El coste de la negaci¨®n
En la actual crisis epidemiol¨®gica encontramos un anticipo de lo que nos espera si no nos tomamos en serio el cambio clim¨¢tico
Frente a lo que se ha venido afirmado acerca de la imprevisibilidad de esta pandemia, una especie de mala suerte que nos habr¨ªa tocado vivir, conviene recordar que esta es una crisis anunciada hace a?os, desde el momento en que los casos de epidemias se incluyeron en los programas de estudios estrat¨¦gicos de las principales universidades. Vaticinada en octubre pasado, cuando investigadores del Center for Strategic and International Studies informaron de que el coronavirus ser¨ªa el protagonista de la pr¨®xima epidemia global. Se sab¨ªa el qu¨¦ pero no el cu¨¢ndo. Hasta el pasado enero. En el instante en que las autoridades chinas pusieron en cuarentena la provincia de Hubei y el virus se fue aproximando a la Uni¨®n Europea. Cal¨® vigorosamente en Ir¨¢n y lleg¨® a Italia, siguiendo una trayectoria domin¨® que gradualmente recorrer¨¢ el planeta. No obstante, y a pesar de la evidencia e informaci¨®n disponible, el riesgo fue negado hasta el ¨²ltimo momento. Negado en este pa¨ªs por los que irresponsablemente permitieron y alentaron manifestaciones multitudinarias. Tampoco se libran los dignatarios extranjeros. Boris Johnson inicialmente afirm¨® que bastaba con lavarse las manos al canto de happy birthday para protegerse del virus, y a Trump poco le falt¨® para enterarse por la prensa de la gravedad de los hechos. Finalmente, en un sentido m¨¢s generalizado, la gravedad fue tambi¨¦n negada por aquellos que en un primer momento desaprobaban gestualmente los amagos de evitar besos y apretones de manos, pese a que Angela Merkel lo hab¨ªa dejado claro.
Este comportamiento propio del s¨ªndrome de Casandra, personaje de la mitolog¨ªa griega cuyas advertencias sobre peligros inminentes eran deso¨ªdas y ridiculizadas, pone de relieve la distancia entre lo que sabemos y lo que queremos creer. Una forma de actuar, m¨¢s bien de inacci¨®n, que en parte obedece al intento de evitar los costes econ¨®micos y pol¨ªticos derivados de hacerlo. Ahora bien, como estamos viendo, movilizarse a destiempo resulta m¨¢s oneroso, en ambos sentidos, que pasar por alto las se?ales de alarma.
En la actual crisis epidemiol¨®gica encontramos un anticipo de lo que nos espera si no nos tomamos en serio el cambio clim¨¢tico. Los dos fen¨®menos comparten, adem¨¢s del negacionismo, otras particularidades; un modus operandis ¡ªuna amenaza abstracta y difusa que en un giro sorpresivo adquiere una tangibilidad ¨ªntima y material brutal¡ª; o la aproximaci¨®n al coste de modular los efectos.
A¨²n reconociendo el papel que pueda jugar la fortuna, esta, dec¨ªa Maquiavelo, se asemeja a un r¨ªo enfurecido que arrasa con todo a su paso pero cuya capacidad destructiva se puede mitigar si previamente se ha tomado la precauci¨®n de construir diques y defensas. El car¨¢cter disruptivo de la naturaleza es ya un signo de nuestro tiempo. Podemos elegir entre seguir actuando conforme al negacionismo de ayer o anticiparnos y prepararnos para el futuro que se aproxima. Ahorraremos vidas y dinero. @evabor3
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