Un horizonte
Es preciso un gran pacto pol¨ªtico que nos devuelva la confianza en el Estado de derecho
Lo estamos viendo. El que m¨¢s sufre no es el tirano ni el malvado, y los hay por todas partes, y ellos tambi¨¦n son humanidad y de eso debemos partir si queremos vivir en una sociedad libre, justa y en paz.
Los humanos no somos buenos por naturaleza, nacemos sin principios y somos capaces de todo, por eso necesitamos polic¨ªas y tribunales. La idea de que la maldad y la desigualdad entre los hombres es efecto de la sociedad, que la pol¨ªtica es la pervertidora, es una idea demasiado rom¨¢ntica.
No es as¨ª. La humanidad soporta cualquier realidad. ?C¨®mo podr¨ªa decirlo? Somos muy d¨²ctiles; si las circunstancias se prestan, con facilidad pasamos de la bondad al odio y de v¨ªctima a verdugo. Ahora bien, tambi¨¦n comprobamos que los mismos sinverg¨¹enzas y tiranos, con otra educaci¨®n, con ilustraci¨®n, en otras condiciones, en democracia son capaces de virtud y bondad, y los corruptos, de generosidad y honestidad.
No, no es la pol¨ªtica la que provoca los conflictos, sino la naturaleza humana, y la pol¨ªtica resulta imprescindible para domesticarnos antes de que nos devoremos. Lo estamos viviendo, nuestros derechos no son nada sin hospitales y escuelas p¨²blicas, sin Gobiernos y Parlamentos que impongan l¨ªmites y prohibiciones, no siempre razonables y a veces injustas, pero sin duda necesarias para poder continuar. El Estado democr¨¢tico es el soporte f¨ªsico de un poder social que ejercen las personas elegidas y nombradas y ellas son las responsables de que el invento no se convierta en un juguete o, peor, en una monstruosidad.
Pero hemos entrado en el tiempo del futuro y el mundo es un campo de batalla que va a su aire, y la mayor¨ªa de pa¨ªses se muestran incapaces de seguir el paso. La f¨¢brica de emitir ¨®rdenes, el viejo y gastado Leviat¨¢n, no funciona bien. Nuestras actuales instituciones democr¨¢ticas, que no son ideales pero s¨ª necesarias, imprescindibles, han entrado en un proceso de fragilidad, de ineficiencia, que parece imparable, y revolotean desesperadas mientras languidecen, y sin embargo necesitamos m¨¢s que nunca que sigan haciendo el mismo trabajo porque no disponemos de un invento mejor que asegure nuestros derechos.
Entonces, no nos queda m¨¢s remedio que reforzarlo, actualizarlo. No veo otro camino, no hay marcha atr¨¢s, no es posible detener y menos invertir el proceso de globalizaci¨®n y me temo que la gobernanza global, la ¡°Constituci¨®n de la tierra¡±, se va a demorar un poco. ?Qu¨¦ nos queda? Pues resistir. Y para resistir hay que reformar, y la pol¨ªtica es la ¨²nica salida.
El Estado democr¨¢tico debe tomar un papel m¨¢s activo en la defensa de nuestros derechos, organizando y garantizando el huerto com¨²n: la educaci¨®n, la sanidad, el aire que respiramos, el agua que bebemos, los bosques¡ debe, en fin, garantizar unas condiciones b¨¢sicas que reduzcan los desequilibrios. Y cuando digo Estado tambi¨¦n estoy diciendo Uni¨®n Europea, ya no podemos vivir unos sin los otros. Y ?ojo!, porque el punto de no retorno no se ve hasta que est¨¢ demasiado cerca. Las reformas que no se hagan marcar¨¢n el futuro.
Ahora bien, para salir del pozo, para actualizar y reforzar las instituciones del Estado democr¨¢tico se requiere algo m¨¢s y quiz¨¢ m¨¢s dif¨ªcil. La democracia necesita que le devuelvan la vida, necesita recuperar el ¡°car¨¢cter¡±, la confianza, porque el cambio de ¨¦poca tambi¨¦n ha desgastado los valores, los ideales que han fundamentado e impulsado el comportamiento democr¨¢tico. No es solo una crisis institucional, es el principio de la derrota del pensamiento democr¨¢tico. Nos estamos quedando sin horizonte, sin programa, y la pol¨ªtica se ha convertido en un juego de palabras y solo sirve para decirnos lo que es evidente, y la pol¨ªtica tiene sentido si inventa nuevas perspectivas.
Y ?qui¨¦n no lo sabe? Mientras la democracia se vac¨ªa crece la ansiedad y el miedo a que nadie responda y con el miedo regresan los autoritarismos con sus ideales absolutos que niegan la realidad con el mayor descaro, acusan al otro de lo que ellos hacen, se presentan como defensores de lo que combaten y transforman los derechos m¨¢s esenciales en humo. En fin, dicen amar a su patria y son los que m¨¢s da?o le han causado. Pero ah¨ª est¨¢n de nuevo preparados para dar el salto y llevarnos al valle de l¨¢grimas.
?Qu¨¦ podemos hacer para que esto no pase? Al igual que la enfermedad se siente m¨¢s que la salud, la desgracia nos une m¨¢s que la felicidad y quiz¨¢ este retiro obligatorio nos ayuda a recuperar fuerzas y a mirar el mundo de otra manera, y a sentir la necesidad del cambio y, ?por qu¨¦ no?, quiz¨¢ nos despertemos con un gran pacto pol¨ªtico que nos devuelva la confianza en el Estado de derecho, que es tanto como decir confianza en los dirigentes y en la pol¨ªtica.
?D¨®nde est¨¢ la sabidur¨ªa perdida entre tanto conocimiento?
Antonio Rovira es catedr¨¢tico de Derecho Constitucional y director del m¨¢ster en Gobernanza y Derechos Humanos (C¨¢tedra J. Polanco. UAM/Fundaci¨®n Santillana).
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.