Doble convicci¨®n
Sin un acuerdo amplio no se podr¨¢n afrontar los efectos de la pandemia
El presidente del Gobierno, Pedro S¨¢nchez, iniciar¨¢ esta semana una ronda de contactos con los partidos pol¨ªticos y los agentes sociales con vistas a concluir un acuerdo amplio para afrontar los efectos econ¨®micos y sociales provocados por la pandemia del coronavirus. Los recelos con los que ha sido acogida la propuesta, salvo por Ciudadanos y algunos grupos minoritarios, hacen abstracci¨®n de las dificultades que aguardan al pa¨ªs en los pr¨®ximos meses, imposibles de abordar si no es desde un programa pol¨ªtico de estabilidad y cooperaci¨®n.
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La urgencia por disponer de ese programa es el signo de este tiempo. Un signo que no exige recurrir a las hemerotecas para que cada grupo inflija rencorosamente a su rival el da?o pol¨ªtico que padeci¨®, sino extraer conjuntamente la lecci¨®n de que, en democracia, no todo vale, ni desde la oposici¨®n ni desde el Gobierno. No val¨ªa, desde luego, cuando el pa¨ªs se enfrentaba a dificultades mayores de su reciente historia democr¨¢tica, comenzando por el terrorismo. Y tampoco vale ahora, cuando la responsabilidad colectiva es afrontar una pandemia que est¨¢ poniendo en peligro la vida de los ciudadanos y el futuro de la econom¨ªa, y sacudiendo al mundo en sus cimientos.
Los paralelismos entre el acuerdo que necesita hoy la sociedad espa?ola y los Pactos de la Moncloa, alcanzados en 1977, no se refieren a los contenidos, sino a la altura de miras que cabe esperar de los l¨ªderes pol¨ªticos. Los de entonces fueron capaces de acordar las medidas econ¨®micas que, conteniendo la inflaci¨®n desbocada por el alza en los precios del petr¨®leo, entre otras, facilitaron la creaci¨®n de las instituciones democr¨¢ticas llamadas a superar la divisi¨®n creada por la Guerra Civil. Con esas instituciones democr¨¢ticas consolidadas, resultar¨ªa inconcebible que, encadenados a la crispaci¨®n, los l¨ªderes actuales fracasaran en un entendimiento pol¨ªtico donde sus antecesores lograron una reconciliaci¨®n hist¨®rica, dejando atr¨¢s una dictadura.
El m¨¦todo de negociaci¨®n que sugiera el Ejecutivo ser¨¢ determinante para alcanzar el acuerdo, y, en este sentido, el anuncio de que el presidente S¨¢nchez celebrar¨¢ una primera ronda con cada partido por separado facilita, en teor¨ªa, el progreso de los contactos. Pero esa es solo la condici¨®n necesaria, puesto que la suficiente pasa, adem¨¢s, por la concreci¨®n del objetivo. Reconstruir el destrozo econ¨®mico y social que, adem¨¢s del humano, ha provocado la pandemia obliga a pactar pol¨ªticas extraordinarias dentro de las instituciones, no a reformar las instituciones con la coartada de esas pol¨ªticas. No se trata en ning¨²n caso de afirmar que la reforma no es posible, puesto que la Constituci¨®n misma lo admite, sino de que, hoy por hoy, no es la materia del pacto imprescindible.
La realidad pol¨ªtica que la declaraci¨®n del estado de alarma dej¨® en suspenso es la de unos Presupuestos prorrogados por tercer ejercicio consecutivo, as¨ª como los de unas negociaciones para aprobar los nuevos en las que las prioridades no siempre coincid¨ªan con las que ha impuesto la pandemia, tanto en orientaci¨®n como en intensidad. Y todo ello sobre el trasfondo de unas mayor¨ªas parlamentarias tal vez suficientes para sostener a un Ejecutivo en condiciones de normalidad, pero no para liderar sin vacilaciones el esfuerzo colectivo que se requiere ni para asegurar su continuidad m¨¢s all¨¢ de la actual legislatura si fuera necesario, y sea cual sea el partido que se encuentre en el Gobierno.
Apoyar un acuerdo parlamentario lo m¨¢s amplio posible en torno a unos nuevos Presupuestos que permitan crecer y no dejar a nadie en la cuneta responde a la convicci¨®n de que las pruebas que aguardan al pa¨ªs son extraordinariamente dolorosas. Pero tambi¨¦n a la de que el sistema institucional dispone de instrumentos eficaces y suficientes para hacerles frente desde todas y cada una de las Administraciones. Aunque eso s¨ª, a condici¨®n de que, tambi¨¦n, todos y cada uno de los l¨ªderes pol¨ªticos asuman como propia la tarea a la que se les convoca.
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