El profesor ante la cuarentena
Estoy obligado a dar mi clase por Internet y no puedo. Preciso de mi aula, de mis alumnos, del calor de esa secreta comuni¨®n entre el que ense?a y el que aprende. Hay algo de magia, dignidad y amor en la sublime funci¨®n del maestro, cuyo fin es que en una clase que bulle o bosteza, se produzca el peque?o milagro del conocimiento; penetrar la mente esponjosa de un alumno y sembrar una idea, plantear una duda o suscitar una pregunta. Entonces lo dem¨¢s es superfluo, la mec¨¢nica enmudece y respira la palabra. Pensar en libertad, volar y arriesgar, atreverse a pensar por uno mismo, sin tutores ni muletas, ni m¨¢quinas que nos vigilen. Es la historia m¨¢s bella de la ense?anza. Estoy obligado a hacer mi clase por Internet y no puedo.
Jordi Verdaguer Vila-Sivill. Barcelona
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