Nadie pita en Kuala Lumpur
Desde el sur de Tailandia, donde el caucho es como el oro, a la ¡®tranquila¡¯ capital de Malasia, la urbe de los grandes rascacielos donde no se usa el claxon
Sadao es un poblach¨®n fronterizo entre Tailandia y Malasia, en una zona completamente dedicada al monocultivo del caucho, ese oro blanco con el que se fabrica el l¨¢tex y que motiv¨® la invasi¨®n japonesa durante la Segunda Guerra Mundial, ¨²nico periodo de la Historia en que el pa¨ªs de los hombres libres ha estado sometido a un poder extranjero. A diferencia del resto de vecinos, Tailandia nunca ha sido colonizada. Una excepcionalidad que comparte con Etiop¨ªa, ¨²nico pa¨ªs africano que ha sido siempre libre.
Sobre el horizonte se han empezado a acumular nubarrones espesos y oscuros. Es una t¨®nica general en Asia, que solo tiene dos estaciones: t¨®rrido verano y monzones. Y en verano, la lluvia es omnipresente y ataca con repentina ira en cualquier momento. Al llegar a la poblaci¨®n comienza a llover. Primero son unas t¨ªmidas gotas, pero inmediatamente cae un chaparr¨®n torrencial que me pilla cruzando la puerta de un hotel llamado Perfect Place. El nombre resulta providencial, teniendo en cuenta que si llego a esperar cinco minutos a encontrar otro lugar mejor estar¨ªa completamente empapado.
Como todas las ciudades fronterizas, Sadao vive del comercio de aquello que es m¨¢s barato a ambos lados de la linde. De Malasia importa gasolina y golfos, porque lo que aqu¨ª m¨¢s se ofrece es alcohol y j¨®venes prostitutas tailandesas. En las habitaciones de hotel hay abundantes condones. Y se usan, a juzgar por los rugidos que provienen de la habitaci¨®n contigua. El l¨¢tex regresa al lugar que lo vio nacer.
La frontera se pasa con extraordinaria facilidad. En las aduanas de Tailandia recogen mi permiso de importaci¨®n temporal de la moto sin examinarla y mi pasaporte se sella en dos minutos; cruzo la tierra de nadie. En la caseta de inmigraci¨®n de Malasia me atiende una amable funcionaria cubierta con velo que sonr¨ªe con simpat¨ªa y franqueza. Se trata de un pa¨ªs oficialmente musulm¨¢n, aunque pronto comprobar¨¦ que de costumbres abiertas y relajadas.
Refugios antichaparrones
El paisaje es selv¨¢tico, la temperatura alta, y el horizonte aparece hoy limpio de nubes. La carretera es asombrosa, inmejorable. Menuda autopista. Buenos coches y buenas infraestructuras. Tambi¨¦n los precios son m¨¢s altos que en su vecino Tailandia. Salvo la gasolina, que es mucho m¨¢s barata, unos 80 c¨¦ntimos el litro. Los peajes son gratis para las dos ruedas. Otra cosa tambi¨¦n llama la atenci¨®n: refugios techados para las motos en caso de chaparr¨®n, situados cada pocos kil¨®metros. Original idea y muy ¨²til en una naci¨®n con muchas motocicletas de baja cilindrada y sometida a repentinas lluvias torrenciales.
Al atardecer aparezco en un resort sobre las monta?as a 30 kil¨®metros de Kuala Lumpur. Es lo que se conoce como Highlands; un lugar para ricos y famosos donde proliferan los hoteles de lujo y los casinos. Aqu¨ª se re¨²ne hoy el Club BMW Motorrad de Malasia. Ezequiel, un seguidor de Facebook, me ha puesto en contacto con Kevin, uno de sus miembros.
Voy con Kevin hasta KL, como llaman coloquialmente a la capital. Me ha invitado a dormir en su casa, pero antes pasaremos por su pub favorito. El Backyard. No est¨¢ en el centro de la ciudad, pero hay un ambientazo fabuloso. Una sala con mesas de snooker (billar) da paso a una barra y un escenario. Hay gente pero sin apreturas. La densidad perfecta que tan rara y dif¨ªcil de obtener es a veces. Una buena banda de rock toca en directo. Hay de todo; prostitutas, parejas, occidentales. Un sueco se acerca a preguntarme por la moto. Ha visto la matr¨ªcula y est¨¢ admirado. Me dice que en este local cada noche pasa algo diferente. Probablemente, eso es lo mejor que se puede decir de un sitio as¨ª.
Sin cl¨¢xones en Kuala Lumpur
Kuala Lumpur es una ciudad sorprendente. Urbe enorme, interconectada por decenas de autopistas, con una poblaci¨®n mixta, mestiza y bien avenida. El dinero brota, circula, se desparrama y distribuye. Se nota en el crecimiento urban¨ªstico, en la altura de las torres Petronas, s¨ªmbolos del progreso nacional, en las tiendas, los restaurantes, los coches¡ Kuala Lumpur es como Nueva York pero su gente parece estar m¨¢s relajada. Siempre con tiempo para tomar una copa, para comer un plato de comida callejera a cualquier hora del d¨ªa, o de la noche. Hay otra agradable constante. El silencio. Las bocinas de los coches, camiones o taxis parecen estar de adorno. Nadie pita en Kuala Lumpur y eso es un gran alivio para quien ha conocido India.
Kevin me lleva a la casa de hu¨¦spedes cerca del centro. Al lado est¨¢ el restaurante de fideos con ternera m¨¢s c¨¦lebre y antiguo de la ciudad. No es m¨¢s que un chamizo de ca?as, pero siempre est¨¢ a tope. Piden unos 20 euros por una habitaci¨®n sin ba?o. La clientela es internacional. Un joven italiano de Toscana me cuenta que ha vivido en Australia varios a?os y ha conseguido el pasaporte australiano. Seg¨²n ¨¦l, eso lo convierte en un ser privilegiado. Asegura haber ganado mucho dinero. Seg¨²n ¨¦l en ese pa¨ªs se vive de lujo, se pagan buenos sueldos y no hay graves problemas.
Llevo aqu¨ª ya una semana. En Kuala Lumpur es tan f¨¢cil quedarse como dif¨ªcil irse. Cada ma?ana salgo y cruzo hasta la otra acera. Hay un restaurante indio que nunca cierra. Es barato y en una gran pantalla emite los partidos de f¨²tbol de las ligas europeas. Esa combinaci¨®n le supone un ¨¦xito fenomenal a horas intempestivas. Por la ma?ana suele estar tranquilo y en su terraza cubierta los que se despiertan ahora y los que llegan de marcha piden rotis, una especie de cr¨ºpe india, caf¨¦ y zumos naturales.
En mi calle hay decenas de puestos de comida. La fruta fresca es deliciosa y barata. Sand¨ªa, pi?a y mango. La entregan cortada y pelada en bolsitas de pl¨¢stico. El pl¨¢stico que todo lo est¨¢ cubriendo de basura. De vez en cuando tambi¨¦n bebo zumo de ca?a de az¨²car o agua de coco. El dulce brebaje lo vende una se?ora mayor que tiene su humilde paradita frente al hostel. Sus piernas est¨¢n deformadas de tantas horas como pasa de pie. A pesar de ello, sonr¨ªe con franqueza cada vez que me ve.
Gu¨ªa
Documentaci¨®n
Personal: pasaporte con seis meses de vigencia. No haca falta visado.
Para la moto: carn¨¦ du passages expedido por el RACE.
Dormir
Tropical Guesthouse (2, Tengkat Tong Shin, 50200 Kuala Lumpur).
Comer y beber
Pub Backyard (Jalan Sri Hartamas 8, 50480 Kuala Lumpur). M¨²sica en directo.
Miquel Silvestre (Twitter: @miquelsilvestre) es autor del libro de viajes en moto Europa Lowcost sin dejar de trabajar (Editorial Comanegra) y del blog La ruta de los exploradores olvidados.
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