El dardo en la palabra
El lenguaje acartonado de la pol¨ªtica contempor¨¢nea es siempre exasperante. Pero en situaciones de crisis lo es m¨¢s
El presidente del Gobierno sufre de conjuntivitis: en vez de decir ciudadan¨ªa o espa?oles prefiere decir conjunto de la ciudadan¨ªa o conjunto de los espa?oles. Es un ejemplo banal de ¡°lengua de madera¡±, como llaman los franceses a la verborrea pol¨ªtica. La palabra ¡°conjunto¡± no aporta nada. El lenguaje acartonado de la pol¨ªtica contempor¨¢nea es siempre exasperante. Pero en situaciones de crisis lo es m¨¢s. Las intervenciones de Pedro S¨¢nchez sobre la covid-19 son las de un actor haciendo de presidente. Encadena frases hechas y escenifica una falsa solemnidad. No se le da especialmente bien dar el p¨¦same. Como ha se?alado el periodista Jos¨¦ Antonio Zarzalejos, ¡°es un hombre fr¨ªo y, sin negar en absoluto el sentimiento que le produce la tragedia, no dispone de habilidades para provocar vibraciones de emotividad¡±. A veces da la sensaci¨®n de que le asusta dirigirse a la ciudadan¨ªa.
No encuentra el tono, pasa r¨¢pidamente de la ¨¦pica a la compasi¨®n y combina una enumeraci¨®n casi burocr¨¢tica con un intento de cercan¨ªa. Tambi¨¦n alarga demasiado sus intervenciones y es ambiguo. Un ejemplo menor: cuando anunci¨® el desconfinamiento de los ni?os, no pronunci¨® primero ni?os sino expresiones como ¡°nuestros m¨¢s peque?os¡±. Quiso a?adir el pathos antes que la informaci¨®n. Un ejemplo mayor: cuando el Gobierno anunci¨® que algunos empleados no esenciales podr¨ªan volver a trabajar, dio m¨¢s importancia a las instrucciones sobre c¨®mo proceder (distancia de seguridad, lavado de manos, incluso indic¨® a qu¨¦ grados lavar la ropa de trabajo en la lavadora) que a informar qui¨¦nes exactamente ten¨ªan que volver a trabajar.
Un consejo ¨²til para ser m¨¢s claro en pol¨ªtica (especialmente en el Gobierno) es pensar que tus palabras tienen consecuencias jur¨ªdicas o econ¨®micas, no solo medi¨¢ticas. Una de las reglas de oro de medios como el Financial Times o The Economist es la escritura meridianamente clara e incluso repetitiva, por una sencilla raz¨®n: muchos de sus lectores invierten su dinero a partir de sus informaciones. Otro ejemplo son los manuales de estilo para ingenieros. En los a?os ochenta, la industria aeroespacial anglosajona elabor¨® manuales muy espec¨ªficos, con un lenguaje controlado, que determinaban qu¨¦ conceptos usar. Ese ingl¨¦s simple (Simplified Technical English) se extendi¨® a muchas otras profesiones t¨¦cnicas. Una palabra incorrecta o una figura ret¨®rica abstracta en un manual sobre un reactor de avi¨®n tienen unas enormes consecuencias.
Es obvio que el lenguaje de la pol¨ªtica no deber¨ªa pasar de la lengua de madera a la comunicaci¨®n cient¨ªfica (de hecho, este Gobierno ¨²ltimamente se parapeta demasiado tras la ¡°ciencia¡±). El lenguaje pol¨ªtico es tambi¨¦n pathos. Pero quiz¨¢ la comunicaci¨®n en crisis deber¨ªa seguir la l¨®gica que hay detr¨¢s de los manuales de estilo claro. Los pol¨ªticos del establishment tambi¨¦n pueden aprender algo de sus n¨¦mesis populistas y su lenguaje simple. Como ha escrito Simon Kuper, ¡°muchos de los populistas actuales vienen de los medios de comunicaci¨®n (Trump, Berlusconi, Boris Johnson, Puigdemont). Saben comunicar¡±. En vez de usar el poder del Estado para perseguir las fake news, el Gobierno puede luchar contra ellas comunicando mejor.
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