bracitos abiertos. Ellos recordar¨¢n toda su vida aquella vez que hubo una cuarentena (s¨ª, s¨ª, cerraron los colegios y todo) y los mayores se volvieron locos, aunque fue muy divertido, todo el d¨ªa vacaciones, haciendo puzles de miles de piezas. Las despedidas ser¨¢n a¨²n m¨¢s dif¨ªciles, mejor no acompa?ar a nadie a la estaci¨®n, y ser¨¢n mucho peor los reencuentros, ah¨ª sin tocarse, mir¨¢ndose como pasmarotes en el aeropuerto. Los besos que no damos se nos atraviesan en la garganta, gu¨¢rdenlos para cuando pase esto. Recu¨¦rdenlo cuando la vida normal nos parezca aburrida, poca cosa, y puedan besar a quien quieran, y no lo hagan.
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