El ¨¢ngel de la historia
Pasmados, vemos c¨®mo se amontonan las ruinas del pasado y nos dirigimos, como son¨¢mbulos, hacia un futuro que desconocemos
Su origen es antiguo y primitivo, pero su diana es la criatura m¨¢s sofisticada. Surge de las profundidades selv¨¢ticas, de los murci¨¦lagos, que lo transmiten a los pangolinos, unos raros mam¨ªferos con escamas, pero donde mejor se mantiene, dispuesto a infectar durante cuatro o cinco d¨ªas, es en las superficies de vidrio o de pl¨¢stico.
Tiene dos caras, una orientada hacia los or¨ªgenes salvajes y otra hacia la naturaleza artificial construida por los humanos. Sucede tambi¨¦n con la epidemia, medieval en sus efectos devastadores y futurista en la reacci¨®n que suscita. Esta cadena de transmisi¨®n mutante no se hubiera producido sin la globalizaci¨®n desgobernada y tumultuosa. Tampoco existir¨ªan sin ella los medios para atacarla: m¨®viles, aplicaciones, big data e inteligencia artificial. Ni se habr¨ªa identificado tan r¨¢pidamente el genoma del virus, como suceder¨¢ con los f¨¢rmacos y la vacuna.
Doble es tambi¨¦n el combate, con las sencillas armas de ayer, cuarentenas, confinamientos, agua y jab¨®n, y las de ma?ana que ya tenemos, retrovirales y vacunas. Quienes despliegan las m¨¢s antiguas, las defensivas, son tambi¨¦n las instituciones m¨¢s antiguas: la coerci¨®n de los Estados, los ej¨¦rcitos y las polic¨ªas. En el ataque est¨¢n los cient¨ªficos y los m¨¦dicos, los ¨²nicos capaces de neutralizarla y de prepararnos para las pestes sucesivas, que sin duda llegar¨¢n.
El virus enerva en la humanidad una doble vida. Encerrados en casa, pero hiperconectados con el mundo. A la espera de un mundo sin trabajo, regido por las m¨¢quinas, descubrimos el valor del trabajo manual, del que dependen nuestra seguridad, nuestra salud y nuestra supervivencia. Nos amenazan fantasmas de control totalitario, pero tejemos las solidaridades con las que se construyen las comunidades c¨ªvicas. Se confirman los peores argumentos del nacionalismo populista sobre las fronteras, pero la misma ciudadan¨ªa que los compraba comprende su mendacidad e hipocres¨ªa.
El mundo ha frenado. Vivimos en un intervalo, un par¨¦ntesis, dominado por las curvas estad¨ªsticas de la epidemia y las im¨¢genes tr¨¢gicas y heroicas de los hospitales. Vemos, pasmados, c¨®mo se amontonan las ruinas del pasado y nos dirigimos, como son¨¢mbulos, hacia un futuro que desconocemos. Somos como el Angelus novus, pintado por Paul Klee, que mira hacia atr¨¢s, pero es arrastrado hacia delante por el hurac¨¢n del progreso, seg¨²n la observaci¨®n oracular de Walter Benjamin.
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