En los dominios de Montaigne
Camuflado entre cedros se alza el castillo donde el autor franc¨¦s vivi¨® y escribi¨®
El P¨¦rigord (en el suroeste de Francia) es un pa¨ªs de castillos habitables, r¨ªos generosos y un terroir meticulosamente aprovechado. Pero su joya m¨¢s escondida e inadvertida es la huella de Montaigne, cuya antigua heredad se oculta en el municipio de Saint-Michel, que lleva su nombre.
Michel de Montaigne (1533- 1592), en efecto, es un producto ins¨®lito de esta tierra tan propicia a la uva m¨¢s selecta. Encerrado en su torre escribi¨® los famosos Ensayos y cambi¨® el curso de la literatura universal. Se le suele citar al lado de Shakespeare, Cervantes, Goethe, y es, de hecho, el cl¨¢sico europeo que ahora mismo despierta m¨¢s admiraci¨®n e inter¨¦s entre los lectores m¨¢s exigentes y los escritores de s¨ª mismos.
¡°Feliz como Dios en Francia¡± es un dicho alem¨¢n que parece perfectamente adecuado para este bello territorio. Solo en su torre, el viejo ensayista abri¨® caminos nuevos a la sensibilidad humana. Fue, a su modo, un peque?o dios de alegr¨ªa morigerada, pero constante; ocupado solamente en escribir y leer, pero sin olvidar espaciar la escritura con sus viajes en mulo, donde, entre incomodidades, se sazonaba su prosa auroral.
M¨¢ximas en las vigas
Lo primero que sorprende del lugar es el escaso inter¨¦s que parece suscitar desde el punto de vista tur¨ªstico. Saint-Michel-de-Montaigne es una aldea secreta de unos trescientos habitantes, tranquila como una siesta divina, y el antiguo castillo de Montaigne est¨¢ camuflado tras una colecci¨®n de cedros centenarios. Son legendarias las dificultades para encontrar este lugar buc¨®lico y apacible (como cuenta Jorge Edwards en La muerte de Montaigne y puedo corroborar a pie juntillas). Para ser una gloria de Francia, el ensayista recibe una atenci¨®n un poco displicente por parte de las autoridades competentes.
La historia de la fortaleza se remonta al siglo XV. En el a?o 1477, Ramon Eyquem ¡ªel bisabuelo del escritor¡ª, que era un negociante de Burdeos, compr¨® el se?or¨ªo, convirti¨¦ndose en el primer Eyquem de Montaigne. El dominio perteneci¨® a la familia hasta 1811. En 1860 lo compr¨® Pierre Magne, ministro de Hacienda de Napole¨®n III, que lo quer¨ªa regalar a su hijo. Veinticinco a?os despu¨¦s, en 1885, un incendio destruy¨® la mayor parte del castillo, que r¨¢pidamente fue reconstruido al a?o siguiente. La actual propietaria era madame M?hler Besse, que falleci¨® el a?o pasado. Solo la torre de Montaigne, el estimado habit¨¢culo donde este pasaba las horas, se ha mantenido firmemente original. Es la parte del edificio que ahora est¨¢ abierta a los visitantes. Lo ¨²nico que queda de la ¨¦poca son un par de sillas de montar y las famosas citaciones de m¨¢ximas griegas y latinas que el escritor hizo inscribir en las vigas de su biblioteca (comenzando por la significativa Homo sum, humani nihil a me alienum puto, de Terencio, es decir, Hombre soy y nada humano me es ajeno).
Nos hospedaremos en el ¨²nico lugar disponible, el Relais de la Renaissance. Es una coqueta casa de apartamentos rurales. La regentan dos alemanes, Inge von der Ley y Anton Kellner. Hacen una curiosa pareja. Inge es rubia, atenta y de una perspicacia muy reposada. Anton ¡ªTony, como prefiere que le llamemos¡ª es un b¨¢varo grandote, risue?o y muy diestro en los secretos de la jardiner¨ªa. En realidad, ella trabaja de consejera del ministro de Educaci¨®n de Mal¨ª, raz¨®n por la que la pareja pasa cinco meses al a?o en ?frica. Eso les permite disfrutar de siete meses de vacaciones, que aprovechan para explotar los apartamentos del relais.
Acaba el d¨ªa, se desvanecen las sensaciones de la visita. Como recuerdo s¨®lido, algunos litros de vino del pa¨ªs, de la denominaci¨®n C?tes de Montravel y Bergerac Sec. Todos estos vi?edos que hemos visto, coronados por los castillos, dan su fruto, y es excelente. El paisaje de la Dordo?a es mon¨®tonamente fruct¨ªfero. Las cepas ordenadas en filas interminables colonizan las faldas de los peque?os cerros y todos los llanos disponibles. Las diferentes propiedades vitivin¨ªcolas son llamadas ch?teaux, sean o no sean vigiladas por alguna almena imponente. Es costumbre que en la cabecera de cada fila de vi?as se plante un rosal.
La cena debe ser en el Auberge de la Tour, el ¨²nico restaurante del pueblo. Se promete cuisine du terroir y ambiance campagnarde, y realmente se cumple, como se puede comprobar instant¨¢neamente ya desde la primera cucharada de la soup de campagne, que tiene una consistencia densa y variada, perfectamente razonable.
El viajero ¡ªlo prometo¡ª saldr¨¢ de all¨ª con el ¨¢nimo satisfecho y las obras completas de Montaigne bajo el brazo. Como ¨¦l mismo escribi¨®, ¡°ning¨²n placer resulta totalmente deleitoso si no se comunica, y ning¨²n deleite es absoluto si no se da a conocer¡±.
? Joan Gar¨ª es autor de Viatge pel meu pa¨ªs (editorial 3i4).
Gu¨ªa
Visitas
Alojamiento
Informaci¨®n
? Torre Montaigne. La torre est¨¢ clasificada como monumento hist¨®rico del siglo XIV (Saint-Michel-de-Montaigne; 00 33 553 58 63 93; www.chateau-montaigne.com).
? Castillo de Castelnaud
(www.castelnaud.com).
? Jardines Colgantes de Marqueyssac (www.marqueyssac.com).
? Ecomuseo de la Trufa de Sorges (www.ecomusee-truffe-sorges.com).
? Relais de la Renaissance (00 33 553 24 96 69; www.gites-montaigne.eu). Anton Kellner. Inge von der Ley Le Bourg. Saint-Michel-de-Montaigne. Cuatro apartamentos por 50 y 60 euros por d¨ªa de estancia.
? Turismo de Bergerac (www.pays-de-bergerac.com). Esta web ofrece un listado de posibles alojamientos en toda la regi¨®n.
? www.tourisme-aquitaine.fr/es.
? Oficina de turismo de Francia (www.franceguide.com). / I. M.
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