Nuestro ¡®ikigai¡¯ espera en alg¨²n lugar
La actual crisis y el clima de desconcierto nos impulsa, m¨¢s que nunca, a buscar un prop¨®sito vital. Una gran oportunidad para encontrar caminos a la felicidad.
Los meses de confinamiento han servido para que muchas personas se replanteen cu¨¢l es el sentido de su vida y qu¨¦ quieren hacer con ella. Despu¨¦s del par¨®n, m¨¢s que nunca queremos tener un prop¨®sito, una misi¨®n o ikigai que gu¨ªe nuestra vida. Esta urgencia de encontrar un porqu¨¦ a la existencia obedece a varias razones. La crisis sanitaria nos ha mostrado la fragilidad de la vida, as¨ª como de la econom¨ªa y el futuro del planeta. Esto nos impulsa a priorizar lo esencial mientras estemos aqu¨ª. Ya que no hay seguridad, al menos hagamos algo con sentido.
Para la generaci¨®n de los mileniales, un salario no basta para seguir en un empleo. Necesitan realizarse humana y creativamente y ver los beneficios en la sociedad. Esta visi¨®n se ha contagiado a otras generaciones. Los japoneses tienen una palabra muy adecuada para esta necesidad de sentido que se ha potenciado con la pandemia: ikigai. Se suele traducir como prop¨®sito vital, raz¨®n de ser o, m¨¢s libremente, como el motivo por el que nos levantamos de la cama. Algunas personas tienen claro su ikigai y otras a¨²n lo est¨¢n buscando.
Y eso nos devuelve a la crisis actual. Al verse interrumpida nuestra actividad normal, si podemos llamar as¨ª a correr constantemente con la agenda a reventar, nos hemos hecho preguntas. ?Quiero seguir haciendo esto? ?C¨®mo deseo vivir a partir de ahora? ?Qu¨¦ clase de huella me gustar¨ªa dejar en el mundo? Contestar a estas preguntas nos acerca a nuestro ikigai. Quien a¨²n no tiene respuestas puede seguir varios caminos.
Descubrir el flow. El profesor de psicolog¨ªa Mih¨¢ly Cs¨ªkszentmih¨¢lyi describ¨ªa la felicidad, en su libro Flow, como la entrega completa a una sola cosa, con atenci¨®n plena y sin esfuerzo. Aquello que nos resulta f¨¢cil de hacer y procura tal placer que el tiempo y el espacio se diluyen puede ser nuestro ikigai.
Prueba y error. Especialmente en la juventud, lo normal es no saber qu¨¦ queremos hacer con nuestra vida. Ese desconcierto reaparece con las grandes crisis (una ruina econ¨®mica, una enfermedad grave, una separaci¨®n) y muchas veces en la jubilaci¨®n. Entonces, hay que probar nuevos caminos. Al reconocer e ir descartando lo que no nos gusta, nos vamos acercando a lo que nos gusta.
Recuperar nuestros sue?os infantiles. Como dec¨ªa Randy Pausch, autor de una de las conferencias m¨¢s c¨¦lebres de la era de YouTube, cuando nos sintamos perdidos podemos echar la vista atr¨¢s y recordar qui¨¦nes ¨¦ramos de ni?os y qu¨¦ so?¨¢bamos hacer. Probablemente, hemos sepultado nuestra esencia bajo capas de obligaciones, compromisos y objetivos. Recuperar nuestra pasi¨®n infantil puede iluminarnos en la edad adulta. Incluso de muy mayores.
Tenemos el prejuicio de que los grandes cambios y revoluciones son patrimonio exclusivo de las personas j¨®venes. Sin embargo, el mundo est¨¢ lleno de ejemplos que nos demuestran lo contrario. En ingl¨¦s existe una bella palabra para describir a esta clase especial de h¨¦roes, los late bloomers, literalmente personas que florecen tarde. Un ejemplo fue Harry Bernstein, que empez¨® a escribir su primera novela a los 93 a?os. Logr¨® terminarla y publicarla, con notable ¨¦xito, a los 96. A¨²n escribir¨ªa tres novelas m¨¢s antes de morir con 101. Otro late bloomer admirable fue Brian Lowe, un abogado brit¨¢nico retirado. En 1931 hab¨ªa estudiado en la universidad antes de servir en la Armada de su pa¨ªs. Las obligaciones le impidieron continuar su formaci¨®n en Bellas Artes, como era su deseo, pero 85 a?os despu¨¦s de haber pisado el aula por ¨²ltima vez logr¨® completar su sue?o en Cambridge. Con 102 a?os se convirti¨® en el estudiante m¨¢s anciano en lograr un m¨¢ster en esta prestigiosa universidad. Tras este hito, al ser preguntado por sus motivaciones, se limit¨® a decir: ¡°Necesitaba completar mi curr¨ªculo¡±. El arrojo de estos dos s¨¦niores es un ant¨ªdoto para aquellos con el s¨ªndrome del ¡°demasiado tarde¡±. La novelista George Sand dec¨ªa al respecto: ¡°Nunca es tarde para ser lo que podr¨ªas haber sido¡±.
Si algo bueno tiene el presente caos es que nos ofrece un campo de pruebas enorme para elegir un nuevo rumbo hacia nuestro ikigai.
La tarea del doctor Frankl
El neur¨®logo austriaco Viktor Frankl, fundador de la logoterapia ¡ªla terapia del sentido¡ª, desafiaba a menudo a sus pacientes con la pregunta: ¡°?Y usted por qu¨¦ no se suicida?¡±. Para la que obten¨ªa casi siempre respuesta. Mientras estamos en la vida, solemos tener alguna ilusi¨®n a la que agarrarnos. Sin embargo, algunas personas que acud¨ªan a su consulta, tras el desastre de la Segunda Guerra Mundial, estaban tan desanimadas que eran incapaces de mencionar un motivo para vivir, puesto que estaban convencidas de que su vida ya no ten¨ªa prop¨®sito. En estos casos desesperados, se cuenta que el doctor Frankl les dec¨ªa algo as¨ª: ¡°Si usted no tiene un prop¨®sito en la vida, yo le dar¨¦ uno: a partir de ahora su prop¨®sito ser¨¢ descubrir cu¨¢l es su prop¨®sito en la vida¡±.
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