Entre y rel¨¢jese
MAS?A LA MOTA, hospitalidad y tertulias en la sierra de Alcoy
Acogedor. De ensue?o. Con duende. No hay suficientes ep¨ªtetos en las redes sociales para calificar a un modesto establecimiento de turismo rural en los altos de Alcoy, en la sierra Mariola, cuya principal virtud es la entrega de sus propietarios a la ociosidad de los viajeros. Indira Amaya y su marido, el diplom¨¢tico paname?o Edgar Ameglio, han logrado izar la reputaci¨®n de su peque?a Mas¨ªa La Mota a los primeros puestos en las preferencias de los canales de distribuci¨®n tur¨ªstica por Internet (Booking, Atr¨¢palo, Rumbo, Toprural...). Naturalmente ungidos del don de gentes, Indira y Edgar reciben, acogen, atienden, miman, dan hospitalidad y consiguen que el hu¨¦sped se sienta seguro y complacido en lo que dura su estancia, pese a que la arquitectura no sea para decir "oh" ni las habitaciones un espacio muy evolucionado para los sentidos. Aqu¨ª no hay motivos para el asombro, pero s¨ª tiempo para cultivar una amistad culta y poli¨¦drica, con todos los alicientes de las viejas tertulias intelectuales.
MAS?A LA MOTA
PUNTUACI?N: 6
Categor¨ªa oficial: tres estrellas. Direcci¨®n: Carretera de la Font Roja, km 5. Alcoy (Alicante). Tel¨¦fono: 966 54 03 70. Fax: 966 52 62 94. Internet: www.masialamota.com. Instalaciones: jard¨ªn, piscina exterior, aljibe cenador, sal¨®n, sala de reuniones para 60, comedor. Habitaciones: 10 dobles, 1 junior suite, 1 grand suite. Servicios: algunas habitaciones adaptadas para discapacitados, admite animales dom¨¦sticos. Precios: desde 107 euros la doble, desayuno e IVA incluidos.
Pino, tomillo, romero, espliego y mil fragancias montunas anticipan el decorado interior de la mas¨ªa. Casi no se ven las paredes de tanto ornamento vegetal. Un patio central aporta luz a las distintas estancias, oscurecidas por culpa del mobiliario all¨ª amontonado. Encerrada entre ficus y palmeras, la fuente que lo preside no se descubre sino por el gorgoteo del agua. En verano, esa penumbra las protege del calor, pero en invierno solo sirve para acrecentar la frialdad que baja de la sierra. En este incalificable mejunje est¨¦tico parecen retroalimentarse la tradici¨®n barroca de la comunidad valenciana y la latinoamericana. El resultado es un lugar que asombra, si no asusta, por su hiperdecoraci¨®n.
Borlas, encajes, regaderas, cenefas, flores secas... Mil y un corredores, salitas y antesalas, escalerillas y recovecos. No cabr¨¢ un alfiler m¨¢s en las habitaciones, pero los colchones son blandengues, y la lencer¨ªa de cama, muy necesitada de renovaci¨®n. Habr¨¢ cenefas floridas sobre el alicatado, pero falta agua a chorros para disfrutar en la ducha. A cambio, sobran libros con que ilustrarse en los anaqueles y rincones historiados por toda la casa con los que entretenerse.
El desayuno, servido por Indira, es abundante y diverso. Sus hu¨¦spedes, en reconocimiento, pregonan lo vivido a los cuatro vientos. O, mejor dicho, a trav¨¦s de las redes sociales.
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