Chismosos y mezquinos
Si conmemoramos a los artistas, no es por su santidad ni por lo contrario, sino por lo que filmaron, escribieron o pintaron
Hoy estoy a 3 de mayo, cuando el Gobierno y la prensa bovina no paran de hablar de la ¡°nueva normalidad¡± que se avecina. Cada vez que oigo o leo este t¨¦rmino, me acuerdo de 1984 de Orwell y me dan escalofr¨ªos, sobre todo porque lo han inventado quienes ahora mismo se han atribuido poderes plenos con la excusa de la enfermedad. El 29 de abril llam¨¦ a mi amigo Antonio Gasset, que dirigi¨® el programa de TVE D¨ªas de cine muchos a?os, hasta que ese ente incomprensible le aplic¨® un ERE por tener (entonces) m¨¢s de 52¡ Se encontraba bien, pero lo not¨¦ moh¨ªno. Ese d¨ªa se cumpl¨ªan 40 de la muerte de Hitchcock, y lo hab¨ªan sulfurado los art¨ªculos que hab¨ªa le¨ªdo con motivo de la conmemoraci¨®n. Empez¨® a explicarme, y en un momento me entr¨® la risa. ¡°No, yo no me r¨ªo¡±, me respondi¨® serio como un cin¨¦filo. ¡°Pero c¨®mo no voy a re¨ªrme, con lo que me cuentas¡±, le dije, y al cabo de un rato logr¨¦ que se riera ¨¦l tambi¨¦n. Tuve curiosidad, y busqu¨¦ las piezas en cuesti¨®n. Una, en un diario nacional, la firmaba un idiota con cuyo nombre de persa me hago el firme prop¨®sito de no cruzarme m¨¢s. Se titulaba ¡°El enfermo sexual y torturador de mujeres que transform¨® su depravaci¨®n en arte¡±. Cre¨ª haberme equivocado, y que la cosa versaba sobre Jack el Destripador o Alfredo Astiz, ¡°El ?ngel Rubio¡± argentino que durante la dictadura militar tortur¨® o mat¨® a bastantes, incluidas dos monjas francesas. Pero no, se refer¨ªa a Hitchcock, en efecto; ni siquiera ¡°torturador de actrices¡±; no, ¡°de mujeres¡± en general.
El falso persa se apoyaba en dos biograf¨ªas del genio, una de un novelista ingl¨¦s y otra de un te¨®logo americano. Se cre¨ªa a pie juntillas la afirmaci¨®n del primero ¡ªeso fue lo que me provoc¨® la carcajada con Gasset¡ª de que Hitchcock s¨®lo ech¨® un polvo en su vida con su mujer Alma Reville, fruto del cual naci¨® su hija, la muy simp¨¢tica Patricia que apareci¨® en pel¨ªculas de su padre. A fe m¨ªa que deb¨ªan ser f¨¦rtiles, ¨¦l y Reville, si se quedaron embarazados de una sola vez excepcional. Uno se queda at¨®nito ante las conclusiones de Ackroyd: ?c¨®mo pudo saber eso? Aunque s¨®lo fuera por edad, ¨¦l no estuvo presente, las 24 horas, durante el medio siglo de matrimonio Hitchcock-Reville. Tambi¨¦n, por supuesto (?y qui¨¦n no?), el director ingl¨¦s fue siempre ¡°un homosexual reprimido¡±, y su educaci¨®n cat¨®lica ¡°le hizo desarrollar un buen n¨²mero de depravaciones¡±, entre ellas ¡°el narcisismo¡± de aparecer un segundo en sus obras (est¨¢ visto que ya no se entienden las bromas) y otras m¨¢s graves que lo indujeron a destruir a las actrices rubias con las que no pod¨ªa acostarse. Seg¨²n el bi¨®grafo te¨®logo Spoto, la escena de la ducha en Psicosis fue la manera de descargar su furia contra Grace Kelly, ¡°en forma de cuchilladas¡± y por int¨¦rprete interpuesta, Janet Leigh. Cap¨ªtulo aparte merece su trato vand¨¢lico a Tippi Hedren, que no puedo suscribir ni negar, pero del que se sabe, m¨¢s que nada, por los testimonios de ella¡ cuando Hitchcock ya no pod¨ªa refutarlos; y a la que en todo caso nadie recordar¨ªa de no haber protagonizado Los p¨¢jaros y Marnie, la ladrona.
En otro diario nacional, se lo llama ¡°foca mofletuda¡± y se supone que una de sus frustraciones fue no tener la pinta de Cary Grant. Frustraci¨®n que seguramente compartimos el cr¨ªtico, yo y la mayor parte de la humanidad masculina. Al menos esta pieza hablaba con admiraci¨®n sincera de su inigualable talento y de su cine. La del persa de tebeo, en absoluto. Llevamos mucho asistiendo a una extra?a venganza retroactiva contra Hitchcock en particular (contra los dem¨¢s ¡°ofensivos¡± genios del pasado, tambi¨¦n). Un pr¨®cer de las letras escribi¨® desde?osamente que al cabo del tiempo a Hitchcock se le ve¨ªan los trucos, no como a Billy Wilder. Ser¨ªa lo natural: no s¨®lo han transcurrido m¨¢s de seis d¨¦cadas desde sus mayores obras maestras, copiadas hasta la saciedad; es que casi todos las vemos una y otra vez sin cansarnos y encontrando siempre algo nuevo. De hecho Movistar+, la cadena superfeminista, ofrece sin cesar El hombre que sab¨ªa demasiado, V¨¦rtigo, La ventana indiscreta, Con la muerte en los talones, Rebeca, Extra?os en un tren y muchas m¨¢s, todas del torturador de mujeres y depravado y s¨¢dico radical. Lejos de mostrar agradecimiento por su cine profundo, apasionante, divertido e inagotable, el mundo se dedica a denigrar al autor y quiz¨¢ a difamarlo. Tuve el masoquismo de tragarme dos bodrios que lo retrataban, uno con un grotesco Anthony Hopkins en el papel, el otro con un hom¨ªnido sin nariz, m¨¢s rid¨ªculo a¨²n. En ambos se lo pintaba como a un d¨¦spota idiota, y la ¡°genio¡± era Alma Reville. Mi hermano Miguel Mar¨ªas, cuya paciencia cinematogr¨¢fica es legendaria, vio un ciclo en honor de Mrs Hitchcock en un festival, con guiones suyos para otros cineastas. Eran cintas pasables sin m¨¢s, me dijo, as¨ª que a lo mejor s¨ª tuvo algo que ver, su inapetente marido, en que fueran tan buenos los que escribi¨® o revis¨® para ¨¦l.
No lo ve as¨ª nuestra rencorosa contemporaneidad, a la que s¨®lo interesan los venenosos cotilleos p¨®stumos y la reprobaci¨®n del comportamiento personal de los artistas. Si los conmemoramos, no es nunca por su santidad ni por lo contrario, sino por lo que filmaron, escribieron o pintaron. Para los incontables mezquinos y chismosos de ahora, sin embargo, eso es algo secundario y lo de menos.
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