Vino en taza en Ferrol
Tascas cl¨¢sicas de la ciudad portuaria gallega para comer, beber y cantar
Lejos quedaron los tiempos en los que marineros venidos de todo el mundo llenaban las tascas de Ferrol, amenizando los d¨ªas de permiso con habaneras cantadas a grito pelado, un completo y un par de tazas de vino. La taza o cunca, ese recipiente c¨®ncavo de cer¨¢mica, por lo general de color blanco, que se sostiene con la mano abierta, todav¨ªa mantiene su esencia en numerosos establecimientos de la ciudad portuaria gallega. E incluso en d¨ªas de fiesta se permite acompa?ar la bebida cantando. Tascas como El Coral, en la calle Cristo, o Anca, en la calle Castro; Bacori?o en San Francisco, O Cabazo en la calle del Sol, La Posada y ?baco en la calle Magdalena¡ Son ejemplos de tapa y taza. Los tres locales que siguen quiz¨¢ ayuden a dar una idea m¨¢s exacta.
En El Sur (calle Magdalena 50), por ejemplo, Carmen prepara platos tradicionales como carrilleras y tripas, y otros nuevos como las patatas revolconas, y Rafael sirve tazas de vino joven y reparte pinchos de jam¨®n en la barra de madera. En la tele sale el hombre del tiempo y alguien lo comenta, y pese a que no para de llover, la gente sigue entrando. Jarras de cerveza de cer¨¢mica pueblan las estanter¨ªas de la pared izquierda, y al fondo, una copia de las escrituras del local, que se vendi¨® por 166 pesetas. Al lado hay, en un peque?o reservado, un recorte de peri¨®dico de 1917. Se cuenta la haza?a del abuelo de Carmen, el farero que evit¨® un naufragio en Bri¨®n. El motivo por el cual se llama as¨ª es sencillo: el primer propietario observ¨® que el bar de enfrente se llamaba Norte.
Una calle m¨¢s abajo, la de la Iglesia, en el n¨²mero 22, est¨¢ la tasca ferrolana por excelencia: el Ingl¨¦s. Conocida as¨ª por el primer propietario, un hombre de mirada huidiza, siempre quieto, que presid¨ªa el local detr¨¢s de la barra de formica y plaquitas de gresite, ahora ya desgastada, que cubre toda la parte derecha. Pese al color marr¨®n claro amarillento de las paredes, el techo alto da sensaci¨®n de espacio, aunque el cliente no lo echar¨¢ en falta. En seguida se sentir¨¢ arropado por mujeres y hombres que cantar¨¢n habaneras mientras ?ngel llene sus tazas de vino. Hay que pedir el pulpo, la tortilla, los chocos o las minchas (b¨ªgaros) y escuchar. Si uno no pasa de la segunda taza, y ha pedido una tapa, es probable que no supere los cinco euros.
En un primer vistazo, no parece que Casa Rivera, en la r¨²a Galiano 57, sea un cl¨¢sico: un mes¨®n restaurante que ofrece men¨²s a buen precio. Tres detalles lo corroboran: las fotos que hay cerca de la escalera del fondo, que muestran la casa all¨¢ por los a?os 50; el mueble que reina el local detr¨¢s de la barra; y Rivera que, mientras sirve vino, cuenta en qu¨¦ parte de la casa tuvo lugar su nacimiento. Fundada en 1955, Rivera lleva un local cl¨¢sico a golpe de extrema educaci¨®n y mucha m¨²sica. Recibe a todos los grupos vocales y coros existentes en la ciudad y el extrarradio. Mel¨®mano hasta la m¨¦dula, pone una canci¨®n que sale en un anuncio de cerveza. Al rato, un cliente pide un vino y raxo, mientras se balancea con el ritmo de la m¨²sica. La cantan en ingl¨¦s. Es La bella Lola.
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