Una calle de cuento fant¨¢stico en Bremen
Entre paredes de ladrillo rojo, la calle B?ttcher est¨¢ llena de detalles, secretos e historias
La calle B?ttcher es peculiar, extra?a m¨¢s all¨¢ de su apariencia. A primera vista se presenta como un pasaje pintoresco y tur¨ªstico, una sucesi¨®n de edificios de ladrillo rojo que une, desde la Edad Media, la plaza del Mercado y la ribera del r¨ªo Weser. Pero si se recorre con los ojos bien abiertos se pueden descubrir muchos detalles, secretos e historias que la transforman en un escenario sacado de alguna pel¨ªcula de cine fant¨¢stico, de aquellas tan inocentes que mi generaci¨®n adoraba en los a?os 80.
Un relieve dorado, brillante y gigantesco, con la imagen de San Jorge luchando contra el drag¨®n nos da la bienvenida. Inmediatamente hay que dejar volar la imaginaci¨®n. Nos sorprenden entonces peque?os miradores, soportales oscuros y silenciosos, pasadizos que comunican patios sombr¨ªos, min¨²sculas puertas de madera que no se sabe qu¨¦ mundos abrir¨¢n¡ Los relieves de ladrillo dejan entrever extra?as figuras de animales, escudos, poleas, varios relojes e incluso un anciano de piedra asomado a una falsa ventana. Es inevitable preguntarse por qu¨¦ est¨¢n ah¨ª. Al final de la calle una suerte de felinos montados por ni?os nos contempla mientras una pared gira sobre s¨ª misma misteriosamente al ritmo de 30 campanas de porcelana.
En invierno, con la soledad, el fr¨ªo y la luz tenue que caracterizan esta ciudad, parece que todos estos personajes se despegar¨¢n de la pared, cobrar¨¢n vida y transformar¨¢n esta callejuela en una novela de aventuras y terror, al m¨¢s puro estilo de Julio Verne. Si esto sucediera nos hablar¨ªan de las historias que hay detr¨¢s de estos edificios, cada uno con nombre propio, otra se?al de su marcada personalidad. Uno conmemora a la antigua Atl¨¢ntida, otro es un homenaje a los viajes de Robinson Crusoe y otro recuerda a siete hermanos tan inteligentes como vagos, que a su vez son los autores de una curiosa fuente escondida tambi¨¦n en esta calle.
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En realidad, toda esta fantas¨ªa responde al empe?o de un comerciante de caf¨¦ llamado Ludwig Roselius, que quiso expresar sus ideales, controvertidos quiz¨¢, sobre el pueblo alem¨¢n. En su af¨¢n por destacar el esp¨ªritu emprendedor y aventurero de los alemanes del norte, Roselius le dedic¨® una calle entera. Hoy en d¨ªa, en apenas cien metros, se puede comprar t¨¦, cristales de dise?o dan¨¦s y veneciano, joyas tan originales como minimalistas, y observar anonadado como se preparan miles de caramelos artesanos de un golpe (?Aviso! Esta actividad tiene un importante poder sedante).
Quien lo desee puede disfrutar de una variada gastronom¨ªa: comer en un elegante italiano rodeado de ejecutivos, cenar en un japon¨¦s con unos inquietantes maniqu¨ªes como compa?eros de mesa, o disfrutar de aut¨¦ntica comida y cerveza alemana en el restaurante m¨¢s curioso y generoso de la ciudad. Tambi¨¦n habr¨¢ tiempo para la cultura, pues esta calle alberga nada menos que tres museos (B?ttcherstrasse Art Collections, Museum in der Roselius Haus y Paula Modersohn-Becker Museum) y un cine de autor diminuto y encantador. Por ¨²ltimo, se pueden dedicar unos momentos a la vanidad y a la ecolog¨ªa, todo al mismo tiempo, en una peluquer¨ªa org¨¢nica. Al final, es probable, que tanto elemento fant¨¢stico nos haya dejado con los pelos de punta.
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