Nosotritos
Primera persona del plural diminutivo, abominable como pocos, es el idioma oficial de la pandemia, lengua perfecta para tiempos sumisos
"Entonces ahora abrimos este articulito y empezamos a leerlo¡±, les dir¨¢n, se?oras y se?ores, una se?orita o un se?orito que no piensan abrir ni empezar nada, ni entonces ni ahora. ¡°Y ahora lo miramos con detenimiento, letrita por letrita, as¨ª hacemos esa cosita que llaman leer, sin sacarnos la mascarilla del morrito, ?s¨ª?¡±, continuar¨¢n la se?orita o se?orito con su mejor voz fl¨¢utica, aunque nunca hayan tenido la menor intenci¨®n de hacerlo.
Y as¨ª de seguido: vivimos tiempos de ¨®rdenes. No de orden: el desorden extremo en que nos ha sumido la pandemia requiere que se enuncien todo el tiempo instrucciones para paliar la confusi¨®n. Cre¨ªamos que sab¨ªamos c¨®mo hacer las cosas; la peste nos cambia los contextos y nos var¨ªa las maneras. Tomar el tren, entrar en un supermercado, dejar a un chico en el colegio, sentarse en un caf¨¦ ¡ª?por no hablar de situaciones extremas como, digamos, someterse al dentista o arriesgarse a un concierto¡ª se han convertido en experiencias nuevas, para las cuales precisamos instrucciones. Entonces nos las dan: nos advierten c¨®mo tenemos que hacer casi todo. Y esas explicaciones preceptivas se parecen mucho, muy sospechosamente, a ¨®rdenes. El resultado es que nos pasamos todo el tiempo que no nos pasamos encerrados recibiendo ¨®rdenes.
Lo cual es, de por s¨ª, bastante insoportable pero ¡ª?supongamos¡ª necesario. Lo intolerable es su efecto secundario: el crecimiento incontenible de las primeras personas del plural y los diminutivos. Las ¨®rdenes tienen mala prensa. Queda feo decir yo te voy a decir lo que tienes que hacer, yo te voy a imponer que lo hagas: estos dos recursos intentan disfrazarlo. El eufemismo vence, galopa nuestros campos, nos asola.
Alguien, tiempo atr¨¢s, se invent¨® el truco del nosotros. Nadie sabe qui¨¦n fue, pero hay rumores. En cualquier caso, parece claro que se inspir¨® en una historia muy com¨²n: la del Flautista de Hamel¨ªn, tambi¨¦n conocido como Adolfo Hitler. Esa primera persona del plural enunciada por una persona singular que no tiene la menor intenci¨®n de cumplir con lo que enuncia es una de las claves de nuestra cultura. La conducci¨®n entendida como prepar¨¦monos y vayan, el liderazgo como ausencia c¨ªnica, tienen su versi¨®n peque?a, cotidiana, radicalmente ?o?a, en esa primera persona del plural: entonces ahora abrimos este articulito y miramos donde dice entonces ahora abrimos este articulito¡
Porque el nosotros falso se complementa a la perfecci¨®n con el diminutivo ¡ªel diminutivito¡ª omnipresente. El plural intenta disfrazar la violencia de la orden; el diminutivo nos ani?a y recuerda que, en el momento de recibirla, volvemos a ser aquella criatura. El diminutivito nos trata, en resumida s¨ªntesis, como a ni?os o a idiotas o, mejor, a ni?os considerados como idiotas. Y en ning¨²n lugar ¡ªcito¡ª funciona tanto como en los recovecos de los hospitales: ahora vamos a torcer la cabecita hacia la izquierda hasta que nos quebremos tres o cuatro vertebritas.
Es cierto que nada te hace tan ni?o como la medicina: esa forma de volver a perder todo control sobre tu cuerpo, de volver a entregarlo y entregarse a otros que lo manejan y manipulan por tu supuesto bien. Ser un enfermo ¡ªser un paciente¡ª es ser un chico, perder la posibilidad de decidir sobre ti: abandonarte a personas que saben m¨¢s ¡ªlos adultos, los m¨¦dicos¡ª y te dicen qu¨¦ tienes que hacer, cu¨¢ndo, c¨®mo. Obedecer.
Y ahora el mundo est¨¢ medicalizado en m¨¢s de un sentido. Lo est¨¢, obviamente, porque todo lo que hacemos lo hacemos para cuidarnos la salud: para no caer bajo las garras de los viruses y sus taimadas cepas voladoras. Y lo est¨¢ tambi¨¦n porque, igual que en cualquier hospital, hacemos lo que nos ordenan: aceptamos que no sabemos y debemos hacer lo que otros dicen. Por lo cual ahora nos hablan en todos lados como suelen hablarnos en los hospitales: primera persona del plural diminutivo. El nosotritos, abominable como pocos, es el idioma oficial de la pandemia, lengua perfecta para tiempos sumisos.
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