Muy personal
Nos persigue un virus que nos ataca en lo org¨¢nico e institucional, sin distingo, oblig¨¢ndonos a entender que somos uno solo colectivo
Es domingo, 9.15 de la noche, escribo luego de unas pocas horas de descanso en medio de este desenfrenado ritmo que nos ha impuesto el coronavirus a los periodistas en nuestra funci¨®n y responsabilidad de informar minuto a minuto. Mi marido, Rafael, acaba de poner un stand up comedy ante el que lo he visto re¨ªr de esa manera en que r¨ªe extra?amente como si le diera pena y luego de soltar la risa. Se rasca la cabeza. Pero no ahora, desde antes. Es como si estar ante el mundo estoico y al nivel del liderazgo que escogi¨®, por alguna raz¨®n, se lo impusiera. Escribe por estos d¨ªas otro libro, siempre sobre la historia, de algo en que la humanidad se repite sin remedio, de las guerras y la anhelada paz para sus hijas y nietos.
En la tarde hab¨ªa experimentado la superioridad de mi hija Mar¨ªa, tan aut¨¦ntica que es dif¨ªcil de describir, tomando un curso virtual de Filosof¨ªa en la Universidad de Pensilvania y preocupada por pagar en d¨®lares estadounidenses, un certificado que exig¨ªan. En Colombia la divisa est¨¢ a m¨¢s de 4.000 pesos, m¨¢s de 500 pesos que hace dos semanas. Hab¨ªa ido al mercado en la ma?ana y vio los estantes vac¨ªos. El abastecimiento en el simulacro de aislamiento en Colombia, al menos en el supermercado cerca a nuestra casa, era insuficiente. Mar¨ªa hace la comida en las noches.
Estamos en el d¨ªa 15 desde que lleg¨® el primer caso de un contagiado por coronavirus. A esta hora del domingo 22 de marzo, son 235 contagiados y dos muertos en Colombia. Si creemos en un subregistro natural sobre los casos no testeados, estaremos en m¨¢s de 2.000 contagiados en una poblaci¨®n seg¨²n un censo cuestionado metodol¨®gicamente ¨²ltimamente es de 47 millones de personas.
Estamos a menos de 48 horas de una cuarentena obligatoria que se llama preventiva, gracias al liderazgo de una mujer, Claudia L¨®pez, que lleg¨® a la alcald¨ªa de Bogot¨¢, la ciudad desde la que escribo y a la que llegu¨¦ del caribe hace ya m¨¢s de 35 a?os. Su tono aguerrido y encantador que se hizo oir, es hoy superado por una capacidad infinita para el equilibrio y una gobernanza renovada. Hecho los elogios respectivos y merecidos, a partir del 24 de marzo, el presidente Iv¨¢n Duque, despu¨¦s de analizar y verse superado inicialmente por una realidad dif¨ªcil de asumir no solo para ¨¦l sino para la ciencia, tom¨® la decisi¨®n de cerrar la llegada de vuelos internacionales y antes declar¨® la emergencia econ¨®mica; anunci¨® medidas como otros pa¨ªses, sin haber logrado conciliar aun las iniciales presiones de los gremios econ¨®micos, naturalmente preocupados por lo que ser¨¢ una debacle econ¨®mica como las que recuerdan las guerras que pensamos superadas.
Nos persigue un virus que nos ataca en lo org¨¢nico e institucional, sin distingo, oblig¨¢ndonos a entender que somos uno solo colectivo y no algo individual. Durante el d¨ªa le¨ª a Yuyal Nohah Harari sobre lo que seremos despu¨¦s de la pandemia en el Financial Times y este peri¨®dico, EL PA?S. Vi en Twitter las posiciones de los renombrados economistas, escuch¨¦ emocionados a los ambientalistas sobre la aparici¨®n de delfines en la bah¨ªa de Cartagena, de un zorro en un barrio de Bogot¨¢ o unos peces en las aguas ahora limpias del canal de Venecia. Me permit¨ª una que otra cadena de autoayuda, que desprecio. Hice todas las recomendaciones para limpiar el virus: zapatos fuera de la casa, g¨¢rgaras con vinagre, sorbos de agua casa 20 minutos, disfrut¨¦ como nunca del chat con mi familia. Mi madre Ivonne me cont¨® indignada que los iran¨ªes, seg¨²n Fox News, crearon el virus, mis hermanas Ivonne y Julie cada una repasaron sus quehaceres, una con sus hijos y sus oraciones y la otra con su pareja y el anhelo de tener un hijo.
Mis amigas, Cristi, lejos de Bogot¨¢, cuid¨¢ndose e inspir¨¢ndonos por su lucha admirable contra el c¨¢ncer pero sobre todo por su manera de estar y ser. M¨®nica contagi¨¢ndonos de un positivismo que le sale por cada poro, Leque, cocinando, con esa capacidad de estar entre las monta?as bogotanas y seguir pareci¨¦ndose tanto a los coste?os y su palabra f¨¢cil.
En mi parche de periodistas, Sylvie pregunta si despu¨¦s de esta cuarentena actuaremos igual, H¨¦ctor se anticip¨® a todos como siempre pues evitaba los virus desde antes que nosotros, Camilo est¨¢ en cuarentena y su hijo no logr¨® llegar para estar juntos. Es la realidad de hoy: nuestros hijos son los hijos del mundo, los hijos de la globalidad sin fronteras. Laura nuestra sic¨®loga de cabecera nos recuerda que el universo tiene su propio equilibrio. Mi otro parche period¨ªstico siempre cuestionando, riendo, acompa?¨¢ndonos. Daniel que es nuestra risa y caricatura, ahora est¨¢ callado. Siempre se angustia.
Y as¨ª se pasan los d¨ªas, en los que estoy conectada al micr¨®fono, ahora desde la casa, pensando c¨®mo responder a tantas preguntas ciudadanas, c¨®mo preguntarle a Mariana G¨®mez, una enferma de coronavirus, c¨®mo se siente, c¨®mo encuentra en su religiosidad respuestas, si en alg¨²n momento cuando no siente presi¨®n en el pecho, encuentra respuestas en ese vac¨ªo que nos la pasamos la vida tratando de llenar.
Y de repente, un trino de la congresista Juanita Goebertus, sobre contratos multimillonarios en un ente de control. ?En serio? Aprovechando la pandemia para robar. Y no era que la pandemia nos har¨ªa entender que este es un alto en el camino, incluso para la corrupci¨®n. Y entonces la pregunta: ?ser¨¢ que mientas nos encargamos de no morirnos, siguen robando? mandando toneladas de coca¨ªna a USA? ?ser¨¢ que no est¨¢n llevando los pagos a los campesinos que sustituyen cultivos?, ?ser¨¢ que los ?enes y ?o?os que financian las campa?as financiadas no est¨¢n con una fiebre que los haga darse cuenta que contagiados no pueden comprar conciencias, y presidentes y contratos?
Y otro, de la alcaldesa denunciando que el decreto de emergencia econ¨®mica para se usar¨¢ para autoprestarse recursos de los entes territoriales para d¨¢rselos a los bancos y empresas. Qu¨¦ abuso cuando se requieren para el sistema de salud. Averiguaremos, mientras sigamos negativos o positivos con posibilidad de recuperarnos. A m¨ª, al menos, no me da miedo morirme. En el Caribe nacemos con esa necesidad intensa de vivir por la proximidad de la muerte que hacemos carnaval. El ¨²nico miedo es por los que dejamos sin nosotros. Y eso siempre ser¨¢ vanidad.
Y en medio del d¨ªa, un mot¨ªn de presos con 23 muertos, y una conversaci¨®n con un gran amigo: se nos cay¨® la pauta, pero seguiremos informando. Y con ¨¦l y con los mejores como Javier, como nos toque, sin parar, desde nuestras casas, que no tienen la mayor¨ªa, porque esto es pandemia o hambruna. Morir¨¢n muchos, se salvar¨¢n otros, y la gobernanza ser¨¢ distinta, esa que anticipando la pandemia ped¨ªan los que protestaban en las calles porque los l¨ªderes que nos han tocado hasta hoy, con excepciones como las que estamos descubriendo, han sido verg¨¹enza para el mundo.
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