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Julieta Venegas: ¡°Mi pap¨¢ era esa figura de macho con todos los estereotipos posibles¡±

Leila Guerriero

Tras el ¨¦xito, 20 millones de discos vendidos y seis premios Grammy, la cantante mexicana par¨® en seco. Reencontr¨® la pasi¨®n por la m¨²sica en Buenos Aires, donde vive ahora. All¨ª pasamos varios d¨ªas de enero conversando con ella.

Julieta Venegas retratada el 20 de marzo en Coyoac¨¢n, Ciudad de M¨¦xico.
Julieta Venegas retratada el 20 de marzo en Coyoac¨¢n, Ciudad de M¨¦xico.Yvonne Venegas

Las cosas no estaban saliendo bien. No puede decirse que no estuvieran saliendo seg¨²n lo planeado porque no hab¨ªa plan. S¨®lo la idea un poco vol¨¢til, quiz¨¢s c¨¢ndida, de que viviendo all¨ª, en la Ciudad de M¨¦xico, podr¨ªa tocar ante un p¨²blico m¨¢s amplio que el que hab¨ªa tenido en los bares de Tijuana. Pero las cosas no estaban saliendo bien. Ganaba poco dinero dando clases de ingl¨¦s en empresas (bancos, farmac¨¦uticas), y hay que imaginarla menuda, 21 a?os, acomod¨¢ndose el pelo detr¨¢s de las orejas en un gesto que funciona hasta hoy como ant¨ªdoto contra la inseguridad o la timidez (igual que la risita compungida con que le quita importancia a frases que suenan sentenciosas, o con la que parece desestimar pudorosamente un comentario ingenuo), ense?ando gram¨¢tica y pronunciaci¨®n, pensando qu¨¦ hago aqu¨ª, esto no es lo que se supon¨ªa que iba a suceder. Pero ?qu¨¦ era lo que se supon¨ªa que iba a suceder? Hay que imaginarla saliendo de esas oficinas, yendo hasta el centro, pegando papeles donde pod¨ªa leerse un n¨²mero de tel¨¦fono, la frase ¡°Busco baterista¡± y su nombre, Julieta Venegas, una chica del norte, una fronteriza, una reci¨¦n llegada a la Ciudad de M¨¦xico a la que las cosas no le estaban saliendo bien, a la que no le alcanzaba el dinero ni para pagar el alquiler, y que un d¨ªa de Navidad, de visita en Tijuana, le dijo a su madre: ¡°?Sabes qu¨¦, mam¨¢? No me est¨¢ yendo bien, ya no s¨¦ si puedo seguir, no s¨¦ si es tan buena idea haberme ido¡±. Y hay que imaginar a su madre (en una conversaci¨®n que Julieta Venegas recuerda 30 a?os despu¨¦s, 20 millones de discos vendidos despu¨¦s, seis premios Grammy despu¨¦s, sentada en un departamento del barrio de Belgrano, en Buenos Aires, donde vive desde 2017, un departamento de dos habitaciones con una cocina sin ventanas, una heladera cuyo tama?o obtura el pasillo, una sala donde hay un piano, una guitarra, un ukelele, un acorde¨®n, dos bibliotecas, un sof¨¢ y absolutamente nada m¨¢s) dici¨¦ndole: ¡°Mi amor, tuviste los pantalones para irte. No regreses¡±.

¡ªLe dije: ¡°Mami, creo que me voy a volver¡±. Y mi madre volte¨® y me dijo: ¡°Yo toda la vida tuve el sue?o de ser artista. Nunca pude, no me dejaron. Ahora t¨² est¨¢s haci¨¦ndolo. Ya no regreses, mi amor¡±.

Y no regres¨®.

¡ª?Tr¨¢iganle una toalla a Julieta! ¡ªpide un t¨¦cnico que sale del ba?o donde se graba un video de Dom La Nena, chelista y cantante brasile?a que reside en Par¨ªs.

Pero esta tarde de enero de 2020, cuando a¨²n faltan dos meses para que se imponga un confinamiento obligatorio debido a la epidemia de coronavirus, con la ciudad de Buenos Aires a m¨¢s de 34 grados, Julieta Venegas sale del ba?o de un departamento antiguo recogi¨¦ndose el vestido negro, ri¨¦ndose y diciendo: ¡°No pasa nada, me encanta¡±.

¡ªVos decinos si hay algo que no quer¨¦s hacer ¡ªdice Dom La Nena, con una voz en la que se refleja la conciencia de que una de las mayores estrellas de la m¨²sica latinoamericana est¨¢ empapada porque la escena se grab¨® bajo la ducha.

¡ªNo pasa nada ¡ªdice Venegas, concentrada en no mojar el piso.

Lleg¨® a las cuatro y media de la tarde, acompa?ada de su hija Simona, de nueve a?os, cargando dos portatrajes y un bolso con ropa. Salud¨® a todos ¡ª¡°Hola, Julieta, encantada¡±¡ª, y la llevaron hasta un cuarto donde la peinadora le pregunt¨® c¨®mo quer¨ªa el pelo.

¡ªNo s¨¦, tengo un desastre. Quiz¨¢s un poco de forma, si no toma mucho tiempo.

Ahora, mientras se quita el vestido mojado, dice:

¡ªCuando volv¨ª a tocar, hace m¨¢s o menos un a?o, este vestido era mi uniforme, mi refugio, lo usaba para todo.

Cuando volvi¨® a tocar (despu¨¦s de un a?o sin hacerlo), lo hizo en el bar de la librer¨ªa Notanpuan, en San Isidro, zona norte del conurbano bonaerense, ante 50 personas que pagaron para verla 7 euros cada una.

Ocho ¨¢lbumes; giras ininterrumpidas desde 2004 y hasta 2017; escenarios y discos compartidos con artistas como Bebe, La Mala Rodr¨ªguez, Marisa Monte, Fito P¨¢ez, Kiko Veneno, Mon Laferte; seis premios Grammy; m¨¢s de 12 millones de discos vendidos seg¨²n la discogr¨¢fica Sony; m¨¢s de 20 millones seg¨²n Wikipedia. La definici¨®n del verbo ¡°dejar¡± es ¡°separarse o alejarse de una persona o cosa, temporal o definitivamente¡±. De todo eso se separ¨® o se alej¨® Julieta Venegas, temporal o definitivamente, cuando decidi¨® mudarse a Buenos Aires. Lo hizo como s¨®lo hace las cosas de trascendencia extraordinaria (casarse, migrar, tener un hijo): sin reflexi¨®n. Intempestivamente.

Mientras los t¨¦cnicos preparan el set para otra escena del v¨ªdeo, ella mira ese ir y venir burbujeante como si transcurriera en un mundo lejano y divertido, mientras dice que a su hija le gustan el sushi y la cultura japonesa, que la indigna que el presidente de M¨¦xico se refiera a las mujeres con estereotipos (¡°Dice que somos ¡®muy sensibles¡±). Usa una falda larga color p¨²rpura, impresionante. Lleva los labios pintados de un rojo sobrenatural. Parece, toda ella, un espl¨¦ndido zapato de charol.

¡ª?Quieres un t¨¦? ¡ªpregunta desde la cocina.

Su departamento en Buenos Aires no tiene ninguna particularidad, pero fue lo primero que consigui¨® para alquilar cuando con su pareja, Pablo Braun, due?o de la prestigiosa librer¨ªa Eterna Cadencia y fundador del FILBA, el Festival Internacional de Literatura de Buenos Aires, uno de los mayores eventos literarios del Cono Sur, decidieron dejar de vivir en la misma casa.

¡ªTengo t¨¦ verde, ?te gusta?

Vive aqu¨ª con su hija Simona y una gata, Mila. Usa una falda larga de jean, una camisola blanca con bordados mexicanos, zapatos chatos de cuero trenzado, un atuendo que variar¨¢ levemente a lo largo de semanas: los mismos zapatos y distinta blusa; la misma blusa, los mismos zapatos y un pantal¨®n. Se maquilla poco y a veces, como ahora, nada, pero cuando lo hace usa un labial rojo engre¨ªdo que suprime del rostro cierta severidad tr¨¢gica y lo reviste de un esplendor gallardo. Las cejas dibujan un estallido que hace pensar en hadas, chispas, entusiasmo. Habla muy r¨¢pido, en ocasiones con frases algo grandilocuentes, como ¡°creo mucho en los procesos y necesito integrar las diferentes partes de mi vida de manera tal que no tenga que disociarme¡±, etc¨¦tera, que forman un blindaje detr¨¢s del cual se arracima una intimidad apretada e impenetrable. En la sala, que termina en un balc¨®n en el que se ve un tendedero con ropa puesta a secar, hay dos bibliotecas con libros de Rachel Cusk, Ch¨¦jov, Foster Wallace, Lydia Davis, Lorrie Moore, Siri Hustvedt, de piso a techo. Lee todos los d¨ªas durante horas y, si no lo hace, se siente mal: ¡°Algo me pasa en el cerebro¡±.

¡°Con las decepciones amorosas adelgazo y me pongo superactiva. No caigo en la autoconmiseraci¨®n¡±

¡ªPongamos esta silla que me dio una amiga ¡ªdice, acercando una silla baja, de cuero y madera r¨²stica, para apoyar la tetera y las tazas.

Lo del t¨¦ verde no responde a ning¨²n culto a la alimentaci¨®n saludable.

¡ªAmo la comida chatarra. Mi mam¨¢ odia cocinar. Nos mandaba al colegio con la mantequilla de man¨ª, latitas, todo lo que los dem¨¢s ni?os no pod¨ªan. Y nos encantaba. Yo amo la comida r¨¢pida porque es el sabor de mi infancia. Para m¨ª la infancia es el burrito de Taco Bell. Burger King, Kentucky Fried Chicken, y la sopa enlatada Campbell. Con grumos.

¡ªVos eras vegetariana.

¡ªS¨ª, durante 17 a?os, pero ya no. Me encanta la carne.

Hay varios equ¨ªvocos en torno a Julieta Venegas, y la idea de que es vegetariana es uno de ellos. Otro consiste en que, por su aspecto menudo, su afabilidad humilde, se la asocia con el adjetivo ¡°fr¨¢gil¡±. En 1987, por una discusi¨®n, dej¨® de hablarle a su madre durante semanas (la mujer cursaba un embarazo). En 1989 su padre la ech¨® de casa y ella no volvi¨® en seis meses. En 2004, por un intercambio de opiniones, dej¨® de atenderle el tel¨¦fono a su hermana durante un a?o y medio. Fr¨¢gil.

Julieta Venegas retratada el 20 de marzo en Coyoac¨¢n, Ciudad de M¨¦xico.
Julieta Venegas retratada el 20 de marzo en Coyoac¨¢n, Ciudad de M¨¦xico.Yvonne Venegas

Sus padres ¡ªJulia Edith Percevault y Jos¨¦ Luis Venegas¡ª se conocieron en Tijuana. Ya casados, se mudaron a Los ?ngeles para que ¨¦l, fot¨®grafo, estudiara los avances de la fotograf¨ªa en color. Los cuatro primeros hijos nacieron all¨ª, en Long Beach; los dos restantes, en M¨¦xico. Son, en total, seis hermanos: un var¨®n y cinco mujeres, dos de ellas gemelas. Una se dedica a la m¨²sica; la otra, a la fotograf¨ªa. Una se llama Yvonne. La otra, Julieta.

¡ªEn Estados Unidos, a los beb¨¦s les ponen una etiquetita en la mano. Una dec¨ªa Gemela A y otra Gemela B. As¨ª las dejamos, para reconocerlas. ¡°Gemelita A¡± sab¨ªamos que era Yvonne, y ¡°Gemelita B¡± era Julieta. Estaban id¨¦nticas.

Julia Edith Percevault, la madre de Julieta Venegas, habla por tel¨¦fono desde su auto estacionado frente a una tienda departamental de la ciudad donde vive, Chula Vista, San Diego, Estados Unidos, a pocos kil¨®metros de Tijuana, M¨¦xico, donde su marido tiene, desde hace 50 a?os, un estudio de fotograf¨ªa especializado en bodas.

¡ª?C¨®mo recuerda esos primeros a?os?

¡ªYo no s¨¦ si he sido inocente o medio tontita, pero siempre me sent¨ªa feliz. Siempre lo he atribuido a que Dios est¨¢ conmigo, entonces la pasaba bien. Y m¨¢s adelante empezamos a tener problemas.

Venegas no tiene recuerdos de Long Beach, donde la familia vivi¨® hasta sus tres a?os. En 1973 su padre abri¨® el estudio de fotograf¨ªa en Tijuana, pero montaron casa en Chula Vista, Estados Unidos.

¡ªTodos los d¨ªas nos llevaban al colegio en Tijuana y nos volv¨ªan a cruzar. Pero nunca llegaban a tiempo a buscarnos. Me acuerdo de estar con las monjas, porque nos mandaban a colegio privado, esperando a mis pap¨¢s, tomando una leche. Era un drama.

El estudio de su padre se transform¨® en sin¨®nimo de status ¡ªlo contrataba toda la ¨¦lite de Tijuana¡ª, y a ¨¦l le encantaban las bodas, pero lo que era carisma en fiesta ajena, en su casa se volv¨ªa rigor desp¨®tico.

¡ªCuando yo ten¨ªa unos siete a?os, lleg¨® y est¨¢bamos mirando televisi¨®n. No lo saludamos. Entonces dijo: ¡°No hay m¨¢s televisi¨®n¡±. Se llev¨® el televisor y lo regal¨®. Y nunca m¨¢s hubo televisor. Como no hab¨ªa nada para hacer, me puse a leer. En mi casa hab¨ªa libros de autoayuda, as¨ª que le¨ªa las novelas de Cor¨ªn Tellado que encontraba en la de mis amigas.

¡ª?Ning¨²n hermano se opon¨ªa a tu padre?

¡ªNo. Hab¨ªa obediencia y esa figura represiva se iba heredando. El hermano mayor trataba mal a la grande, luego la grande a las que siguen, era una cadenita as¨ª¡­ dura. Mi pap¨¢ era esta figura de macho en todos los estereotipos posibles. Ultramegaconservador, olv¨ªdate de los gais. Pero ahora es el se?or m¨¢s dulce que puedas conocer. Cambi¨® mucho.

¡ª?Qu¨¦ cosas concretas record¨¢s del comportamiento de tu padre antes de ese cambio?

¡ªEs que no me gusta mucho entrar en eso, la verdad.

Cuando dice cosas as¨ª, sobreviene una licantrop¨ªa extra?a y su rostro adquiere una expresi¨®n p¨¦trea, los ojos cargados de desconfianza y reconvenci¨®n.

¡ªNadie sale ileso de la infancia. Y menos si tuvo un pap¨¢ como el m¨ªo.

Yvonne Venegas, hermana de Julieta, habla desde su casa en la Ciudad de M¨¦xico, donde vive desde 2009 con sus dos hijos de 8 y 11 a?os y su marido ingl¨¦s.

¡ªLlegaba mi pap¨¢ y nos hac¨ªamos los dormidos. Era una presencia hostil. ?l ten¨ªa preferencia por m¨ª, y no lo ocultaba. Era horrible. Dec¨ªa: ¡°Julieta, mira a tu hermana¡±. Yo siempre fui m¨¢s sociable. Julieta era m¨¢s privada y nadie pod¨ªa tocar el piano: era de ella. Era muy territorial. En los a?os de adolescencia, era un bicho raro para mi pap¨¢. Era bastante desagradable la relaci¨®n entre ellos. ?l quer¨ªa que se vistiera bonita y tuviera un novio guapo, y cuando se fue a Ciudad de M¨¦xico nunca la apoy¨®. Despu¨¦s, cuando fue famosa, todo era ¡°Ay, Julietita¡±, y eso me carg¨®. Ahora veo a mi padre, ese personaje rom¨¢ntico que se la pasa pidiendo perd¨®n, y pienso que eso estaba dentro de la furia que ¨¦l ten¨ªa.

¡ª?Record¨¢s alguna escena concreta de esa furia?

¡ªNo, son muchas. No me parece que sea necesario darte un visual.

¡ªYo creo que desde que tuvimos a nuestros hijos, la cosa con Yvonne se balance¨®. Ella quer¨ªa estar m¨¢s cerca en la relaci¨®n y yo soy muy f¨®bica. Creo que nos criaron haci¨¦ndonos competir. La gemela buena y la gemela mala, la linda, la fea.

¡ª?Qui¨¦n era la buena y qui¨¦n era la mala?

¡ªYvonne. Yvonne era la buena y yo era la mala ¡ªdice Julieta Venegas con la severidad de quien expone un hecho de sangre, un crimen¡ª. Ella era muy sociable y yo no. Eso se volvi¨® casi una caricatura: la buena onda y la mala onda. Y cuando me empez¨® a ir bien, Yvonne se sinti¨® despojada de ese personaje que ten¨ªa.

¡°Ella en M¨¦xico estaba enferma, no estaba feliz, y se fue a Argentina y est¨¢ divina¡±, dice su hermana

La gemela buena onda qued¨® fagocitada por la fama mundial de la gemela oscura.

¡ªNosotros somos fronterizos ¡ªdice Jos¨¦ Luis Venegas, padre de Julieta Venegas, desde Tijuana¡ª. Ahora vivimos otra vez en Chula Vista, y cruzamos para trabajar en Tijuana, en mi estudio.

Al principio, el plural parece incluir a alguien m¨¢s, pero luego queda claro que es el plural de los reyes.

¡ªYo soy de la vieja generaci¨®n. Cuando Julieta me dijo que iba a ser rockera yo sent¨ª mucha angustia. No conoc¨ªa a otra rockera mexicana y le dije: ¡°?Qui¨¦n vas a ser, Gloria Trevi?¡±. Siempre fue muy terquita, perseverante. M¨¢s seria que Yvonne. Era poco comunicativa, un poquito hura?a. Y cuando se fue no busc¨® opini¨®n, dijo: ¡°Me voy a M¨¦xico¡±, y nos quedamos fr¨ªos. Pero por entonces el pap¨¢ era rega?¨®n y enoj¨®n. Todo lo arreglabas con ¡°Aqu¨ª se hace de este modo¡±. Era la actitud de un general retirado.

¡ªDe chicas le ten¨ªan miedo.

¡ªPues yo creo que en ese tiempo hab¨ªa nalgadas. S¨ª creo que me tuvieron miedo. Pero eso tambi¨¦n las hizo fuertes de car¨¢cter, porque no soy muy dejadas.

Podr¨ªa decirse que todo lo que pas¨® despu¨¦s empez¨® con la ausencia de aquel televisor y con la presencia de un piano.

¡ªA mi pap¨¢ le pagaron un trabajo con un piano, y nos mand¨® a todos a clases particulares con Margarita Valles de Estrada. Un d¨ªa la maestra le dijo a mi pap¨¢: ¡°Sus hijos no quieren venir. La ¨²nica a la que s¨ª parece que le gusta es a Julieta¡±. Mi pap¨¢ me dijo: ¡°La maestra Margarita me dijo que t¨² quieres seguir. ?Es as¨ª?¡±. Dije que s¨ª, y me dijo: ¡°El piano es tuyo¡±. Yo adoraba a mi maestra, y por ella empec¨¦ a pensar en dedicarme a la m¨²sica cl¨¢sica. Pero cuando yo ten¨ªa 12 a?os, muri¨® durante una operaci¨®n.

Hubo otros maestros: uno mexicano al que trataba mal (ni siquiera lo miraba); una rusa que tampoco le gust¨®. Mientras tanto, el peso mexicano sufri¨® una devaluaci¨®n y vivir en d¨®lares se torn¨® imposible, as¨ª que la familia se mud¨® a Tijuana. Ella era una chica solitaria, que se pasaba los d¨ªas leyendo, tocando el piano y se vest¨ªa de manera estrafalaria

¡ªEn esa ¨¦poca, mi padre ten¨ªa la preocupaci¨®n de que yo me metiera drogas. Lleg¨¢bamos de una fiesta y era ¡°S¨®plame¡±, para ver si hab¨ªa tomado o hab¨ªa fumado. Los gringos para ¨¦l representaban el libertinaje. ¡°Me quiero ir a Tijuana porque no quiero que te conviertas en drogadicta¡±, me dec¨ªa. Nos fuimos por la devaluaci¨®n. Era especialista en chantajearnos con cosas que no eran verdad.

Sin embargo, el libertinaje viv¨ªa en Tijuana bajo la forma de un adolescente, Alex Z¨²?iga, que ten¨ªa una banda, Chantaje.

¡ªMe invit¨® a tocar y dije que s¨ª. Mi pap¨¢ estaba escandalizado. Llegaban a mi casa estos ¡°jesucristos¡±, como los llamaba, y se tomaban el alcohol, se com¨ªan la comida. Yo los adoraba. Est¨¢bamos desatados compr¨¢ndonos ropa usada. Con mi mam¨¢ era siempre la misma conversaci¨®n: ¡°Tu ropa es horrenda¡±. Un d¨ªa llegu¨¦ del colegio, abr¨ª mi cl¨®set y estaba vac¨ªo. Imag¨ªnate, a los 16 a?os. Bueno, drama. Mi mam¨¢ negaba que hubiera sido ella. Y una noche mi pap¨¢ vino y me dijo: ¡°Yo no fui, ?eh?¡±. No dijo ¡°Fue ella¡±, pero le ech¨® la culpa. Y dej¨¦ de hablarle a mi mam¨¢ durante un mes. Era 1987, ella estaba embarazada de mi hermanita menor. Lloraba, me hac¨ªa unos dramas. Y yo ni la volteaba a ver. Dur¨ªsima.

La banda de Z¨²?iga se disolvi¨® pronto y form¨® otra, Tijuana No!, de reggae y ska.

¡ªEn Tijuana No! empec¨¦ a escribir canciones. Y un d¨ªa Alex me dijo: ¡°No tenemos cantante, ?t¨² cantas?¡±. Le dije: ¡°Supongo que s¨ª¡±. Cant¨¦ Boys Don¡¯t Cry, de The Cure, y Alex dijo: ¡°Listo, tenemos cantante¡±.

As¨ª, con 17 a?os, tocaba y cantaba en una banda contestataria mientras su padre ve¨ªa c¨®mo la hija criada entre monjas se volv¨ªa aprendiz de bruja.

¡ªCuando termin¨¦ el colegio me dijo: ¡°?Qu¨¦ quieres estudiar? Las mujeres, hasta que se casan, deben estudiar¡±. Y le dije ¡°M¨²sica¡±. ¡°Eso no es una carrera¡±. ¡°Entonces Letras¡±. ¡°No, algo que te sirva¡±. ¡°Entonces no estudio nada¡±. Entr¨¦ a trabajar en una tienda de discos y decid¨ª estudiar musicolog¨ªa en la Universidad de San Diego. Pero me corri¨® de casa.

Cree que la pelea fue de noche. Recuerda que meti¨® su ropa en bolsas para la basura y que termin¨® en un sitio que le alquil¨® a un amigo.

¡ªTuve que dejar la universidad porque no me alcanzaba para pagar la renta. Mi pap¨¢ ven¨ªa todas las noches a tocar el claxon y pedirme que volviera. Yo dec¨ªa: ¡°Este se?or est¨¢ loco, yo no vuelvo¡±.

¡ª?Qu¨¦ gener¨® la pelea?

¡ªYo estaba hablando con un novio y mi pap¨¢ me quit¨® el tel¨¦fono. Empec¨¦ a gritar y dijo: ¡°Coge tus cosas y vete¡±. Pero siento que estamos adentr¨¢ndonos en lugares que¡­, no s¨¦ si me gusta tanto hablar, la verdad.

Al cabo de un tiempo regres¨® a su casa, pero la calma dur¨® poco. Las letras de Tijuana No!, sobre la revoluci¨®n y la desigualdad, no eran lo suyo.

¡ªAs¨ª que cuando decidieron hacer su disco les dije: ¡°Ustedes son mis hermanos, pero yo no voy a seguir en la banda¡±.

Dej¨® el grupo, sigui¨® trabajando en la tienda de discos, hizo m¨²sica para una obra de teatro. Ten¨ªa 21 a?os ¡ªy miraba con amor y envidia el ¨¦xito de Tijuana No!, que consegu¨ªa fechas en todas partes¡ª cuando la invitaron a un festival en Monterrey y pens¨® que pod¨ªa aprovechar para ir a la Ciudad de M¨¦xico.

¡ªLe dije a mi pap¨¢: ¡°Me voy¡±. Me dijo: ¡°Yo no te voy a ayudar¡±. Y le dije: ¡°No me ayudes¡±. Pero no ten¨ªa planes de vivir all¨ª. Y cuando llegu¨¦ pens¨¦: ¡°Aqu¨ª a lo mejor puedo tocar en un sitio al que no vayan a verme nada m¨¢s mi mam¨¢ y mis t¨ªas¡±. Y me qued¨¦.

¡°Era vegetariana, pero ya no. Amo la comida r¨¢pida, es el sabor de mi infancia. Mi mam¨¢ odia cocinar¡±

Viv¨ªa en una casa sin agua caliente, a la que entraba metiendo la mano por un agujero y tirando de un alambre. Para sobrevivir, empez¨® a dar clases de ingl¨¦s mientras intentaba formar una banda.

¡ªPegaba carteles en las tiendas de discos, buscando m¨²sicos. As¨ª arm¨¦ una banda, Lula.

Un d¨ªa, desde un auto, un desconocido le grit¨®: ¡°?Julieta!¡±. Era Francisco Franco, un actor que hab¨ªa conocido a su hermana Yvonne en Tijuana. Cuando vio a una mujer id¨¦ntica en Ciudad de M¨¦xico supuso que era la gemela perdida y la invit¨® a subir.

¡ªY yo, muy confiada, me sub¨ª. Me dijo que estaba haciendo una obra de teatro. Le dije: ¡°Inv¨ªtame a hacer la m¨²sica¡±.

Seis meses despu¨¦s hab¨ªa compuesto la m¨²sica de la obra ¡ªCal¨ªgula, probablemente¡ª e interpretaba all¨ª a una pianista gringa que lanzaba diatribas contra los padres (¡°me desahogu¨¦¡±). La pieza estuvo en cartel un a?o, le permiti¨® tener alg¨²n ingreso. Una noche toc¨® en un bar llamado Rockatitl¨¢n y entre el p¨²blico estaban los Caf¨¦ Tacuba, ya entonces una banda de renombre.

¡ªNos hicimos novios con Joselo Rangel, de los Tacuba. Habremos estado juntos tres a?os, pero fue muy importante para m¨ª.

Joselo la alent¨® a comprar el acorde¨®n, que siempre hab¨ªa querido tocar ¡ª¡°aprend¨ª sola¡±¡ª, a grabar un demo, y le present¨® al productor argentino Gustavo Santaolalla, un midas art¨ªfice del boom del rock latino?americano en los noventa.

¡ªDespu¨¦s apareci¨® una disquera, BMG, y me propusieron firmar un contrato.

En 1997 sac¨® su primer disco, Aqu¨ª, con producci¨®n de Santaolalla.

¡ªEn ese tiempo, Yvonne vivi¨® en Ciudad de M¨¦xico. Pero no me acuerdo, porque nuestra relaci¨®n empez¨® a ponerse mal.

Venegas, en un ensayo con su maestra de canto Ericka Ba?uelos (a su izquierda) en Ciudad de M¨¦xico.
Venegas, en un ensayo con su maestra de canto Ericka Ba?uelos (a su izquierda) en Ciudad de M¨¦xico.Yvonne Venegas

¡ªYo me arrepiento much¨ªsimo de haberme casado a los 21 a?os para irme de mi casa ¡ªdice Yvonne Venegas¡ª. Con uno que era heroin¨®mano rehabilitado. Me fui con ¨¦l a Portugal y pronto recay¨®. Me regres¨¦ a Tijuana. Pero mi pap¨¢ dec¨ªa: ¡°Ahora eres una mujer marcada, ya no eres virgen¡±. El d¨ªa del Gay Pride dije: ¡°Me voy al Gay Pride¡±. Y se puso hist¨¦rico, que c¨®mo iba a ir con esos retorcidos mentales, que eres igual que tu hermana. Y le dije: ¡°Si yo fuera lesbiana, ?qu¨¦ har¨ªas?¡±. Me dijo: ¡°Te correr¨ªa de la casa¡±. Le dije: ¡°Ya, me voy¡±. Y me fui a Ciudad de M¨¦xico.

Vivi¨® all¨ª desde 1994 y hasta 1996, y sali¨® un tiempo con Quique Rangel, hermano de Joselo, el novio de su hermana (¡°A ella no le gust¨® nada que yo anduviera de novia con el hermano de su novio¡±), pero lo que termin¨® de agriarlo todo fueron unas fotos.

¡ªYo hago fotos desde los 15. Empec¨¦ tom¨¢ndole fotos a Julieta. Y se public¨® un portafolio que hice sobre ella en una revista de fotograf¨ªa. Julieta sale desnuda en una tina, hermosa. Hay otra donde nos estamos dando un beso en la boca. Las fotos iban acompa?adas de un texto donde yo escrib¨ªa cosas de nuestra relaci¨®n. Pero una revista de far¨¢ndula tom¨® la foto de Julieta desnuda y la puso en la portada. Ella era famosilla. Y fue un drama. Fue un cambio en mi relaci¨®n con ella pero tambi¨¦n en mi trabajo, porque me dijo: ¡°No puedes tomarme m¨¢s fotos¡±. Y yo dije: ¡°Qu¨¦ hago¡±.

Los textos de Yvonne, debajo de las fotos, dicen: ¡°Tal vez yo quiera tomarle fotos a Julieta de todas las formas en que me deje para asegurarme un lugar en sus recuerdos, y tal vez Julieta no me deje tomarle fotos porque no quiere asegurarme ese lugar¡±.

¡ªLo conoc¨ª en M¨¦xico.

¡ªY se casaron.

¡ªS¨ª, nos casamos. Pero ?s¨ª tenemos que hablar de eso? ¡ªdice, ri¨¦ndose¡ª. S¨ª, nos casamos por civil en Estados Unidos. Menos mal, porque en Chile no hab¨ªa divorcio.

En 1998, terminada su relaci¨®n con Joselo Rangel, se cas¨® con ?lvaro Henr¨ªquez, l¨ªder de Los Tres y uno de los m¨²sicos m¨¢s reconocidos de Chile.

¡ªNi ¨¦l se mud¨® a M¨¦xico ni yo a Chile. Duramos un a?o de novios y un a?o casados. Estuvo lindo. Tambi¨¦n le quitas ese peso al casarse. Listo, ya la hiciste, te casaste, check. Lo sigo queriendo un mont¨®n. Y le tengo cari?o a esa decisi¨®n que tomamos. Despu¨¦s ¨¦l se enamor¨® de otra chica.

Hace una pausa y, echando la cabeza hacia atr¨¢s, se r¨ªe a carcajadas.

¡ªDe una actriz de teleserie. Nunca puedo evitar decirlo porque me da mucha risa. Era parte de la an¨¦cdota: ¡°Y despu¨¦s me dej¨® por una actriz de teleserie¡±. Era obvio que iba a pasar lo que pas¨®. Pero nunca he sido rencorosa ni atormentada. Las decepciones amorosas nunca me dan lo que se supone que te dan, que est¨¢s triste, comes. Yo adelgazo y me pongo superactiva. No caigo en la autoconmiseraci¨®n.

En 2000, cuando sac¨® su segundo disco, Bueninvento, hac¨ªa tiempo que sus padres hab¨ªan regresado a vivir en Chula Vista. El primer d¨ªa de ese a?o se separaron.

¡ªEstuvimos separados nueve a?os ¡ªdice Julia ?Edith, madre de Julieta¡ª. Volvimos a principios de 2009. Ten¨ªamos una situaci¨®n muy tremenda. Un d¨ªa explot¨¦ y dije: ¡°?Sabes qu¨¦? Esto es imposible, me voy¡±. Los primeros cuatro a?os ni habl¨¢bamos. Despu¨¦s empez¨® a reconquistarme. Ha cambiado much¨ªsimo. Est¨¢ m¨¢s tranquilo. Antes explotaba y daba gritos. Hasta miedo te daba hablarle, porque no sab¨ªas c¨®mo iba a reaccionar.

Todos dicen que, desde que volvieron a estar juntos, ¨¦l cambi¨® por completo. Explican los motivos de esa conversi¨®n con un argumento simple: ¡°Extra?¨® a su familia¡±.

¡ªEn mi familia el silencio ha sido un problema. Yo s¨¦ que mi pap¨¢ tuvo una infancia dura porque una vez, hace unos a?os, le pregunt¨¦: ¡°Pa, ?qu¨¦ onda tu infancia?¡±. Y me dijo: ¡°Yo tengo borrados los primeros 10 a?os de mi vida¡±. Pero ahora lo veo todo amoroso y quiero disfrutar a ese se?or.

Su segundo disco, Bueninvento, se lanz¨® en el a?o 2000, y la cr¨ªtica, elogiosa, resalt¨® su car¨¢cter ¡°magn¨¦tico¡±, ¡°l¨ªrico¡±, ¡°oscuro¡±. En 2003 lanz¨® S¨ª, un disco que lo cambi¨® todo. Su corte ¡®Andar conmigo¡¯ trep¨® a las primeras posiciones en Am¨¦rica Latina y eso hizo que empezara a sonar, entre sus devotos, la frase ¡°se volvi¨® comercial¡±. El portal All Music public¨®: ¡°No hay que confundir a Venegas con (¡­) algo pasajero. A veces el amor est¨¢ destinado a durar¡±. En 2005 Lim¨®n y sal, con hits acorazados como la canci¨®n que da t¨ªtulo al disco y ¡®Me voy¡¯, vendi¨® seis millones de copias y termin¨® de consolidarla entre la realeza del pop latinoamericano. Siguieron el MTV Unplugged, de 2008; Otra cosa, de 2010; Los momentos, de 2013, y Algo sucede, de 2015. Gir¨® por Europa, por Estados Unidos, por Am¨¦rica Latina. Se compr¨® una casa. Se compr¨® un piano Steinway de cola. Hab¨ªa salido de Tijuana sin un cobre y ah¨ª estaba, brillando por el universo. Sin embargo, todo empezaba a ser un mal sue?o.

¡ªLa fama de Julieta fue un golpe fuert¨ªsimo para m¨ª ¡ªdice Yvonne Venegas¡ª. La gente me confund¨ªa con ella. Les dec¨ªa: ¡°No, soy la hermana gemela¡±. Y me dec¨ªan: ¡°Me tomo una foto contigo y digo que eres Julieta¡±. Y en ese momento nosotras dejamos de hablarnos por un a?o y medio. Parte del asunto por el cual nos peleamos ten¨ªa que ver con que, cuando su proyecto se volvi¨® tan grande, yo no la reconoc¨ªa. Fuimos a Jap¨®n a grabar el video de un tema, ¡®Lento¡¯. En el avi¨®n ¨ªbamos ri¨¦ndonos, usando un idioma que inventamos entre nosotras. En cuanto llegamos a Tokio, todo se cort¨®. Era ¡°ese mundito tonto lo vamos a dejar de lado¡±. Era dura conmigo. Y pues s¨ª, hubo problemas.

¡ª?Qui¨¦n sufr¨ªa m¨¢s cuando se peleaban?

¡ªPues yo, la verdad. Ella no creo que nunca la haya pasado mal. El a?o que estuvimos sin hablarnos, yo la buscaba y ella no me atend¨ªa.

¡°Profesionalmente es un general. Por lo dem¨¢s es una princesa flotante en una nube extra?a¡±, dice un amigo


¡ªProfesionalmente es un general; amoroso, pero un general ¡ªdice su amigo el actor y director mexicano Francisco Franco¡ª. Y por lo dem¨¢s, es una princesa flotante en una nube extra?a.

En 2009 viaj¨® a Buenos Aires. Permaneci¨® all¨ª cinco meses para grabar Otra cosa. Sol¨ªa almorzar en un restaurante vegetariano, Krishna. All¨ª trabajaba, como encargado un musicoterapeuta llamado Rodrigo Garc¨ªa Prieto.

¡ªLa relaci¨®n empez¨® en Buenos Aires. Me qued¨¦ embarazada y ¨¦l se vino conmigo a M¨¦xico. Cuando llegamos, nos separamos de inmediato. Fue muy poco tiempo de relaci¨®n. Tres meses. Pero ahora estamos en un momento lindo y por eso no quiero¡­, para los dos fue muy traum¨¢tico.

Cuando se supo que estaba embarazada, los programas y revistas de far¨¢ndula especularon con la identidad del padre: ¡°Un psic¨®logo argentino¡±, ¡°un m¨²sico argentino desconocido¡±. Ella no dijo nada, ni entonces ni despu¨¦s, cuando las cosas se pusieron feas.

¡ªCon la familia de Rodrigo hemos tenido una historia dificil¨ªsima. Yo los siento como mi familia ahora. Pero todo lo que pas¨® fue traum¨¢tico. Ahora lo veo como una cadena de actos desesperados. M¨ªos, de ¨¦l, de la abuela. Fue horrible para todos.

Simona naci¨® el 12 de agosto de 2010. Antes del nacimiento, Rodrigo Garc¨ªa Prieto le hab¨ªa advertido que no permitir¨ªa que saliera de gira con la ni?a. La reacci¨®n de Venegas fue anotarla s¨®lo con su apellido. Garc¨ªa Prieto, que sigui¨® viviendo en M¨¦xico por ocho a?os, inici¨® un juicio de paternidad. No ayud¨® que Venegas fuera, desde septiembre de 2009, embajadora de buena voluntad de Unicef, una ONG que defiende los derechos de los ni?os. En febrero de 2014, la justicia dictamin¨® que la ni?a deb¨ªa llevar el apellido de su padre. Desde entonces, el v¨ªnculo con la familia paterna es fluido, pero ella habla del tema con una prudencia cargada de preocupaci¨®n, como si cada palabra pudiera destrozar universos dolorosamente construidos.

¡ªMa, ?cu¨¢nto dura la entrevista? Es que mi abuelita ma?ana se va ¡ªdice Simona, entrando en la sala con un tel¨¦fono.

¡ªP¨¢samela, mi amor. Hola, Irma ¡ªdice ella, afable.

¡ªHola, Juli, ?c¨®mo est¨¢s? ¡ªdice la abuela paterna de Simona¡ª. Ma?ana me voy de viaje y quer¨ªa verla hoy, si se puede.

¡ª?Por supuesto que se puede! Lo ¨²nico que tiene que hacer es ba?arse, pero si no vuelve tarde¡­

¡ªSe puede ba?ar en casa, si quiere.

¡ªAh, pero claro. ?Cu¨¢ndo quieres venir? Bueno, en media hora ¡ªdice, y corta¡ª. Listo, mi amor. Viene en media hora la abuelita.

Esa noche, mientras abuela y nieta paseen, la madre se encerrar¨¢ a terminar una canci¨®n (¡°Yo creo que tengo una monja viviendo dentro m¨ª, en el sentido de la austeridad¡±).

¡ª?Este es el corrector?

¡ªS¨ª. Est¨¢ en otro envase, pero es el mismo tono.

¡ªQu¨¦ loco. El otro era m¨¢s naranja, pero lo pruebo.

Es viernes y ha llegado hace minutos al teatro Picadero donde se repone por unos d¨ªas La enamorada, un mon¨®logo que se estren¨® en agosto con cr¨ªticas dispares: ¡°Venegas tiene encanto (¡­) pero no puede evitar la sobreactuaci¨®n (¡­)¡±, public¨® P¨¢gina/12; y ¡°Enamora, conmueve por su entrega, por su dominio de la escena¡±, public¨® La Naci¨®n.

¡ªA Simona se le afloj¨® un diente de abajo ¡ªdice ahora, ri¨¦ndose, vestida apenas con un culotte rosa viejo y una blusa del mismo color mientras se maquilla en el camar¨ªn (la obra se hace en cooperativa y no pueden permitirse un maquillador)¡ª. Supongo que son los de leche, ?no? Tengo que llevarla al dentista.

¡ªLo primero que se caen son los de adelante ¡ªdice una chica que la ayuda a recogerse el pelo.

¡ªYo cre¨ª que hab¨ªa cambiado todo. Oye, ?cu¨¢ndo viajamos con la obra a Per¨²? Porque el 14 y el 17 de abril voy a hacer Nueva York y Miami, con los Soda Stereo. Ay, hoy tengo perros. Pablo se fue y me dej¨® a las perras. Yo me sal¨ª de la casa temprano.

¡ª?Tienen paseador? ¡ªpregunta la chica.

¡ªNo, se quedan solas, las pobres. Con la gata. Adem¨¢s me los dio sin comida y ?les puse comida de gata! ¡ªdice, subiendo el tono hasta la carcajada¡ª. Todo mal.

¡ªPasa, pasa ¡ªdice mientas abre la puerta de su ?departamento¡ª. Disculpa el desorden, pero me hab¨ªa olvidado que ven¨ªas. Est¨¢bamos haciendo unas bolitas de tapioca con Simona, para un t¨¦ que se llama boba tea. Tenemos que ir a comprar leche.

¡ªSi ten¨ªan planes, vuelvo otro d¨ªa.

¡ªAy, no, pasa, pasa.

Son las cuatro de la tarde de un lunes. Usa una falda verde esmeralda, una camiseta negra que tiene algunos rastros de harina, chancletas de pl¨¢stico. El encuentro iba a ser el domingo, pero envi¨® un mensaje pidiendo pasarlo al lunes porque olvid¨® que ¡°ten¨ªa un asado¡±. Esa tendencia a la distracci¨®n es habitual (modifica los d¨ªas y horarios de las entrevistas porque olvid¨® otro compromiso, siempre con un delicado pedido de disculpas), pero puede tener manifestaciones preocupantes: durante los ¨²nicos siete meses en los que condujo choc¨® tres veces, siempre porque ¡°no volteaba a ver: me met¨ªa y luego recordaba que ten¨ªa que mirar¡±.

¡ªEstoy pensando en mudarme a una casa. Pero estuvo bien venir aqu¨ª. Necesitaba un balance.

Usa a menudo la palabra ¡°balance¡±, a veces como escudo ante la amenaza de que la vida vuelva a ser lo que fue.

¡ªElla en M¨¦xico estaba enferma, no estaba feliz, y se fue a la Argentina y est¨¢ divina ¡ªdice Yvonne Venegas¡ª. Yo prefiero a esta Julieta. Y a esta Yvonne. La admiro tanto. Es tan inteligente, tan intuitiva. Me dicen: ¡°?No te cansa que te confundan?¡±. Yo digo: ¡°Que me confundan con un mujer¨®n como ella me encanta¡±. Lo bot¨® todo y se fue. Quedarse sin nada: mi hija, mi gata, y nada m¨¢s. Un mujer¨®n

Un disco llev¨® al otro, un premio al otro, una gira a la siguiente. Pero su hija aprend¨ªa a caminar en un aeropuerto, su casa era la tierra prometida a la que no terminaba de llegar.

La cantante, durante un concierto en Oaxaca, M¨¦xico, el 29 de febrero.
La cantante, durante un concierto en Oaxaca, M¨¦xico, el 29 de febrero.Yvonne Venegas

¡ªLlegaba a M¨¦xico y enseguida ten¨ªa que irme. Me dec¨ªan: ¡°Vamos a tocar en tal lugar¡±, y yo, en vez de ponerme contenta, sent¨ªa angustia: ¡°?Cu¨¢ntos d¨ªas voy a estar sin ver a Simona?¡±. Toda la ¨²ltima gira estuve as¨ª. Tres a?os. Y enferma. Me agarr¨® una amebiasis y no se me curaba. Creo que estuve deprimida sin darme cuenta. Viv¨ªa esclavizada. Cuando me sub¨ªa al escenario dec¨ªa: ¡°Est¨¢ bueno esto, pero ?y todo lo que rodea?¡±.

En 2016, el padre de Simona le dijo que iba a regresar a Argentina.

¡ªY me dijo: ¡°Estar¨ªa bueno que pensaras en vivir all¨¢¡±. Yo dije: ¡°??Qu¨¦!? ?Qu¨¦ voy a hacer all¨¢?¡±.

Los mecanismos que desencadenaron su mudanza a Buenos Aires se hab¨ªan puesto en marcha en 2012, cuando fue con su amiga la escritora mexicana Brenda Lozano a la librer¨ªa Eterna Cadencia, del barrio porte?o de Palermo. Las atendi¨® el due?o, Pablo Braun, que no la conoc¨ªa, as¨ª que cuando las mujeres se marcharon los libreros le dijeron: ¡°?Era Julieta Venegas!¡±. ?l pregunt¨®: ¡°?Qui¨¦n?¡±. ¡°La que canta Lim¨®n y sal¡±. Pens¨®: ¡°Una de esas cantantes pop, como Paulina Rubio¡±. Y no pas¨® nada m¨¢s hasta 2016, cuando ella hizo un show en Montevideo.

¡ªEn los ¨²ltimos a?os, durante las giras, mi ¨²nico paseo era ir a ver librer¨ªas. Estaba en Montevideo y me dijeron que la gente de Eterna Cadencia hab¨ªa abierto una ah¨ª, Scaramuzza. Fui, pregunt¨¦ si ten¨ªan Teor¨ªa King Kong. Me dijeron que no, pero que lo pod¨ªan conseguir. Lo encargu¨¦, me saqu¨¦ una foto con la librer¨ªa y la sub¨ª a las redes. Pablo estaba en Montevideo y le avisaron: ¡°Vino Julieta Venegas, subi¨® una foto¡±. Me escribi¨® por Twitter: ¡°Hola, soy Pablo, de Eterna Cadencia. Scaramuzza es un emprendimiento m¨ªo, estoy a tu disposici¨®n¡±. Cuando le dije que iba a volver me dijo: ¡°Si quieres, te invito a comer¡±. Buena onda, pero muy institucional. Almorzamos y nos conectamos con una complicidad muy grande. Empezamos a hablar por WhatsApp durante horas, as¨ª que lo siguiente fue: ¡°Te voy a visitar a M¨¦xico¡±. Fue el mejor date de mi vida. Por otra parte, el pap¨¢ de Simona ya hab¨ªa regresado a Buenos Aires, y me parec¨ªa triste que Simona no tuviera contacto con ¨¦l. As¨ª que, cuando lo conoc¨ª a Pablo, me dije: ¡°Est¨¢ lindo Buenos Aires¡±. Y nos mudamos.

Lleg¨® a la casa de Braun el 10 de julio de 2017, con su hija y su perra Benita (que ahora vive con ¨¦l, que tiene m¨¢s sitio). Un a?o m¨¢s tarde, la idea de compartir espacio ya no parec¨ªa tan buena, as¨ª que alquil¨® este departamento. Para entonces, llevaba meses alejada de la m¨²sica.

¡ªEl 11 de enero de 2017 me fui a verla a M¨¦xico ¡ª?dice Pablo Braun en el bar de Eterna Cadencia¡ª. Ya en el taxi nos dimos un beso. Me recontraenganch¨¦ con la mina. Creo que el 15 de enero me dijo: ¡°Quiero vivir en la misma ciudad que vos¡±. El 10 de julio estaba no en la misma ciudad sino en la misma casa. Estuvimos un a?o y medio, hubo una crisis y retomamos la vida en casas separadas. Cuando se vino a Buenos Aires me dej¨® muy en claro que era su decisi¨®n. Le gust¨® un flaco, se vino, quiere una vida m¨¢s normal. Es una pesadilla estar de gira. El ensayo, la prueba de sonido, la prensa. Quer¨ªa salirse de la picadora de carne. El primer tiempo que pas¨® ac¨¢ estaba casi f¨®bica con la m¨²sica. La verdad que el primer a?o yo no puedo decir que estaba de novio con una m¨²sica.

¡ªMe dec¨ªan de tocar en un sitio y yo dec¨ªa que no. Era como si hubiera dejado de querer a alguien. Me preguntaba: ¡°?C¨®mo es posible que no tenga ganas de tocar? Qu¨¦ loco no tener impulso¡±.

Pas¨® casi un a?o. Hasta que un d¨ªa, durante un asado, el due?o de la librer¨ªa Notanpuan le propuso hacer un show all¨ª, un lugar con capacidad para 50 personas, sin equipo de sonido, con un piano precario.

¡ªY le dije que s¨ª.

¡ªEn julio de 2018 toc¨® ah¨ª, con un piano que era cualquier cosa, un micr¨®fono modesto, y entradas a 400 pesos ¡ªdice Pablo Braun¡ª. Y fue m¨¢s feliz que haciendo conciertos para tres mil personas. Ella ya escribi¨® Lim¨®n y sal, tiene 70 millones de escuchas en Spotify. Para qu¨¦ hizo todo eso si no lo puede disfrutar. Nunca le pregunt¨¦, pero me imagino que el cheque de Spotify todos los meses le debe servir para pagarse sus gastos.

¡ªEl departamento donde vive¡­

¡ªEs un papel¨®n. Nos hab¨ªamos peleado y lo primero que apareci¨® lo alquil¨®. Igual, ella es muy modesta. En M¨¦xico la casa era simple, ni los premios ten¨ªa a la vista. Una vez la acompa?¨¦ a una gira y en Suiza dormimos en un hotel que te daba verg¨¹enza. La puerta del ba?o era una l¨¢mina de pl¨¢stico. Fue la ¨²nica vez que se quej¨® un poquito, y no por ella sino por m¨ª, se sent¨ªa mal de haberme llevado a un lugar as¨ª.

El peque?o recital de Notanpuan fue el primer movimiento de un engranaje que volvi¨® a ponerse en marcha. En enero de 2019 se present¨® en el Caf¨¦ Vinilo; en marzo de 2019, en el centro cultural Torquato Tasso. Siempre lugares chicos, siempre sola. Estos conciertos ¨ªnfimos convocados por una artista de multitudes produjeron en la cr¨ªtica una reacci¨®n elogiosa: ¡°Necesit¨® tomarse un tiempo sab¨¢tico de la gran industria musical y mandarse a tocar lo que le viniera en gana, en espacios peque?os, sola con sus instrumentos y su voz dulce y vers¨¢til¡±, public¨® P¨¢gina/12 acerca de su show en el Torquato Tasso; ¡°Un concierto impecable (¡­). Venegas tiene un ¨¢ngel ¨²nico y un ba¨²l repleto de canciones con el vuelo y la solidez suficientes como para habilitar audaces relecturas¡±, public¨® La Naci¨®n acerca de su concierto en el Caf¨¦ Vinilo.

¡ªAhora no tengo disquera, no tengo m¨¢nager. No tengo cachet. Alguien me dice: ¡°?Cu¨¢l es tu cachet?¡±, y le digo: ¡°No s¨¦, ?cu¨¢nto tienes? Si me interesa, me das lo que puedas¡±.

Si existe algo que pueda llamarse ¡°vida normal¡±, la que lleva en la Argentina se le parece: lleva a su hija en tren al colegio, hace las compras, cocina, tiene ayuda dom¨¦stica una vez por semana (en M¨¦xico viv¨ªa con una ni?era y ten¨ªa ch¨®fer), y muy pocos la reconocen por la calle. S¨®lo a veces, cuando paga con tarjeta de cr¨¦dito y leen su nombre, le dicen: ¡°Ah, como la cantante¡±.

¡°Es muy dif¨ªcil salir completamente ileso o ilesa de la infancia¡±

¡ªY yo digo: ¡°S¨ª, igual¡±. A veces incluso me dicen: ¡°Y te pareces much¨ªsimo¡±. Pero nunca digo ¡°Soy yo¡±.

En pocos d¨ªas partir¨¢ hacia M¨¦xico (har¨¢ una gira por Puebla, Monterrey, Le¨®n, Guadalajara, Quer¨¦taro, Tijuana, Oaxaca: ¡°Puse demasiadas fechas, estoy un poco arrepentida, no quiero volver al ritmo de antes¡±), pero ahora la mujer a quien los diarios de su pa¨ªs celebrar¨¢n como a una hija pr¨®diga ¡ª¡°Julieta Venegas regresa renovada tras dos a?os¡±, ¡°Julieta Venegas regresa para ofrecer conciertos ¨ªntimos¡±¡ª se calza las chancletas y, con la camiseta salpicada de harina, baja con su hija a comprar leche para hacer bolitas de tapioca.

El s¨¢bado 28 de diciembre de 2019, el teatro ND Ateneo de Buenos Aires est¨¢ repleto. Julieta Venegas, en el escenario, parece una chica encantada con el ¨¦xito de su fiesta de cumplea?os. Usa un vestido de estampado asombroso, rojo y crema, de busto ce?ido y falda plisada. Brilla como si por las venas le corrieran cristales, y no sangre. Como si con un leve movimiento pudiera tornarse trasl¨²cida. Ya ha tocado el piano, el acorde¨®n, el ukelele, la guitarra. Ya ha cantado canciones cl¨¢sicas y nuevas. Ya ha hecho bromas sobre el lenguaje inclusivo, pronunciando deliciosamente la equis en ¡°todxs¡±. Ya ha dicho que ¡°es muy dif¨ªcil salir completamente ileso o ilesa de la infancia, siempre quedan unos traumillas¡±. Ya se ha re¨ªdo, nerviosamente, de esa frase. Ya ha hecho todas esas cosas y ahora canta ¡ªcon una voz aireada que respira sobre los versos un desasosiego manso¡ª una canci¨®n poderosa y extra?a: ¡°?Por qu¨¦ mi sangre empuja tanto? / ?Por qu¨¦ hay un sol quemando en m¨ª? / ?Por qu¨¦ tengo esta fuerza infatigable?¡±. Es una artista en sus dominios, la dominatriz de un p¨²blico devoto. Y una mujer que vive lejos de su pa¨ªs, en un departamento rentado, con una gata, con su hija de nueve a?os.

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Sobre la firma

Leila Guerriero
Periodista argentina, su trabajo se publica en diversos medios de Am¨¦rica Latina y Europa. Es autora de los libros: 'Los suicidas del fin del mundo', 'Frutos extra?os', 'Una historia sencilla', 'Opus Gelber', 'Teor¨ªa de la gravedad' y 'La otra guerra', entre otros. Colabora en la Cadena SER. En EL PA?S escribe columnas, cr¨®nicas y perfiles.

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