Que pasen los d¨ªas
En un mundo en el que podemos calcular nanosegundos y so?ar con viajar a la velocidad de la luz, posiblemente el reloj de arena simbolice el sentir de muchos
Contaba Stephen Hawking en su Historia del tiempo que la teor¨ªa de la relatividad llev¨® a abandonar la idea de que hab¨ªa un tiempo absoluto ¨²nico: ¡°El tiempo se convirti¨® en un concepto m¨¢s personal, relativo al observador que lo med¨ªa¡±.
Nada m¨¢s cierto en estos d¨ªas de coronavirus. El tiempo, y la forma de enfrentarse a ¨¦l, se presentan como un factor cr¨ªtico a la hora de abordar la pandemia.
Unos desean que el reloj acelere; que todo esto pase lo antes posible. Que se convierta de una vez en solo ese par¨¦ntesis insospechado en nuestras vidas. El tiempo como una losa. Ese tiempo perdido, el de no haber podido abrazar al ser querido que se ha ido. El tiempo muerto, sin horizonte, de los mayores en sus residencias, en sus casas, aislados, sin poder recibir el consuelo de un rostro familiar. El de los enfermos en sus camas. El de los trabajadores sanitarios, para los que la jornada laboral se ha convertido en un ciclo sin fin. El tiempo infinito de los ni?os sin colegio. Todos ellos est¨¢n deseando que pasen los d¨ªas lo m¨¢s r¨¢pidamente posible.
Otros, sin embargo, quisieran detenerlo. Es la lucha de los investigadores, de los cient¨ªficos de todo el mundo en una carrera fren¨¦tica contra el reloj por encontrar la esquiva vacuna; por entender mejor el comportamiento del virus, por localizar alg¨²n medicamento eficaz para paliar sus efectos. Tambi¨¦n la de los responsables sanitarios, y la de los pol¨ªticos, ansiosos de frenar ese imparable curso ascendente de la curva y de tener m¨¢s margen para tomar decisiones sobre cuestiones para las que no estaban preparados. La de los empresarios, para los que cada d¨ªa que pasa es una sangr¨ªa y un interrogante mayor para su futuro. El confinamiento cuasi global como una paradoja para una sociedad que se hab¨ªa subido a un tren de ritmo vertiginoso. La velocidad y el cambio empujados por la tecnolog¨ªa como signos distintivos de la humanidad en el siglo XXI. Mucho se ha comentado sobre las diferencias culturales entre Occidente y Oriente en el frente contra el virus; entre el predominio de la inmediatez para los primeros y la capacidad de mirar a largo plazo de los segundos.
En un curioso ensayo publicado en los a?os cincuenta, El libro del reloj de arena, el fil¨®sofo alem¨¢n Ernst J¨¹nger hac¨ªa un repaso a c¨®mo la historia de los relojes muestra la evoluci¨®n de la concepci¨®n humana sobre el paso del tiempo. En un mundo en el que podemos calcular nanosegundos y so?ar con viajar a la velocidad de la luz, posiblemente el reloj de arena simbolice el sentir de muchos: va cayendo inexorablemente, pero no con la rapidez suficiente. Cu¨ªdense mucho y qu¨¦dense en casa.
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