Reliquias viajeras de la guerra fr¨ªa
Un escalofriante viaje en el tiempo a trav¨¦s de diez enclaves que permanecen en pie y se pueden visitar Del cuartel general de la Stasi a un b¨²nker gigante construido en secreto por el gobierno de Estados Unidos a finales de los a?os 50
Hace ya m¨¢s de dos d¨¦cadas de la ca¨ªda del Muro de Berl¨ªn, aunque no es f¨¢cil olvidar que durante cuarenta a?os del siglo pasado el mundo vivi¨® en paz pero pendiente de un hilo: bajo la amenaza constante de una guerra nuclear. Dos sistemas pol¨ªticos, capitalismo y comunismo, se enfrentaron por el poder mundial y se prepararon para el posible conflicto salpicando el planeta (especialmente en Europa, la antigua Uni¨®n Sovi¨¦tica y Norteam¨¦rica) de b¨²nkeres, t¨²neles, radares, torres de vigilancia, silos nucleares, bater¨ªas de misiles y aeropuertos militares. Muchos de ellos todav¨ªa siguen en pie y algunos se pueden visitar en su estado original, o ya rehabilitados en atracci¨®n tur¨ªstica. Todos son arqueolog¨ªa pura.
01 El Muro
Berl¨ªn
Es la reliquia por excelencia de este periodo hist¨®rico. Hasta sus restos acuden, casi en procesi¨®n, miles de turistas (algunos m¨¢s nost¨¢lgicos que otros) para revivir cuatro d¨¦cadas de historia y, sobre todo, de historias de esp¨ªas a uno y otro lado, an¨¦cdotas e intrigas.
Transcurridos m¨¢s de veinte a?os desde su ca¨ªda, el Muro de Berl¨ªn sigue siendo uno de los mayores reclamos tur¨ªsticos de la ciudad. Se puede recorrer comenzando por los grafitis de la East Side Gallery, un verdadero museo al aire libre. Las creaciones no son las originales, ya que las autoridades mandaron rehabilitarlas y pintarlas de nuevo, aunque muchos de los artistas de aquellos primeros murales se negaron a rehacerlas. Aun as¨ª, sigue siendo interesante. La galer¨ªa ocupa m¨¢s de un kil¨®metro de muro lleno de alegatos por la paz y la reunificaci¨®n de la ciudad, con im¨¢genes ya tan famosas como la del beso entre Breznev y Honecker.
M¨¢s tur¨ªsticos pero imprescindibles son el conocido Chekpoint Charly o la Bernauer Strasse, donde se puede visitar el Centro Conmemorativo del Muro, construido en 1998. Los arquitectos Kohloff & Kohloff de Stuttgart conservaron en aquel momento sesenta metros de la antigua franja de la muerte, una calle se hizo famosa cuando el 13 de agosto de 1961, de un d¨ªa para otro, sus vecinos vieron c¨®mo se levantaba un muro que les separaba de sus familiares y amigos del otro lado. Tambi¨¦n fueron testigos de c¨®mo muchas personas, sumidas en la desesperaci¨®n, saltaron desde las ventanas de sus pisos hacia Berl¨ªn Occidental, pagando por ello con su vida. Tambi¨¦n hubo hu¨ªdas que concluyeron con ¨¦xito, como recogieron muchas fotograf¨ªas de la ¨¦poca que han pasado a la historia. Hoy, en Bernauer Strasse se pueden ver cuatro placas de la milla hist¨®rica del Muro de Berl¨ªn (entre Schwedter Strasse y Strelitzer Strasse) que marcan los lugares de varios intentos de huida.
Los m¨¢s nost¨¢lgicos del Muro pueden hacer tambi¨¦n un recorrido que sigue el llamado Camino del Muro de Berl¨ªn: la l¨ªnea de las instalaciones fronterizas de la ex-RDA con Berl¨ªn Occidental. Realizado entre 2002 y 2006, rodea a lo largo de aproximadamente 160 kil¨®metros la antigua mitad occidental de la ciudad dividida. Es un camino se?alizado para peatones y ciclistas que trascurre, en su mayor parte, por el antiguo camino aduanero de Berl¨ªn Occidental y por la pista que las tropas fronterizas de la RDA construyeron para el patrullaje motorizado a lo largo de la frontera. En algunas partes del recorrido se pueden ver restos del muro. Tambi¨¦n hay mapas y m¨¢s de 40 paneles en varios idiomas sobre la divisi¨®n de Alemania y sobre la construcci¨®n y la ca¨ªda del Muro de Berl¨ªn, con fotograf¨ªas y textos. Este camino del Muro de Berl¨ªn est¨¢ dividido en 14 tramos de una longitud entre siete y 21 kil¨®metros, a cuyos puntos de inicio y final se puede llegar f¨¢cilmente en transporte p¨²blico. En principio, se pueden transportar bicicletas en los trenes del metro (S-Bahn, U-Bahn), y en los trenes regionales (Regionalbahn).
02. Un hospital secreto bajo la monta?a
Budapest
Una de las visitas m¨¢s curiosas que se puede hacer en Budapest es el museo del Hospital in the Rock. Excavado bajo la colina de Buda, aprovechando cuevas que ya exist¨ªan, es una largu¨ªsima galer¨ªa con diversas habitaciones que sirvi¨® de hospital en la II Guerra Mundial y durante la revoluci¨®n del 56. Despu¨¦s cerr¨® oficialmente, pero continu¨® funcionando durante la guerra fr¨ªa sin que la poblaci¨®n lo supiera y permaneci¨® preparado para atender a la poblaci¨®n en caso de ataque nuclear. Los que entonces eran ni?os (en los a?os sesenta y setenta del siglo pasado) cuentan que se hablaba de la existencia de un refugio secreto bajo el castillo y jugaban a encontrar su entrada.
Desde 2006 est¨¢ abierto al p¨²blico y hoy se muestra tal y como era con la ayuda de cien figuras de cera que representan a m¨¦dicos, soldados, heridos y enfermeras, junto al equipo m¨¦dico original. El circuito incluye una visita a un refugio nuclear de la guerra fr¨ªa. Se venden como recuerdos las mascarillas de gas o los paquetes de primeros auxilios que los h¨²ngaros almacenaron (a millares) para un hipot¨¦tico caso de conflicto nuclear.
03. Centro Panruso de Exposiciones
Mosc¨²
EN 1991, la Uni¨®n Sovi¨¦tica dej¨® definitivamente de existir como tal. Mosc¨² tambi¨¦n comenz¨® entonces un cambio fren¨¦tico para cambiar su alma comunista y convertirse en una ciudad entregada completamente al capitalismo. Para los nost¨¢lgicos, a¨²n quedan algunos restos de aquella ¨¦poca en la que fue una de las dos capitales de la guerra fr¨ªa, como los adustos bloques de viviendas de los suburbios, alguna que otra fachada que conservan detalles escult¨®ricos como la hoz y el martillo , o como el Centro Panruso de Exposiciones, un recinto de unas 200 hect¨¢reas que conserva una colecci¨®n de estatuas de aspecto decidido, elaboradas fuentes y pabellones decorados con frescos que celebran el poder¨ªo de los trabajadores y la fuerza de la uni¨®n. Incluso tiene una estatua de una nave espacial de 100 metros y un cohete Vostok original, orgullosos monumentos de una ¨¦poca en la que el comunismo conquistaba el espacio exterior.
Desde el centro de Mosc¨² se puede llegar en poco tiempo en la l¨ªnea 6 de metro; hay que apearse en la estaci¨®n VDNKh.
04. Museo canadiense de la guerra fr¨ªa
Carp (Ontario)
Los estadounidenses no fueron los ¨²nicos que gastaron un mont¨®n de dinero para proteger a sus ciudadanos (m¨¢s bien a sus l¨ªderes pol¨ªticos) en caso de guerra nuclear. Canad¨¢ cre¨® por todo el pa¨ªs una serie de diefenbunkers (llamados as¨ª por su ide¨®logo, John Diefenbaker, ex primer ministro) a prueba de desastres. El m¨¢s grande se encuentra en Carp, a pocos kil¨®metros de la ciudad de Ottawa, en Ontario. Tiene m¨¢s de 30500 metros cuadrados y alberga una estaci¨®n de radio, un amplio centro de operaciones y una enorme c¨¢mara acorazada para almacenar los lingotes de oro del Banco de Canad¨¢. Hoy, unos en¨¦rgicos gu¨ªas tur¨ªsticos conducen a los visitantes por este refugio del tama?o de una ciudad, ahora conocido como Museo de la Guerra Fr¨ªa de Canad¨¢. Todo el a?o se puede hacer un circuito por 14 d¨®lares.
05. Dormir en una c¨¢rcel socialista
Karosta (Letonia)
Para presumir de haber pernoctado en una prisi¨®n sovi¨¦tica de la ¨¦poca, basta con convertirse, por una noche, en un preso de la sombr¨ªa c¨¢rcel de Karosta (Liepaja, Letonia), antiguo calabozo donde eran encerrados los soldados desobedientes. Aqu¨ª, los guardias visten uniformes de la ¨¦poca, someten a los reos a inspecciones regulares, les insultan y les obligar¨¢n a orinar en una letrina asquerosa. Si uno no quiere ser molestado, nada como la celda 26 (de incomunicaci¨®n), cuya oscuridad puede volver loco a cualquiera. La visita de las instalaciones se realiza mediante un circuito guiado y es una experiencia masoquista menos radical.
Los circuitos guiados cuestan 2 lats (2,85 euros) y se realizan a diario de 10.00 a 18.00 horas entre mayo y septiembre; el resto del a?o, con cita previa.
06. Rehabilitaci¨®n en un b¨²nker
Letonia
Escondido entre los pinos del Parque Nacional de Gauja, en Letonia, se encuentra L?gatne, un l¨®brego centro de rehabilitaci¨®n. Pero es algo m¨¢s que un hospital. Bajo su anodina arquitectura t¨ªpica de los a?os sesenta se esconde un b¨²nker sovi¨¦tico secreto m¨¢s conocido por su nombre en clave: la Pension. Cuando Letonia formaba parte de la URSS era uno de los refugios antinucleares m¨¢s importantes, y tan secreto que fue informaci¨®n clasificada hasta el 2003. Hoy, los visitantes pueden deambular por sus salas reforzadas con hierro. El refugio, de 2000 metros cuadrados, conserva el aspecto que ten¨ªa hace unos cuarenta a?os. La visita cuesta 4 lats (5,69 euros).
07. Un homenaje en piedra al socialismo
Minsk (Bielorrusia)
Cuando cae un sistema pol¨ªtico o un dictador, lo siguiente en caer son sus estatuas. Lo hemos visto muchas veces en televisi¨®n, pero hay lugares en los que estas estatuas se guardan a buen recaudo, o incluso se exhiben. Es el caso de Bielorusia, donde tras la desaparici¨®n de la Uni¨®n Sovi¨¦tica no se retiraron los monumentos dedicados a los d¨¦spotas derrocados, como si continuase aferrada al viejo esp¨ªritu sovi¨¦tico. El resultado es una especie de escaparate de lo que fue en su tiempo la URSS.
La mayor parte de estos homenajes escult¨®ricos a los dirigentes camaradas siguen firmes en las calles de su capital, Minsk. Un paseo por el centro de la ciudad constituye un viaje en el tiempo: Lenin se muestra orgulloso en un podio frente a la Casa de Gobierno, el busto de Felix Dzerzhinsky, fundador del KGB, observa a los peatones en la avenida de la Independencia y Mija¨ªl Kalinin, un destacado revolucionario sovi¨¦tico, hace guardia en su plaza.
La gran ventaja de viajar a Minsk es que es una de las capitales europeas menos visitadas por los occidentales y la sorpresa est¨¢ garantizada. Si se va a visitar Bielorrusia, hay que solicitar el visado tur¨ªstico con al menos dos semanas de antelaci¨®n para evitar problemas burocr¨¢ticos.
08. Un b¨²nker debajo del ¡®resort¡¯
West Virginia (EE UU)
A finales de la d¨¦cada de los cincuenta, cuando Estados Unidos viv¨ªa bajo el temor constante de un ataque con misiles proveniente de la URSS, el Gobierno puso en marcha el Proyecto Isla Griega en un hotel de lujo, el Greenbrier White Sulphur Springs, en Virginia Occidental. Parec¨ªa que el hotel estaba construyendo una ampliaci¨®n, pero en realidad se trataba de una inteligente maniobra de encubrimiento para excavar un enorme refugio antinuclear. De aproximadamente 35.000 metros cuadrados, el lugar se concibi¨® para albergar a todo el Congreso estadounidense en caso de guerra y dispon¨ªa de viviendas, un hospital y hasta un estudio de TV con un falso fondo del Capitolio. Tras la ca¨ªda de la URSS, todo el proyecto sali¨® a la luz en el Washington Post.
Hay circuitos diarios por el b¨²nker de 90 minutos que cuestan 30 d¨®lares. Se pueden reservar a trav¨¦s de la web del hotel.
09. Misiles entre pantanos
Florida (EE UU)
En los momentos en que la guerra fr¨ªa estaba en su punto m¨¢s ¨¢lgido, se instalaron en los pantanos de Florida bases de misiles antia¨¦reos para proteger el sur de Estados Unidos de un hipot¨¦tico ataque nuclear desde Cuba. Una de ellas, ubicada en el Parque Nacional de Everglades, funcion¨® casi durante dos d¨¦cadas desde la crisis de los misiles cubanos, en 1962. Contaba con 100 militares ycerr¨® sus puertas en 1979.
Hoy el lugar est¨¢ abierto al publico y hay muchos curiosos que por 10 d¨®lares se animan a ver una reliquia de la guerra fr¨ªa por dentro: el lugar donde estaban emplazadas las armas (aunque ya sin los cohetes antia¨¦reos), las oficinas de administraci¨®n, etc. Este es s¨®lo uno de los muchos enclaves de este estilo que hab¨ªa repartidos por el del estado, y no precisamente ocultos: algunos misiles med¨ªan m¨¢s de 12 metros y estaban a plena vista. Se pod¨ªan ver desde la carretera y eran una forma de enviar un mensaje de fortaleza los sovi¨¦ticos.
10. Museo de la Stassi
Berl¨ªn
El antiguo cuartel general de la Stasi, la temida polic¨ªa pol¨ªtica de la RDA, es una de las visitas que los nost¨¢lgicos de aquella ¨¦poca no pueden perderse. Este complejo de hormig¨®n, anta?o herm¨¦ticamente cerrado, es ahora un museo que revela el s¨®rdido mundo del espionaje, la manipulaci¨®n y la represi¨®n que se urdi¨® desde sus entra?as. El foco principal de la exposici¨®n son las oficinas de Erich Mielke, el ¨²ltimo Ministro de Seguridad del Estado de la RDA, que dirigi¨® el aparato policial y de inteligencia de 1957 a 1989, ejerciendo un poder casi absoluto: consideraba enemigo a todo el que pensara diferente. El resto del museo est¨¢ dedicado a mostrar el trabajo que realizaba el Ministerio de Seguridad del Estado, diferentes aspectos del sistema pol¨ªtico de la RDA y la resistencia contra el mismo.
En realidad, los archivos de la Stasi fueron abiertos al p¨²blico en 1992, revelando al mundo todos los detalles sobre la red de esp¨ªas y confidentes que meticulosamente recababa informaci¨®n sobre la poblaci¨®n germano oriental. El poder¨ªo de Mielke se basaba en unos 90.000 agentes a tiempo completo y una red de 200.000 informantes no oficiales, que ten¨ªan como misi¨®n vigilar y castigar a los enemigos del r¨¦gimen. Desde que se destaparon los archivos secretos de la Stasi, m¨¢s de 1,8 millones de personas han solicitado informaci¨®n sobre qui¨¦n los espiaba y qu¨¦ datos se guardaban en estos expedientes sobre su persona. El museo s¨®lo puede visitarse en grupo y hay recorridos guiados en varios idiomas, entre ellos el espa?ol.
Estas experiencias y otras 990 est¨¢n recogidas en el libro 1000 lugares ¨²nicos de Lonely Planet (GeoPlaneta).
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