Huellas africanas en Argentina
Un recorrido en C¨®rdoba rastrea la herencia de afrodescendientes por la ciudad
¡°En Argentina no hay negros¡±. La frase la repiten visitantes y turistas, sobre todo, los que provienen de otras regiones latinoamericanas y se asombran del aspecto europeo de los edificios y de los habitantes del pa¨ªs. Sin embargo, s¨ª hubo, y hay. Un ejemplo de ello se puede ver en C¨®rdoba, donde la Direcci¨®n de Turismo de esta ciudad del centro del pa¨ªs ofrece el recorrido C¨®rdoba negra como extensi¨®n del trabajo de investigaci¨®n sobre los afrodescendientes del grupo C¨®rdoba Ruta del Esclavo, de la Universidad Nacional. La idea es descubrir, en una tarde de sol, la herencia africana que forma parte de la identidad local y que, como la carta robada de Poe, est¨¢ a simple vista entre el legado colonial, si uno mira bien.
La cita comienza en el Cabildo, centro hist¨®rico por excelencia. All¨ª, los gu¨ªas explican que C¨®rdoba se fund¨® en 1573 y que ya hay registros en 1591 de un pedido al rey para que permita el comercio de esclavos. Llegaban de Congo, Angola, Guinea. Algunos eran reenviados a Chile y al Alto Per¨², pero muchos se quedaban en la ciudad para tareas rurales y dom¨¦sticas, adquiridos por ¨®rdenes religiosas y familias aristocr¨¢ticas. ¡°Ac¨¢ se hac¨ªan los remates¡±, explica el gu¨ªa, y cuesta creer que donde hoy hay un caf¨¦ y coquetas muestras de artes pl¨¢sticas antes se vend¨ªan personas.
El paseo sigue por el tradicional monasterio de las Carmelitas Descalzas, donde hace a?os se asentaban los rancher¨ªos, como se denominaba a las casas de los esclavos. Despu¨¦s, se llega a la Iglesia de la Compa?¨ªa de Jes¨²s, ubicada en el centro neur¨¢lgico de la ciudad: la Manzana Jesu¨ªtica, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. All¨ª, entre m¨¢rmoles pulidos y pinturas hist¨®ricas, hay una presencia invisible. Las piedras que forman cada uno de los muros que hoy subsisten fueron puestas, una a una, por los africanos que trabajaban para la orden. Y dentro, hay una presencia m¨¢s notable. En el altar mayor, entre las luminosas im¨¢genes de santos, est¨¢ San Pedro Claver, ¡°esclavo de los esclavos¡±, sacerdote jesuita espa?ol que se enfrent¨® a los que comerciaban con esclavos en Cartagena de Indias.
Algunos estudios afirman que en 1780 el 40 por ciento de la poblaci¨®n de la ciudad era africana. ?Qu¨¦ fue de ellos? La historia es compleja y debe desenterrar a?os de tab¨²es, pero los investigadores se?alan un proceso de invisibilizaci¨®n: mientras la aristocracia argentina del siglo XIX se esmeraba por mostrar un pa¨ªs europeo, los africanos en C¨®rdoba se mezclaron con la poblaci¨®n local, los pueblos originarios, los inmigrantes. Sumado a ello la negaci¨®n a reconocer las ra¨ªces, comenz¨® entonces aquella idea de que ¡°en Argentina no hay negros¡±.
El ¨²ltimo punto del paseo es la Iglesia de San Francisco, que data de 1575. En un retablo, a la izquierda, se ve una escultura de un santo negro. Se trata de San Benito de Palermo, italiano, hijo de esclavos, que tambi¨¦n sigue all¨ª para recordar a otra cofrad¨ªa de esclavos de los franciscanos. La historia cuenta que esas cofrad¨ªas ofrec¨ªan servicios sociales a sus miembros y que una vez al a?o realizaban un fest¨ªn para los presos albergados en el Cabildo. Compart¨ªan con ellos un pesar: la falta de libertad.
Adem¨¢s de las dos peque?as esculturas, ¨²nicas im¨¢genes de piel brillante y oscura entre tantos santos rubios de las iglesias, la herencia africana est¨¢ en palabras que cualquier argentino usa todos los d¨ªas. Desde ¡°quilombo¡±, ¡°marote¡± o ¡°fulero¡±, hasta la misma ¡°tango¡±.
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