El nuevo silencio en las ciudades
Los que vivimos en ciudades estamos acostumbrados al ruido que viene con el d¨ªa a d¨ªa, y este intercambio de lo lleno por lo vac¨ªo, lo ruidoso por lo silencioso, nos libera de la medida del tiempo
En las leyes contra el ruido y la contaminaci¨®n ac¨²stica, vienen varias ecuaciones para calcular y clasificar los ruidos que mir¨¦ como la mujer del meme tratando de entender las ecuaciones en el aire con la mirada perdida, vienen horarios y l¨ªmites permitidos, y viene esta descripci¨®n del ruido: ¡°Todo sonido indeseable que moleste o perjudique a las personas.¡± No sab¨ªa que exist¨ªan estas leyes en M¨¦xico porque no sab¨ªa que hab¨ªa sonidos indeseables. La alarma de un coche en la calle que suena a la mitad de la noche, la campana del cami¨®n de la basura que suena varias veces al d¨ªa, la voz del hombre que anuncia ¡°el gaaaaaaas¡±, el chiflido del carrito de camotes (que de ni?a me aterraba los domingos por la noche y un amigo apod¨® ese sonido como las campanas del apocalipsis), el pasar de los coches, los cl¨¢xones, patrullas, el pasar de los aviones en una ciudad que tiene el aeropuerto adentro, el carrito con los ricos tamales oaxaque?os (que un extranjero, confundido, sabiendo que estaba en un pa¨ªs cat¨®lico, pregunt¨® si ese era el llamado a una mezquita), la grabaci¨®n ¡°se compran colchones, tambores, refrigeradores, estufas, lavadoras, microondas o algo de fierro viejo que vendan¡¡± (recientemente convertido por Camilo Lara del Instituto Mexicano del Sonido en una gran canci¨®n) y la cantidad de sonidos, ruidos y voces que vienen de los departamentos de los vecinos forman parte de nuestra vida diaria. Tengo un vecino que es amante del rock en espa?ol y anoche escuchamos una larga sesi¨®n musical en YouTube, anuncios incluidos, de ese grupo que parad¨®jicamente se llama H¨¦roes del silencio. Estos sonidos son parte de crecer y vivir en una ciudad grande. Hice una buena cantidad de tareas en la primaria escuchando el audio cruzado de dos televisiones, la de mi casa y la de una viejita diminuta en la casa de al lado que escuchaba la televisi¨®n a un volumen muy alto y de noche su ventana parec¨ªa irradiar una bomba nuclear con la cantidad de colores luminosos en la oscuridad de su sala. Es distinto en Estados Unidos. He vivido all¨ª, sab¨ªa que hab¨ªa que moderase con el ruido, pero nunca imagin¨¦ que nos iba a caer la polic¨ªa a las dos de la ma?ana por cantar Juan Gabriel con unos amigos, y aunque un amigo trat¨® de ofrecerle mezcal a un polic¨ªa latino y quiso sumarlo a la fiesta, nos metimos en un problema con la ley esa noche. Una multa por sonidos indeseables en M¨¦xico es y siempre ha sido impensable, pero ahora en la cuarentena voluntaria la situaci¨®n sonora ha cambiado. Cambian los espacios en las grandes ciudades ahora que se han vaciado. ?C¨®mo se resignifican los sonidos en el gran vac¨ªo? ?C¨®mo cambia nuestra vida diaria el hecho de que estos espacios, antes llenos de gente, antes llenos de toda clase de sonidos, ruidos, voces, m¨²sica, altavoces y vendedores ahora no se escuchen?
Hist¨®ricamente hay a quienes les han aturdido estos ¡°sonidos indeseables¡± en las ciudades y hay mucha literatura muy divertida al respecto. Me gustan las quejas del S¨¦neca atormentado por todo lo que pasa cerca de donde vive en la Roma antigua. Es genial el S¨¦neca vs. el ruido en las calles: ¡°Fig¨²rate ¨Cle dice S¨¦neca a Lucilio en una de sus cartas, invit¨¢ndolo a imaginarse los ruidos que rondan su casa¨C un depilador que para atraer clientes chilla y no acaba hasta que le supera el grito de aquel al que acaba de arrancarle los pelos de las axilas; piensa en las voces de los que pregonan bebidas, de los que anuncian sus productos, cada cual con gritos diferentes, las del vendedor de salchichas y las de todos los camareros de tabernas que lanzan un chillido para cada mercanc¨ªa. [¡] Sin embargo, el ruido que cesa de vez en cuando me produce m¨¢s da?o que el continuo¡±. Marcel Proust era tambi¨¦n f¨®bico a los ¡°sonidos indeseables¡±, pero ¨¦l era m¨¢s extremo. Todo sonido del exterior le era indeseable y fue un paso m¨¢s lejos: les escribi¨® cartas directamente a varios de los que lo perturbaban, mand¨® tapizar su cuarto de corcho para amortiguar la ac¨²stica ¨Cdesde donde escribi¨® gran parte de En busca del tiempo perdido¨C y si iba a un hotel rentaba cuartos extras para que el ruido no lo distrajera. Desde el cuarto de su departamento en Par¨ªs escribi¨® cartas a sus vecinos, en ellas imaginaba todo lo que hac¨ªan y a veces les daba instrucciones para disminuir los ruidos. Lo incre¨ªble de esas cartas es que retratan mucho la vida que hoy llevamos en los edificios, imagin¨¢ndonos, descifrando los sonidos, los pleitos, las frases sueltas, los gemidos, las risas que vienen de arriba, de un departamento a otro, de una pared a otra. Kafka tambi¨¦n anotaba en sus diarios algunas de las historias fant¨¢sticas que se imaginaba con los ruidos que hac¨ªan sus vecinos y en algunos casos terminaron convertidos en relatos. En una de esas cartas que le escribe en 1915 el vecino insomne e intenso a una vecina, Proust cita un soneto para pedirle silencio de una forma elegante y le dice algo que podr¨ªa contestarle a S¨¦neca como por whastapp: ¡°Siempre he pensado que el ruido ser¨ªa soportable si fuera continuo. Con las reparaciones por las noches del Boulevard Haussmann [la calle donde viv¨ªan], el reordenamiento de su departamento durante el d¨ªa y la demolici¨®n de la tienda en el 98 bis, es posible que cuando esos sonidos se callen, el silencio resuene en mis o¨ªdos de una forma tan ins¨®lita que extra?e el arrullo del caos.¡± Cu¨¢nto se parecen estas quejas a la situaci¨®n sonora en las ciudades que hoy se ha disipado, sonidos antes tal vez indeseables y tan deseables ahora en su ausencia.
Quiz¨¢s tengamos una idea equivocada del silencio, quiz¨¢s pensemos que el silencio es solamente un tel¨®n de fondo para el ruido. Los que vivimos en ciudades estamos acostumbrados a las multitudes, a los andenes llenos, al transporte p¨²blico saturado, al tr¨¢fico atascado, a las plazas llenas ¨Ccomo le¨ª en un tuit, las palomas en las plazas deben pensar que nos extinguimos como especie¨C, y estamos acostumbrados al ruido que viene con el d¨ªa a d¨ªa, y este intercambio de lo lleno por lo vac¨ªo, lo ruidoso por lo silencioso nos libera de la medida del tiempo. No intercalar espacios de trabajo con los de descanso ni intercalar el volumen alto del d¨ªa con el que baja por las noches cuenta nuestros d¨ªas de otra forma. Este silencio en las ciudades es nuevo para muchos de nosotros y nosotras. A?os despu¨¦s que Proust persiguiera el silencio imposible en una ciudad grande, el m¨²sico John Cage pens¨® la relaci¨®n entre el silencio y los sonidos, y en una entrevista le preguntaron si el silencio pertenec¨ªa al mismo dominio que la m¨²sica ¨Ca prop¨®sito de 4¡¯33¡¯¡¯, la pieza para piano de que dura en silencio esa medida de tiempo y que rompi¨® esquemas de lo que se entend¨ªa tradicionalmente en la m¨²sica como pausas silenciosas: ¡°El silencio ya es un sonido. Se transforma en sonido en ese mismo momento. [¡] El sonido ya no es un obst¨¢culo para el silencio, el silencio ya no sirve de pantalla al sonido.¡± En otras palabras, el silencio no es un personaje secundario que deja al sonido, el protagonista, ser, por ejemplo, en las ciudades en las que vivimos. Los silencios no son intermitencias, no son intervalos (eso que desquiciaba tanto a los vecinos de arriba). Este silencio es un nuevo sonido en las ciudades. Ahora que algunos de nosotros guardamos cuarentena voluntaria, ahora que la cantidad de gente en los espacios p¨²blicos ha disminuido, ahora que los coches est¨¢n estacionados, ahora que los ruidos han cesado en la vida diaria se forma un nuevo sonido. Ahora mismo escucho p¨¢jaros, una licuadora, un radio en una estaci¨®n con m¨²sica noventera y ni?os gritando y jugando desde el confinamiento en horario escolar. Quiz¨¢s en eso se parecen los escenarios urbanos al lenguaje, nunca hay silencios en el lenguaje. Con las palabras podemos decir, describir el silencio, pero no hay silencios como tal, como tampoco hoy hay silencios ni vac¨ªos en las calles, como lo dice uno de mis poemas favoritos, una de mis poetas favoritas, Wislawa Szymborska: ¡°Cuando pronuncio la palabra Silencio, lo destruyo.¡± Y tal vez eso es lo que hace este nuevo silencio en las ciudades en las que vivimos.
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