Las misiones cubanas
Cuba no representa un peligro para nadie, salvo para los propios cubanos, y sus m¨¦dicos, en medio del desastre, parecen todav¨ªa portar algo que el mundo necesita
Cuba ha diseminado por el mundo sus m¨¦dicos y especialistas de la salud en temporada de coronavirus. Han llegado a todas partes, desde M¨¦xico hasta Andorra, en grupos numerosos o reducidos, a trav¨¦s de distintos acuerdos o convenios. El despliegue informativo que suele rodearlos, sea desde la apolog¨ªa o la condena, dif¨ªcilmente logra hacerles justicia alguna vez, mientras ellos parecen moverse entre el ascetismo y la ¨¦pica.
Este tipo de acci¨®n humanitaria es la ¨²ltima carta pol¨ªtica y una de las pocas garant¨ªas econ¨®micas de cierta eficacia que todav¨ªa le queda al r¨¦gimen de La Habana. No debe haber para los gobernantes de la isla un tema m¨¢s sensible e importante que ese, una pieza que lustren de modo tan obsesivo con el pa?o de la propaganda. Es un tema cercano para m¨ª. Mis padres son m¨¦dicos, fueron a Angola en 1986, cuando terminaban la carrera. Casi 30 a?os despu¨¦s, escrib¨ª la cr¨®nica de Reinaldo Villafranca, un enfermero de un municipio perdido al Occidente del pa¨ªs que fue a Sierra Leona a combatir el ¨¦bola y muri¨® de paludismo.
Nunca he vuelto a sentir como esa vez la furia del Estado cubano, su disgusto e impotencia porque se hubiera publicado la historia de un hombre cuya vida conclu¨ªa con un punto de heroicidad, pero cuyo recorrido atentaba contra las maneras en que el relato oficial ha estado dispuesto a entender y, groseramente, a manipular estas frecuentes proezas.
Seg¨²n la interpretaci¨®n autorizada, la figura del h¨¦roe es culminante y absoluta, y su pasado, en cuanto adquiere dicha condici¨®n, es diligentemente extirpado y suprimido. Un h¨¦roe no fue ni podr¨ªa haber sido nunca otra cosa que lo que termin¨® siendo. El m¨¢rtir anula al hombre, lo apu?ala, y, m¨¢s importante a¨²n, el h¨¦roe es un instrumento que pierde cualquier tipo de significaci¨®n propia. Su acto altruista, a saber, la ofrenda de su vida, es solo la expresi¨®n puntual que adopta por un momento la verdadera instituci¨®n de la solidaridad genuina, la Revoluci¨®n magn¨¢nima y su probada vocaci¨®n de sacrificio.
Villafranca era pobre, negro, gay, nunca la tuvo f¨¢cil, y se fue a ?frica a fines de 2014 porque con los ahorros de la misi¨®n pensaba comprarse una casa nueva e independizarse por primera vez de su familia. Ten¨ªa 43 a?os. Revelar los pormenores magn¨ªficos de esa vida, o de cualquier otra experiencia particular de los m¨¦dicos cubanos internacionalistas, sus prop¨®sitos e intenciones m¨¢s justificadas y comprensibles, es una suerte de blasfemia para el r¨¦gimen cubano, incluso de traici¨®n, y lo es porque de esa manera la persona recupera su condici¨®n individual plena, sus rasgos altruistas le son restituidos como parte de una complejidad imperfecta y no de una abstracci¨®n manipulada, y tambi¨¦n la completa conciencia y determinaci¨®n sobre sus decisiones y actos.
La m¨¢quina de propaganda tiene que devolver as¨ª el capital que ha robado y que ha pretendido monopolizar. Ese capital es la conciencia del bien aparentemente en manos del poder. Los voluntarios de la salud ya no ser¨ªan m¨¢s fichas u objetos a los cuales solo los mueve una voluntad superior que les pone banderitas de papel en las manos para que las agiten como monigotes ante la prensa, cuando lleguen a los aeropuertos del mundo.
Puede decirse que estos m¨¦dicos y profesionales de la salud han crecido dentro de una cultura capaz de entregarles, envuelto en el papel celof¨¢n de la doctrina, un paquete de valores que les permite luego entrar en zonas de riesgo para curar desconocidos a miles de kil¨®metros de sus casas, pero lo que hay que saber es que estas misiones no responden hoy a un sentido hist¨®rico de la justicia, a una pr¨¢ctica pol¨ªtica de la hermandad, ni a ning¨²n otro tipo de convicci¨®n destacable de un Estado secular, sino que Cuba, el pa¨ªs en may¨²sculas, funciona m¨¢s bien en t¨¦rminos reaccionariamente caritativos, como una especie de Teresa de Calcuta del comunismo.
Esa comparaci¨®n no es ociosa, puesto que detr¨¢s solo hay un benefactor, un se?or todopoderoso que, como Dios, es tambi¨¦n el portador exclusivo de la bondad y un dispositivo del mal: Fidel Castro. Similar a la instituci¨®n cat¨®lica, Cuba reparte bendiciones para afuera, se entrega en paseos de domingo a los feligreses que quieren besar todav¨ªa los huesos viejos y fr¨ªos de la cadav¨¦rica mano estalinista, pero viola a sus disc¨ªpulos de puertas hacia adentro.
Lo que vuelve a estas misiones un acto hip¨®crita a nivel gubernamental es el enconado desprecio, tantas veces gratuito, con que el r¨¦gimen trata a sus profesionales de la salud, como una fuerza de trabajo cuasi feudal o como un cuerpo militar con libertades sumamente restringidas o nulas. Bajo la excusa (falsa) de que han sido formados de manera gratuita, y teniendo que pagar la condena de una educaci¨®n p¨²blica que es presentada como un regalo o una deferencia del Gobierno, y no como un derecho universal, los m¨¦dicos cubanos que viajan a otros pa¨ªses responden a contratos de los cuales reciben una ¨ªnfima parte de las ganancias, y sobre los que no tienen ning¨²n poder de decisi¨®n.
Si uno de ellos decide escapar de la asfixia de una delegaci¨®n oficial, no puede volver a Cuba en ocho a?os. Esto, sin embargo, es visto como un avance, porque antes de las reformas migratorias iniciadas en 2013 no pod¨ªan volver nunca. Tanto peso sobre sus espaldas se debe a que tienen tambi¨¦n que sostener, junto al turismo y el env¨ªo de remesas, la diezmada econom¨ªa del pa¨ªs, como si salvar vidas resultara poco. Igualmente, buena parte de la prensa occidental los cataloga agentes del castrismo, portadores de un virus ideol¨®gico que transmitir¨ªan de modo sutil a trav¨¦s de sus fachadas profesionales. Estos ataques, en su mayor¨ªa, son est¨¦riles, pues casi siempre la gente los recibe con suma emoci¨®n y agradecimiento. En efecto, ?qu¨¦ puede cualquier juicio o tesis ante alguien que salva una vida?
El error de interpretar la naturaleza de tales misiones solo como el env¨ªo de soldados de bata blanca del r¨¦gimen cubano, es decir, de interpretarlos de la misma manera en que el r¨¦gimen los concibe a ellos, es que ignora el m¨¦rito individual, la solidaridad como una reserva latente en la ¨¦tica m¨¦dica y en el c¨®digo laboral de estos especialistas, aun cuando el sistema pol¨ªtico que los representa haya corrompido dichos valores y convertido el altruismo en un aparato demag¨®gico de generar propaganda y buena prensa, nada distante de la filantrop¨ªa capitalista m¨¢s vulgar.
Ese gesto, sin embargo, desconocido por la l¨®gica neoliberal, debiera ser rescatado para un mundo cuya relaci¨®n consigo mismo, despu¨¦s del coronavirus, tendr¨ªa por fuerza que cambiar. El gesto, digamos, t¨¦cnicamente solidario, un acto socialista cargado para el futuro de un sentido ¨ªntegro, y no sostenido, como en el caso de Cuba, por la ideolog¨ªa del socialismo realmente existente, que utiliza la fachada humanitaria como un cr¨¦dito ante la comunidad internacional para cometer desmanes y negar esa misma pr¨¢ctica democr¨¢tica en la oscuridad nacional. Ser¨ªa como agarrar un objeto de valor y sacudirle la suciedad que lo rodea.
Pongo un ejemplo. La delegaci¨®n de 52 m¨¦dicos cubanos especializados en enfermedades infecciosas, que a fines de marzo ¨²ltimo lleg¨® a Mil¨¢n, fue recibida con los brazos abiertos. Apenas unos d¨ªas antes, Maurizio Massari, un alto representante de Italia en la Uni¨®n Europea, declaraba que su pa¨ªs ya hab¨ªa pedido a la entidad activar el mecanismo que suministrar¨ªa "equipos m¨¦dicos para la protecci¨®n individual", pero ning¨²n miembro de la comunidad hab¨ªa respondido hasta el momento. "Ciertamente, esta no es una buena se?al de solidaridad europea", concluy¨®.
Dice Occidente condenar el comunismo cubano, pero es Occidente funcional al comunismo cubano, y de muchas maneras necesita que se mantenga en su estado actual. Manso, pero vivo. Catal¨¦ptico, pero todav¨ªa con alg¨²n tipo de presencia activa en la geopol¨ªtica regional. Cuba no representa un peligro para nadie, salvo para los propios cubanos, y sus m¨¦dicos, en medio del desastre, parecen todav¨ªa portar algo que el mundo necesita.
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