Casa del Rey
De que rueden cabezas coronadas no es el momento, creo. Hay coronas que infectan mucho peores
Yo tambi¨¦n me sumo a los v¨ªtores, y como son a la hora en que preparo la cena, me quito antes los guantes con los que estoy poniendo a remojo la espinaca o considerando un precocinado. A estas alturas se sabe: el l¨¢tex protector es una lata amortiguadora, y nosotros queremos que nuestras manos, ya que est¨¢ suspendido el tacto ajeno, se rompan los dedos a aplausos. A las nueve, la bara¨²nda de las cacerolas, y ah¨ª, sin gustarme el discurso del Rey, no se me oye: en zonas altas de las grandes ciudades al perol le acompa?aban los himnos, los insultos, el ondear de banderas que maldita la falta que hacen cuando lo que hace falta son mascarillas. Olla podrida.
La oratoria es un arte dif¨ªcil que no est¨¢ re?ido con la emoci¨®n; Felipe VI afrontaba una situaci¨®n in¨¦dita y no dio el tono. La arenga era lo l¨®gico (¡°¨¢nimo y adelante¡±), as¨ª como llamar a la unidad, que nunca sobra ante el peligro. La voz aguerrida que conven¨ªa tras la baladronada de Puigdemont aqu¨ª deb¨ªa calmar, sin hacerse meliflua. Calmar y galvanizar. De eso se trataba. Pero los reyes de pa¨ªses democr¨¢ticos no son pol¨ªticos, solo actores. Y como no dictan leyes sino que representan, sus guionistas, adem¨¢s de ocurrentes, han de mostrarse extremadamente cautelosos y muy mandones, como lo han sido en un reinado de casi 70 a?os lleno de percances los secretarios privados de Isabel II (a¨²n se recuerda al legendario y temido lord Charteris). Sus equivalentes espa?oles, los jefes de la Casa del Rey, permitieron, bajo el monarca anterior, la pernocta gratis de un imputado y su se?ora en el palacio de Marivent, o, en un libro de Pilar Urbano, los comentarios hom¨®fobos y antiabortistas de do?a Sof¨ªa. Y alguna cosa m¨¢s. Aprovechando la crisis de la Covid-19 no estar¨ªa mal una limpieza a fondo de esa casa. De que rueden cabezas coronadas no es el momento, creo. Hay coronas que infectan, y cetros, mucho peores.
</CS>La oratoria es un arte dif¨ªcil que no est¨¢ re?ido con la emoci¨®n; Felipe VI afrontaba una situaci¨®n in¨¦dita y no dio el tono. La arenga era lo l¨®gico (¡°¨¢nimo y adelante¡±), as¨ª como llamar a la unidad, que nunca sobra ante el peligro. La voz aguerrida que conven¨ªa tras la baladronada de Puigdemont aqu¨ª deb¨ªa calmar, sin hacerse meliflua. Calmar y galvanizar. De eso se trataba. Pero los reyes de pa¨ªses democr¨¢ticos no son pol¨ªticos, solo actores. Y como no dictan leyes sino que representan, sus guionistas, adem¨¢s de ocurrentes, han de mostrarse extremadamente cautelosos y muy mandones, como lo han sido en un reinado de casi 70 a?os lleno de percances los secretarios privados de Isabel II (a¨²n se recuerda al legendario y temido lord Charteris). Sus equivalentes espa?oles, los jefes de la Casa del Rey, permitieron, bajo el monarca anterior, la pernocta gratis de un imputado y su se?ora en el palacio de Marivent, o, en un libro de Pilar Urbano, los comentarios hom¨®fobos y antiabortistas de do?a Sof¨ªa. Y alguna cosa m¨¢s. Aprovechando la crisis de la Covid-19 no estar¨ªa mal una limpieza a fondo de esa casa. De que rueden cabezas coronadas no es el momento, creo. Hay coronas que infectan, y cetros, mucho peores.</CW>
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