Aquella viejita tristeza
Existen concursos en los que ya tienes el premio pero hay que sortear el n¨²mero con el que te ha tocado
Otra cosa que tambi¨¦n me pasa a veces es olvidar algo que me estaba haciendo feliz o me estaba haciendo triste porque lo ha interrumpido una urgencia, y al terminar la urgencia me queda en el cuerpo la alegr¨ªa o la tristeza de antes, pero no soy capaz de identificar la raz¨®n. Y esos minutos, si la raz¨®n es la felicidad, los paso contento porque estoy intentando recordar una buena noticia, una buena sensaci¨®n, algo que me han dicho o he le¨ªdo, una cosa que de repente he sentido o un recuerdo agradable que ten¨ªa en la cabeza. O, si la raz¨®n es la tristeza, preocupado por lo contrario.
Hace dos horas, por ejemplo, fui a la cocina a ver qu¨¦ quedaba para hacer la comida. Pens¨¦ que ya hab¨ªamos comido unas carnes que mi madre trajo hace meses, pero las descubr¨ª en el congelador detr¨¢s de unas bolsas de guisantes que apart¨¦ entre insultos, mientras pensaba que en los congeladores y en la vida siempre hay un Materazzi cubriendo a Zidane. Entonces son¨® el tel¨¦fono, era una compa?era del peri¨®dico y habl¨¦ con ella 10 minutos, y cuando colgu¨¦ ten¨ªa una felicidad antigua, una peque?a alegr¨ªa anterior a la llamada, pero no recordaba por qu¨¦ (la comida) y durante segundos estuve tratando de averiguarlo, y aquello fue como participar en un concurso en el que ya tienes el premio pero hay que sortear el n¨²mero con el que te ha tocado.
Puede ser esto, tambi¨¦n, un gran detector de complejos y divertidas miserias personales, como cuando alguien te dice que te ve m¨¢s moreno, o te cuenta una crueldad de alguien muy est¨²pido, y lo olvidas porque algo m¨¢s importante ha requerido tu atenci¨®n, y cuando vuelves a esa peque?a felicidad tratas de recordar a qu¨¦ se debe, y aunque es una emoci¨®n inteligente que se grad¨²a sola, vas pensando motivos y al final llegas a una tonter¨ªa que resulta que te ha puesto tan feliz como la buena noticia de un m¨¦dico. Puedes contar o expresar emociones de acuerdo a su aceptaci¨®n social, pero por dentro sabes que te ha puesto tan feliz que alguien te haya dicho que te queda muy bien una camisa como que le haya encantado un trabajo que has hecho durante meses. Solo tienes que olvidar el motivo de la felicidad para saberlo.
Esas felicidades y tristezas que se quedan en el cuerpo aunque las interrumpas son como una emoci¨®n por defecto que vuelve al terminar algo. A veces hay una emoci¨®n muy grande sobre la que se construyen las dem¨¢s, por ejemplo, estar en un funeral y recibir el mensaje de tu agente para recordarte que han aceptado tu libro, y disipar por segundos la pena del funeral, salvo que est¨¦s enterrando al editor que lo ha aceptado.
Ahora la pandemia ha tra¨ªdo una tristeza por defecto que hace que haya momentos del d¨ªa especialmente luminosos que, al terminar, nos devuelvan a una pena muy definida, te¨®ricamente reconocible, que sin embargo no identificamos en el primer momento, en plan ¡°yo estaba jodido por algo¡±, y cuando caes en la cuenta de que es la misma pena aterradora del virus, y llevas con ella dos meses, en lo primero que piensas es: ¡°Qu¨¦ ganas de estar triste por otra cosa¡± o ¡°qu¨¦ ganas de estar triste y no saber por qu¨¦, pero saber al menos que ya no es esto¡±.
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