Pactos desde La Moncloa
Las decisiones que haya que tomar encontrar¨ªan mejor acomodo si se abordasen desde el acuerdo. La iniciativa debe partir del Gobierno, pero todos los agentes pol¨ªticos deben asumir sus responsabilidades
Ha resultado ser mucho m¨¢s grave que una simple gripe. Y podemos enzarzarnos en una est¨¦ril pelea por qui¨¦n dijo o qui¨¦n hizo qu¨¦ y cu¨¢ndo, buscando culpables de una epidemia mundial para la que nadie pod¨ªa estar preparado. Debemos llorar a los muertos, apoyar a sus familiares y agradecer los esfuerzos, m¨¢s all¨¢ de lo que exige el deber, de tantos y tantos colectivos, imprescindibles para garantizar una convivencia civilizada, con los sanitarios al frente. La pandemia ha sido lo m¨¢s grave que nos ha pasado desde la II Guerra Mundial. Por culpa de un virus, hemos vivido en Espa?a la mayor restricci¨®n a nuestras libertades individuales y el mayor y m¨¢s s¨²bito desplome de nuestra actividad econ¨®mica de los ¨²ltimos cuarenta a?os. Tenemos, pues, la obligaci¨®n de analizar lo ocurrido, extraer aprendizajes, esforzarnos para que los grandes sacrificios realizados durante ella sirvan para ser mejores en el futuro.
El virus, a pesar del aislamiento generalizado, nos ha hecho conscientes, de repente, de cu¨¢l es nuestra unidad esencial, el grupo b¨¢sico que nos configura y nos iguala como personas: ser seres humanos. Hemos descubierto que la sociedad existe como un todo superior a la suma de los individuos que la formamos, y que existe un inter¨¦s general al que, cuando es necesario, debemos subordinar los intereses particulares. El virus ha evidenciado, tambi¨¦n, cu¨¢nto necesitamos la ciencia, el conocimiento experto, el an¨¢lisis basado en datos, como fundamento de nuestras tomas racionales de decisiones.
Sus consecuencias nos obligar¨¢n a cambiar pol¨ªticas, comportamientos y actitudes. Deberemos hacerlo en muchos campos y, desde luego, al menos en torno a los siguientes asuntos:
Pol¨ªticas sanitarias. Desde la reforma y no desde el recorte, se debe fortalecer nuestro sistema nacional de salud y ello exigir¨¢ potenciar las pol¨ªticas preventivas de salud; redimensionar la atenci¨®n primaria frente a la hospitalaria; desarrollar la atenci¨®n sanitaria a enfermos cr¨®nicos, sin abandonar los agudos; impulsar la atenci¨®n domiciliaria bas¨¢ndose en el uso de las nuevas tecnolog¨ªas; dotar al sistema sanitario de personal suficiente, bien formado y bien retribuido; fomentar la investigaci¨®n en este campo.
Atenci¨®n a los mayores. Ahora que hemos descubierto d¨¦ficit oculto del cuidado a los mayores, la consideraci¨®n que merecen va mucho m¨¢s all¨¢ del debate sobre las pensiones para incluir las pol¨ªticas de atenci¨®n real a dependientes, la necesidad de m¨¢s y mejores residencias medicalizadas, el desarrollo de una verdadera red de asistencia domiciliaria.
En democracia nadie sustituye al Gobierno, ni puede obligarlo a aplicar un programa contrario a su proyecto
Impulso a la digitalizaci¨®n. El acceso a Internet y a los servicios de comunicaci¨®n asociados ha sido la caracter¨ªstica m¨¢s diferencial entre esta cuarentena respecto a otra que hubiera ocurrido hace tan solo veinte a?os. Hoy, las redes sociales, los webinars, los chats, Twitter, no s¨®lo permiten interrelacionarnos como nunca antes, sino que abren nuevas posibilidades para acceder desde casa a servicios como la compra de bienes y servicios, la informaci¨®n, la banca, las administraciones p¨²blicas, la sanidad, el trabajo, la educaci¨®n o el acceso a la cultura. Las pol¨ªticas de impulso al mundo digital, que incluye inteligencia artificial, rob¨®tica, control de datos, ciberseguridad, se han convertido en asuntos de la m¨¢xima prioridad.
Fortalecer la red de protecci¨®n social. La pandemia nos ha obligado a poner en marcha pol¨ªticas de sustituci¨®n de rentas (liquidez para empresarios, salarios para trabajadores) con una dimensi¨®n desconocida, a la vez que utiliz¨¢bamos nuevas medidas de flexibilidad laboral como los ERTE y los permisos retribuidos recuperables. Pero tambi¨¦n ha evidenciado que una gran cantidad de personas vulnerables se quedan fuera de los esquemas tradicionales de ayudas p¨²blicas a los m¨¢s desfavorecidos. Incorporar un ingreso m¨ªnimo vital vinculado al estado de necesidad puede ser una parte de la soluci¨®n.
Una nueva articulaci¨®n entre lo p¨²blico y lo privado. Hemos visto, en esta emergencia, c¨®mo surg¨ªa una nueva alianza entre el Estado y las empresas globales a la hora de buscar suministros en los mercados internacionales, prestar atenci¨®n sanitaria a los enfermos, facilitar el acceso a la liquidez de empresas y aut¨®nomos. Muchas empresas han demostrado que no se deben, en exclusiva, a sus accionistas, sino que tambi¨¦n atienden sus responsabilidades frente a sus trabajadores, clientes, proveedores y sociedad en su conjunto. Y el Estado se ha mostrado solidario al aplicar moratorias de impuestos o dar avales en cr¨¦ditos a empresas. Hemos sentido, tambi¨¦n, la necesidad de revisar una pol¨ªtica de establecimiento de reservas estrat¨¦gicas. Estimular la inversi¨®n privada para que vuelva a crear empleo, en la cantidad y calidad necesarias, ser¨¢ fundamental tras la pandemia.
No sabemos si los acuerdos ser¨¢n factibles. Pero de serlo, nuestro sistema pol¨ªtico ganar¨¢ legitimidad
Financiaci¨®n solidaria de todo esto. Ninguna de las tareas necesarias para la reconstrucci¨®n tras la pandemia se podr¨¢ hacer sin cuatro requisitos: un Estado m¨¢s fuerte, un sector privado m¨¢s din¨¢mico, una sociedad m¨¢s digitalizada y una red de protecci¨®n social m¨¢s s¨®lida. Tambi¨¦n necesitamos un sistema fiscal justo y suficiente para financiar las necesidades que vamos a tener. Y tambi¨¦n un sistema de financiaci¨®n auton¨®mica estable, suficiente, solidario y corresponsable que contribuya a la igualdad de los ciudadanos y a la coordinaci¨®n coherente de las partes que integran el Estado Auton¨®mico y sirva para abordar el elevado d¨¦ficit y deuda p¨²blicos que la crisis nos dejar¨¢ como herencia inevitable.
Hay, pues, muchas tareas para iniciar la reconstrucci¨®n aprovechando lo aprendido durante la pandemia y para tomar las decisiones que la hagan efectiva.
En todos los pa¨ªses esas decisiones las debe tomar el Gobierno. Para eso est¨¢ y para eso tiene la legitimidad de haber sido elegido por los ciudadanos. Nadie, en democracia, puede sustituirle. Esa es su obligaci¨®n y tambi¨¦n su derecho, pues a ¨¦l le atribuye la Constituci¨®n la direcci¨®n de la pol¨ªtica y nadie puede obligar a un Gobierno a aplicar un programa contrario a su proyecto.
Pero en circunstancias excepcionales, como las que vivimos, las decisiones que haya que tomar encontrar¨ªan mejor acomodo si se abordasen desde la l¨®gica del acuerdo y del pacto pol¨ªtico-social, y no desde la desconfianza y la confrontaci¨®n. La iniciativa, las propuestas, el empuje y el talante para conseguir el cambio de l¨®gica deben partir del Gobierno. Pero todos los agentes pol¨ªticos y sociales deben asumir sus responsabilidades y ofrecer propuestas de equilibrio porque esto es asunto de todos.
El camino requiere coincidir en el procedimiento (propuestas que no exijan lo que se sabe que ¡°el otro¡± no puede admitir) y en la actitud (voluntad de acuerdo). Hoy no necesitamos hacer viable una democracia consolidada, sino lograr la mejor recuperaci¨®n, la m¨¢s s¨®lida, m¨¢s justa y m¨¢s r¨¢pida posible. No sabemos si los acuerdos ser¨¢n factibles. Pero de serlo, nuestro sistema pol¨ªtico ganar¨¢ legitimidad y apoyo ciudadano frente a los populismos. No tienen por qu¨¦ ser, en contenido, como los Pactos de La Moncloa de 1977. Pero s¨ª sabemos que o son Pactos impulsados desde La Moncloa, o no ser¨¢n.
Jos¨¦ Enrique Serrano es exdirector del Gabinete de Presidencia de Gobierno, y Jordi Sevilla, exministro de Administraciones P¨²blicas.
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