Fr¨¦d¨¦ric Beigbeder: ¡°La m¨ªa va a ser una de las ¨²ltimas generaciones mortales del planeta, lo que resulta un honor, pero tambi¨¦n una mierda¡±.
El eterno enfant terrible de las letras francesas publica en espa?ol 'Una vida sin fin?, su gran obra crepuscular, m¨¢s de 300 p¨¢ginas dedicadas a la muerte y a la inmortalidad
Fr¨¦d¨¦ric Beigbeder se recuerda con 30 a?os asomado al v¨¦rtigo de la vida, ¡°durmiendo con modelos guap¨ªsimas, probando todas las drogas, exprimiendo la noche¡±, renunciando a su rutilante carrera de publicista y escribiendo novelas viscerales, como El amor dura tres a?os o 13,99 euros, que hicieron mucho ruido y lo auparon al trono de joven turco de las letras francesas.
De eso hace ya 25 a?os, un cuarto de siglo que a este parisino de origen bearn¨¦s se le ha pasado en un suspiro. ¡°Yo era un narcisista infeliz¡±, nos cuenta hoy en el Instituto Franc¨¦s de Barcelona, al que ha acudido a presentar la edici¨®n en castellano de Una vida sin fin (Anagrama), su gran novela crepuscular, m¨¢s de 300 p¨¢ginas dedicadas a la muerte. ¡°Si pudiese hablar con el Fred de 30 a?os, le dir¨ªa, que se tranquilizase, que se quisiese un poco m¨¢s, que la vida es una carrera de fondo y que no se llega a ninguna parte huyendo de uno mismo. Le dir¨ªa tambi¨¦n que maltratase un poco menos el cuerpo que compartimos y que es la herramienta que yo necesito ahora para seguir viviendo y escribiendo¡±.
Una vida sin fin parte de una de esas certezas irrevocables que a los 30 a?os no nos tomamos del todo en serio: todos moriremos alg¨²n d¨ªa. La novela empez¨® a germinar hace cuatro a?os, cuando su hija menor le desarm¨® con una pregunta a bocajarro: ?Pap¨¢, t¨² y yo tambi¨¦n nos moriremos? ¡°Lo cuento en la novela y ocurri¨® tal cual. Ment¨ª como un bellaco, le di una respuesta que es el colmo de la inmadurez. Le dije que, aunque es cierto que la gente se viene muriendo desde el principio de los tiempos, ella y yo vivir¨ªamos para siempre¡±.
¡°Se cruzar¨¢n todas las barreras morales concebibles, por supuesto. Como ha hecho siempre la gente asquerosamente rica¡±.
En cierto sentido, su libro es el intento de justificar esa mentira no del todo piadosa. ¡°La conversaci¨®n con mi hija despert¨® mi inter¨¦s por lo que llamo la ciencia de la inmortalidad. Transfusiones de sangre, secuencias de ADN, c¨¦lulas madre, transhumanismo¡ Identifiqu¨¦ hasta ocho campos del conocimiento cient¨ªfico en que la inmortalidad o, al menos, una vida mucho m¨¢s larga que la actual, parecen ahora mismo un horizonte plausible¡±. Novela de ciencia no-ficci¨®n, con retazos de autobiograf¨ªa y de cr¨®nica period¨ªstica, Una vida sin fin narra un periplo de a?o medio por lugares como Jerusal¨¦n, Nueva York o Ginebra, a los que acude para entrevistarse con los gur¨²s de la inmortalidad, cient¨ªficos capaces de reprogramar nuestras c¨¦lulas, implantarnos un nuevo est¨®mago hecho con una impresora 3D o hacer uso de la inteligencia artificial para transformarnos en una ins¨®lita fusi¨®n de hombre y m¨¢quina.
¡°Les propuse convertirlos en personajes de una novela a cambio de que compartiesen sus conocimientos con un completo profano como yo. Muchos de ellos, supongo que los m¨¢s locos y los m¨¢s curiosos, aceptaron entrar con el juego porque se sienten como debi¨® sentirse Crist¨®bal Col¨®n: han descubierto Am¨¦rica, se han asomado a una nueva realidad asombrosa y necesitan compartir su descubrimiento con el resto del mundo¡±.
Tras entrevistarse con ellos, Beigbeder lleg¨® a una conclusi¨®n inquietante: ¡°Voy a llegar tarde a mi cita con la inmortalidad¡±, deja caer con humor corrosivo, ¡°los que lleguen en buen estado de salud a 2050 vivir¨¢n hasta los 300 a?os o ya nunca morir¨¢n, pero la m¨ªa, la de los nacidos en los sesenta, va a ser una de las ¨²ltimas generaciones mortales del planeta, lo que resulta un honor, pero tambi¨¦n una mierda¡±.
La novela fue un ¨¦xito editorial en Francia, pero su autor lamenta que apenas generase un verdadero debate. ¡°Supongo que mi reputaci¨®n de escritor kamikaze hace que resulte complicado que me tomen en serio¡±, bromea, ¡°pero tarde o temprano tendremos que dar una respuesta a las cuestiones ¨¦ticas, cient¨ªficas y pol¨ªticas que planteo¡±.
¡°Ahora vivo en el campo, cerca de Biarritz, en una casa rural con jard¨ªn. He optado por una vida familiar, lejos del ruido y en contacto con la naturaleza¡±.
Por ejemplo, si las terapias de rejuvenecimiento por transfusi¨®n sangu¨ªnea convierten la sangre de los j¨®venes en una valiosa mercanc¨ªa, no cabe duda de que los ancianos multimillonarios estar¨¢n dispuestos a gastarse aut¨¦nticas fortunas en acapararla. ¡°Y cruzar¨¢n todas las barreras morales concebibles, por supuesto¡±, a?ade Beigbeder, ¡°como ha hecho siempre la gente asquerosamente rica¡±.
Aunque el debate principal tal vez sea si merece la pena perseguir la inmortalidad individual a trav¨¦s de la ciencia cuando es el futuro de todo el g¨¦nero humano y del planeta Tierra lo que est¨¢ en peligro. ¡°Muchos de mis interlocutores insistieron en esta cuesti¨®n¡±, concede el escritor, ¡°estamos embarcando en un pulso fren¨¦tico por ver qui¨¦n sobrevive a qui¨¦n, si el planeta es capaz de librarse de nosotros o si acabamos destruy¨¦ndolo y emigramos a otra galaxia llev¨¢ndonos nuestro instinto depredador¡±.
Desde que escribi¨® Una vida sin fin, Beigbeder ha experimentado profundos cambios vitales. ¡°Ahora vivo en el campo, cerca de Biarritz, en una casa rural con jard¨ªn en la que cultivo mis propias fresas. Pronto tendr¨¦ mi propio huerto de c¨ªtricos. He optado por una vida familiar, lejos del ruido y en contacto con la naturaleza¡±.
No se arrepiente del hedonismo de sus a?os salvajes (¡°la ¨²nica forma de remordimiento que conozco es la resaca¡±, nos cuenta), pero s¨ª ha llegado a conclusiones que no hace mucho le hubiesen parecido inaceptables: ¡°Los jipis ten¨ªan raz¨®n. Ya hace 60 a?os que plantearon la necesidad de llevar una vida m¨¢s simple y aut¨¦ntica¡±.
¡°Al Beigbeder de hace 25 a?os le dir¨ªa tambi¨¦n que el reto no consiste en vivir para siempre, sino en vivir con plenitud y envejecer de manera digna¡±
Ha abrazado una nueva filosof¨ªa pol¨ªtica que define con humor y sin tapujos como fascismo verde: ¡°?Hay tantas cosas que prohibir¨ªa! Siempre he defendido la libertad, pero ha llegado un momento en que nuestras elecciones cotidianas nos llevan al desastre. ?Por qu¨¦ las botellas de agua que acaban de traernos son de pl¨¢stico? ?En 2020! Como consumidores, podemos hacer activismo pol¨ªtico y castigar a trav¨¦s de la cesta de la compra a las empresas que se comportan de manera irresponsable, pero no soy ning¨²n ingenuo: he sido creativo publicitario, s¨¦ perfectamente c¨®mo nos manipulan y que somos demasiado fr¨¢giles psicol¨®gicamente para resistirnos a la compulsi¨®n de consumir y de ganar dinero. El cambio de h¨¢bitos que necesitamos debe imponerse por ley o no se producir¨¢ nunca¡±. Son las conclusiones de un hombre que tiene tres hijos y que, por tanto, siente la responsabilidad de trabajar por el futuro: ¡°Sencillamente, no puedo permitirme el lujo de ser pesimista¡±.
Sus hijos tal vez llegar¨¢n a conocer la inmortalidad, pero ¨¦l intuye que el precio a pagar ser¨¢ ¡°dejar de ser completamente humanos para convertirse en otra cosa¡±. ?No vale la pena? Al Beigbeder de hace 25 a?os le dir¨ªa tambi¨¦n ¡°que el reto no consiste en vivir para siempre, sino en vivir con plenitud y envejecer de manera digna¡±. Lo que las c¨¦lulas madre no pueden hacer por ti tal vez puedan hacerlo ¡°el amor, la familia, el activismo, la filosof¨ªa¡¡±. O la literatura, esa inmortalidad de bolsillo. ¡°Aunque tampoco me hago grandes ilusiones en ese sentido¡±, remata jocoso Beigbeder, ¡°me conformar¨ªa con que mis libros me sobreviviesen 20 a?os".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.