D¨ªas para ser gato (II): Los hermanos peque?os, el Subbuteo y un ventanuco
M¨ªa lleg¨® primero a casa. Tres a?os despu¨¦s lo hizo At¨²n. Para ella, es un ser inquieto que vino a trastocar su pl¨¢cida vida de due?a absoluta de nuestro hogar madrile?o
Dos semanas de confinamiento han sido suficientes para empatizar con M¨ªa y entender mejor su relaci¨®n con At¨²n. Los dos gatos con los que comparto piso se llevan regular tirando a bien. Hay momentos ¡ªcontados¡ª en los que se adoran. Otros ¡ªlos m¨¢s¡ª en los que se ignoran. Y unos cuantos ¡ªdiarios¡ª en los que se atizan de lo lindo, a medio camino entre el juego y la pelea.
M¨ªa lleg¨® primero a casa. Tres a?os despu¨¦s lo hizo At¨²n. Para ella, es un ser inquieto que vino a trastocar su pl¨¢cida vida de due?a absoluta de nuestro hogar madrile?o. Para ¨¦l, una suerte de faro al que seguir e imitar¡ las 24 horas del d¨ªa, los 7 d¨ªas de la semana. ?Ustedes tienen hermanos? ?Son los peque?os? ?Los mayores? En funci¨®n de su posici¨®n, se identificar¨¢n m¨¢s con uno o con otro.
Yo soy el peque?o de tres hermanos. Un descolgado. Lo que se conoce como un penalti; pero un penalti de los que lanza el portero en la tanda de penaltis, tras 90 minutos, una pr¨®rroga y despu¨¦s de que hayan chutado todos los jugadores de campo disponibles. Mi hermana y mi hermano me sacan 13 y 12 a?os, respectivamente. Es decir, que las llev¨¦ por partida cu¨¢druple. De mis padres y de mis hermanos. Por lo general, con raz¨®n. Por lo particular, en general, tambi¨¦n.
Una de las cosas que m¨¢s ilusi¨®n me hac¨ªa de peque?o era jugar con mi hermano al Subbuteo. El Subbuteo es un juego de mesa de f¨²tbol. A ver c¨®mo lo explico para quien no lo conozca: era un poco como jugar sobre un tapete al futbol con chapas, pero con unas figuritas de futbolistas sobre una base convexa (lo de ¡°base convexa¡± lo he tenido que buscar, porque no sab¨ªa definirla).
?Dentro foto del Subbuteo!
El juego en s¨ª tampoco es que fuera la alegr¨ªa de la huerta, pero ten¨ªa todos los elementos para hacer apasionante la preparaci¨®n de la partida. Equipos con los uniformes de competici¨®n, porter¨ªas con las redes con los colores de Italia 90, r¨¦plicas de los balones oficiales... Nosotros ten¨ªamos hasta una grada en la que coloc¨¢bamos figuras de aficionados, vallas de publicidad, banquillos y r¨¦plicas de polic¨ªas a caballo (que me flipaban m¨¢s que el juego en s¨ª). Sacar el Subbuteo una tarde de s¨¢bado era lo m¨¢s cerca que se pod¨ªa estar de la felicidad.
Pero claro, a mi hermano no le hac¨ªa mucha gracia. ?Por qu¨¦? Pues porque un servidor, adem¨¢s de peque?o, era bastante torpe. No hab¨ªa partida en la que no pisara a un futbolista, aplast¨¢ndolo y dobl¨¢ndolo hasta romperlo. Cada vez que suced¨ªa, rezaba para que lo que estaba debajo de mi pie o de mi rodilla fuera un bal¨®n¡ Pero no, era un jugador. Y mi hermano se enfadaba. Y ten¨ªa que ir a por Super Glue para recuperar a la pobre figura de la lesi¨®n de larga duraci¨®n que le acababa de provocar. Como de aquella el Oviedo no ten¨ªa r¨¦plica en el juego, Italia hacia las veces de mi equipo del alma. Su jugador n¨²mero 10 era m¨¢s bajito que los dem¨¢s. Hab¨ªa pasado por mi suela y ahora el pegamento lo un¨ªa a la base convexa (ye me he aprendido el t¨¦rmino). Era, obviamente, mi jugador favorito y el capit¨¢n del equipo.
Y ustedes se preguntar¨¢n, ?este hombre por qu¨¦ nos est¨¢ contando esta historia tan rara? Pues porque en estas dos semanas de introspecci¨®n y recogimiento interior (de no salir de casa, vaya), he visto repetida la historia del Subbuteo en M¨ªa y At¨²n. Cuando ella lleg¨® a casa, compr¨¦ varios juguetes, un rascador y algunas plumas para mantenerla entretenida. Todo estaba en un aceptable estado de revista. Incluso el sof¨¢ estaba moderadamente poco rascado. Nada grave, vaya. Hasta que lleg¨® At¨²n.
A d¨ªa de hoy, al piso de arriba del rascador, hecho de mimbre, le faltan varios cent¨ªmetros. Lo ha ido mordiendo y repartiendo por la casa con una alegr¨ªa que hace complicado re?irlo por ello. Los peluches de M¨ªa han sido trepanados sin compasi¨®n. Hay un rat¨®n gigante que, ahora mismo, parece un peluche de un t¨²nel: tiene m¨¢s de agujero que de cuerpo. Todas las pelotas y juguetes est¨¢n desperdigados y destrozados por los rincones de la casa. El sof¨¢, ahora s¨ª, est¨¢ rascado y bien rascado. At¨²n es el hermano peque?o inquieto y torpe que ha llegado para alterar el orden establecido. Y claro, M¨ªa se cabrea.
Por ejemplo cuando la despierta de la siesta para darle lo que ¨¦l cree que es un abrazo, pero en realidad es un empell¨®n. O cuando ella quiere jugar con la pluma y aparece ¨¦l corriendo y arrasa con la pluma y con ella al mismo tiempo. O cuando ¨¦l devora su porci¨®n de comida h¨²meda y se pone a esperar activamente a que M¨ªa termine y deje algo de la suya. Que parece que le est¨¢ diciendo ¡°?Has terminado? ?Has terminado? ?Has terminado?¡± Y la pobre al final se va por agotamiento.
Efectivamente, es muy duro ser hermana mayor. Pero tambi¨¦n tiene sus ventajas. At¨²n es tan bruto que cualquier cosa que haga M¨ªa parece angelical. Y otra cosa que puedes hacer es utilizar al peque?o para librarte t¨² de tareas ingratas. El otro d¨ªa descubr¨ª que, siempre que At¨²n viene a despertarme a las 7.25, M¨ªa espera pacientemente debajo de la cama, dejando que el peque?o se queme en el frente. Luego, en cuanto me levanto, sale escopetada hacia la cocina. Y el que queda mal es At¨²n.
Total, que a eso dedico parte del tiempo libre en nuestro confinamiento. Seguro que el de la canci¨®n de Jos¨¦ Luis Perales hacia cosas m¨¢s interesantes, aunque dudo que le sucediera alguna vez lo que me pas¨® hace una semana: todos los d¨ªas, a las 20, salgo a aplaudir al balc¨®n del sal¨®n, para agradecer la labor de tanta gente que est¨¢ dando su vida para luchar contra el coronavirus. Siempre me saludo con una pareja que se asoma a un ventanuco que est¨¢ frente a mi ventana. Hablamos de lo que echamos de menos la vida en la plaza, de libros, de teatro, de la monta?a rusa emocional que es esta situaci¨®n.
Hace unos d¨ªas, la chica me pregunt¨®: ¡°?C¨®mo se llaman tus gatos, que los veo siempre desde aqu¨ª?¡±
Contest¨¦: ¡°M¨ªa y At¨²n¡±.
Y ella replic¨®: ¡°?Qu¨¦ dices? ?son los de EL PA?S?¡±.
Entr¨¦ en casa confiando en que ninguno de los dos lo hubiera o¨ªdo. En especial M¨ªa. Lo que le faltaba a mi gata, saber que sale en EL PA?S y que los vecinos la conocen. Que te destrocen los juguetes de la infancia no tiene comparaci¨®n con una hipot¨¦tica pelea por los derechos de imagen. As¨ª que, de momento y por el bien de la familia, vamos a intentar mantener el secreto.
Eso s¨ª, mis vecinos de ventana me han guardado en el m¨®vil como ¡°M¨ªa y At¨²n¡±. M¨¢s all¨¢ del golpe a mi ego, est¨¢ un nuevo drama para M¨ªa. Su primer tel¨¦fono m¨®vil¡ y tiene que compartirlo con su hermano peque?o. ?Qu¨¦ duro es ser hermana mayor!
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