El s¨ªndrome de Mark Twain
El escritor deseaba poder pasear durante cien metros sin tropezarse con un lugar sagrado. Misi¨®n casi imposible en Jerusal¨¦n, un lugar cuya biograf¨ªa combina la historia del mundo con la de las colinas de Judea
Todo turista necesita un refugio. Puede ser un bar, una librer¨ªa, una cafeter¨ªa, un museo, hasta un centro comercial, alg¨²n lugar en el que protegerse de la lluvia, el fr¨ªo, el calor, el exceso de monumentos o los compa?eros de viaje. La parte vieja de Jerusal¨¦n ofrece varios, pero hay uno que adem¨¢s proporciona bastantes pistas para entender la ciudad: el Hospicio Austriaco. Adem¨¢s de un acogedor aunque espartano hotel de precios muy razonables, que recomiendan desde la gu¨ªa Lonely Planet hasta Matt Gross, coordinador de la secci¨®n Frugal Traveler del diario The New York Times, este albergue fundado en el siglo XIX, que lleg¨® a ser el consulado de Austria en Palestina, ofrece buen caf¨¦, wifi gratuito, un jard¨ªn agradable para el verano y un sal¨®n con calefacci¨®n potente en invierno. Hay que llamar a una puerta en la esquina de la V¨ªa Dolorosa con Al Wad HaGai (la calle que lleva al Muro de las Lamentaciones y a la mezquita de Al Aqsa desde la puerta de Damasco). No tiene p¨¦rdida: siempre hay una patrulla de soldados israel¨ªes a solo unos metros. Tras atravesar el jard¨ªn, se accede al edificio principal; la cafeter¨ªa est¨¢ a la izquierda, pero lo recomendable es continuar escaleras arriba (o tomar el ascensor) hasta la azotea para contemplar una de las vistas m¨¢s bellas de Jerusal¨¦n o, lo que es lo mismo, una de las vistas m¨¢s bellas del mundo.
Desde all¨ª comienza a entenderse todo o, mejor dicho, empieza a no entenderse nada, que es la forma de enfrentarse a una ciudad que el historiador Simon Sebag Montefiore define as¨ª en su exhaustivo ensayo Jerusal¨¦n. La biograf¨ªa (Cr¨ªtica): "La historia de Jerusal¨¦n es la historia del mundo, pero es tambi¨¦n la cr¨®nica de una provinciana ciudad de las colinas de Judea, a menudo sumida en la penuria". Desde la azotea del Hospicio Austriaco se divisa la c¨²pula dorada de la mezquita de la Roca, tan cerca que casi puede tocarse; un poco m¨¢s lejos, ese desorden arquitect¨®nico que forma la iglesia del Santo Sepulcro, el lugar en el que fue crucificado Jes¨²s. M¨¢s all¨¢, la vista se topa con minaretes y torres de iglesias, murallas, callejuelas, banderas israel¨ªes que se?alan los asentamientos jud¨ªos en la parte musulmana de la Ciudad Vieja, y hasta una insignia del Real Madrid. Y entonces es inevitable preguntarse por qu¨¦ esa ciudad concentra los lugares sagrados de las tres grandes religiones monote¨ªstas: fue el monte donde Abraham estuvo a punto de sacrificar a su hijo, donde Salom¨®n fund¨® el primer templo y donde los jud¨ªos ortodoxos conf¨ªan en que aparecer¨¢ el Mes¨ªas, donde los cristianos creen que Cristo muri¨® y resucit¨® y donde los musulmanes piensan que Mahoma subi¨® al cielo, unos pocos kil¨®metros cuadrados por los que los hombres llevan luchando desde hace 4.000 a?os en una batalla que no ha terminado, como muestra la presencia constante de fuerzas de seguridad israel¨ªes. De hecho, su estatuto pol¨ªtico no est¨¢ cerrado: palestinos e israel¨ªes la consideran su capital irrenunciable, aunque est¨¢ ocupada por Israel desde 1967.
La puerta de Damasco
La mejor forma de entrar en la Ciudad Vieja es a trav¨¦s de la Puerta de Damasco. Se encuentra en la parte palestina de Jerusal¨¦n, nada m¨¢s cruzar lo que fue la l¨ªnea verde, y junto a una parada del nuevo tranv¨ªa, la mejor forma de desplazarse por la ciudad. Tras atravesar las imponentes murallas que edific¨® Suleim¨¢n el Magn¨ªfico en el siglo XVI, aparecen los puestos de frutas, verduras y hierbas arom¨¢ticas, productos tra¨ªdos de los territorios palestinos, los restaurantes de Kebab, los olores y sonidos de Oriente. A partir de all¨ª, el visitante debe sumergirse en los zocos y tratar de perderse hasta ir top¨¢ndose con una densidad hist¨®rica y espiritual que no alcanza ninguna otra ciudad en el mundo (salvo, tal vez, Roma). Conviene extraviarse, pasear por las callejuelas, cruzar de un barrio a otro de la ciudadela: el cristiano, el armenio, el jud¨ªo y el musulm¨¢n, alejarse de las calles llenas de tiendas y descubrir que Jerusal¨¦n no es una ciudad museo, como ocurre con otros cascos hist¨®ricos: miles de personas viven all¨ª, sobre los recuerdos de la humanidad -y, como escribi¨® Benjamin Disraeli, "tambi¨¦n de la historia del cielo y la tierra"-, sobre miles de restos en un lugar donde la arqueolog¨ªa es una ciencia pol¨ªtica, sobre las piedras que pisaron los contempor¨¢neos del rey David, los babilonios y los persas, los romanos, los primeros cristianos, los omeyas, los cruzados, los otomanos. Se pueden recorrer las murallas (de pago) o caminar por una parte de los tejados (gratis, se accede subiendo unas escalerillas en la esquina de las calles de Habad y San Marcos), una caminata ins¨®lita. "Es un alivio poder salir a dar un paseo de cien metros y no encontrar alg¨²n otro lugar sagrado", escribi¨® Mark Twain en Inocentes en el extranjero, un cl¨¢sico de la literatura de viajes en el que se burla de los americanos que peregrinan a Tierra Santa.
Antig¨¹edades romanas a la venta
Naturalmente, en ninguno de estos dos paseos elevados, murallas o tejados, y en realidad pr¨¢cticamente en ning¨²n lado, se cumple el deseo de Twain: ya sea por la constante presencia de jud¨ªos ortodoxos, los haredim, que se dirigen a las escuelas talm¨²dicas o al Muro; por los fieles musulmanes o por los peregrinos cristianos de todo el mundo -en el plazo de diez minutos es posible cruzarse con un autob¨²s de Amish o con un grupo de cristianos acarreando una cruz, tama?o natural, por la V¨ªa Dolorosa, la ruta del calvario-, es imposible huir de la fe. Pero, incluso para los no creyentes, en esa densidad religiosa late el misterio de la ciudad. De todos modos, para cualquiera que sufra el s¨ªndrome de Twain en vez del de Jerusal¨¦n y necesite volver a la tierra, refugiarse en las compras es una buena opci¨®n (y dado que hay que regatear, obligatorio como en La vida de Brian, es una operaci¨®n que lleva su tiempo). Aparte de los objetos m¨¢s religioso-kitsch que uno pueda imaginar, de verduras, frutas y encurtidos excelentes, y de todo tipo de pistolas y rifles de juguete (mercanc¨ªa extra?a para un lugar que lleva en conflicto una eternidad), hay dos opciones excelentes: antig¨¹edades y cer¨¢mica. Es uno de los pocos pa¨ªses que permiten la compra y exportaci¨®n legal de objetos romanos y bizantinos (con certificado de autenticidad, que no quiere decir que siempre sean aut¨¦nticos). Los precios no son disparatados (una l¨¢mpara de aceite romana, a partir de unos 50 euros). La cer¨¢mica contempor¨¢nea, desde tazas hasta fuentes, es realmente buena.
Mea Sharim, otro mundo
Al igual que es muy deseable perderse geogr¨¢fica y f¨ªsicamente entre las murallas, es bueno situarse en la historia: tres libros que han aparecido en castellano en los ¨²ltimos meses ayudan mucho. Adem¨¢s del relato hist¨®rico de Sebag Montefieri, resultan muy ¨²tiles las Cr¨®nicas de Jerusal¨¦n (Astiberri), un c¨®mic de Guy Delisle que relata el a?o que pas¨® all¨ª y que hasta puede servir de gu¨ªa, y Las tribus de Israel (RBA), de Ana Carbajosa. El libro de esta periodista de EL PA?S retrata la complejidad de Israel y responde a muchas preguntas que surgen cuando uno se pasea por Jerusal¨¦n. Por ejemplo, permite comprender un poco m¨¢s a esas figuras vestidas de negro, con camisas blancas y sombreros, que se mueven constantemente por la Ciudad Vieja: los haredim, los jud¨ªos ultraortodoxos, que ya forman el 15% de la poblaci¨®n del pa¨ªs.
Mea Sharim, a unas pocas manzanas del centro hist¨®rico, es su barrio tradicional que comenzaron a poblar en el siglo XIX. Visitarlo es una experiencia ¨²nica, un viaje a otra ¨¦poca y a un mundo lleno de normas casi incomprensibles para los extranjeros. Un viejo dicho entre los corresponsales en Israel es que "si eres capaz de distinguir todas las sectas hared¨ªn, es que ya llevas demasiado tiempo en el pa¨ªs". Este barrio es lo m¨¢s parecido a lo que debi¨® ser un Shtetl, los pueblos jud¨ªos de Europa oriental borrados del mapa por la barbarie nazi durante la Shoah. Eso s¨ª, tiene sus normas: se debe visitar vestido "modestamente" -lo recuerdan carteles en muchos muros-, lo que significa nada de pantalones cortos para los hombres, mientras que las mujeres no pueden llevar pantalones ni ropa ajustada. Aparte de dar una vuelta por el centro, hay bastantes lugares fuera de las murallas que merecen la pena: el mercado Mahane Yehuda -como todo en Jerusal¨¦n oeste, incluido el transporte p¨²blico, cierra el sabbat, desde el viernes por la tarde hasta el s¨¢bado por la tarde-, el Yad Vashem -la visita al Museo del Holocausto, junto al monte Herzl, es una experiencia que dif¨ªcilmente se borra-, barrios como la colonia alemana y el bullicio de Jerusal¨¦n este. Adem¨¢s del Museo de Israel, y especialmente el Shrine of the Book (Santuario del Libro), una de sus alas, donde se guardan los manuscritos del Mar Muerto en una obra arquitect¨®nica de 1965 que refleja el genio inclasificable de Frederick Kiesler, quien firm¨® el proyecto junto a Armand Phillip Bartos. Y sin que se nos olvide pasar por el bar del American Colony, el m¨ªtico hotel que cont¨® entre sus hu¨¦spedes con un oficial brit¨¢nico que cambi¨® el mapa de Oriente Pr¨®ximo, Lawrence de Arabia. Tomarse una cerveza en su bar, un lugar de encuentro m¨ªtico para los corresponsales desde los tiempos de Robert Capa, es una forma de bajar durante un rato a la tierra. Antes de abandonar la ciudad conviene pasar por el Hospicio Austriaco, regresar a su azotea y preguntarse de nuevo por qu¨¦ Jerusal¨¦n es el lugar elegido por el hombre para comunicarse con Dios (o por Dios para comunicarse con el hombre, seg¨²n se vea).
Gu¨ªa
C¨®mo ir
? Iberia (902 40 05 00; www.iberia.com) vuela sin escalas entre Madrid y Tel Aviv, con tarifas de ida y vuelta desde 339 euros, tasas incluidas.
? Alitalia (www.alitalia.com) tiene vuelos de ida y vuelta entre Madrid y Tel Aviv, con una escala larga que permite pasar varias horas en Roma, a partir de 336 euros.
Viajes organizados
? Laila Tours (www.lailatours.com). Especializados en viajes a Tierra Santa.
? Catai Tours (www.catai.es; en agencias) tiene un circuito de ocho d¨ªas desde 1.497 euros por persona.
Dormir
? Hospicio Austriaco (www.austrianhospice.com; 009 72 26 26 58 00). V¨ªa Dolorosa, 37.
? The American Colony (www.americancolony.com; 009 72 26 27 97 77). 1 Louis Vincent Street.
Comer
? Chakra (www.chakra-rest.com) King George, 41.
? Machneyuda (009 72 25 33 34 42) Mahane Yehuda Market. 10 Beit Yaakov Street.
? Jerusalem Hotel (009 72 26 28 32 82). Nablus Road.
? Armenian Tavern. 79 Armenian Orthodox Patriarchate Road.
Informaci¨®n
? Turismo de Israel (www.turisrael.com).
? Turismo de Palestina (www.visitpalestine.ps).
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