Un recorrido rojiblanco por Bilbao

No le viene mal el apodo de La Catedral, pese a la fanfarroner¨ªa impl¨ªcita, al estadio de San Mam¨¦s porque el f¨²tbol, o mejor dicho el Athletic, es una verdadera religi¨®n en Bilbao. Mientras escribo estas l¨ªneas en su c¨¦sped se disputa el ¨²ltimo partido, cargado de nostalgia y tras cien a?os de historia: una historia que comenz¨® un 21 de agosto de 1913, y que inaugur¨®, como no pod¨ªa ser de otra manera, un gol de Pichichi a los cinco minutos de iniciarse el partido.

Y, aunque ya no podr¨¢ disfrutarse m¨¢s del espect¨¢culo en el campo, a¨²n es posible visitarlo y recorrer su siglo de historia, antes del desmantelamiento definitivo, en el Museo que alberga en su interior: varias salas en las que se exhiben objetos de la equipaci¨®n m¨¢s veterana, distintas maquetas que muestran su evoluci¨®n, un enorme collage con los retratos de todos los jugadores que han sido titulares a lo largo de los a?os formando una m¨ªtica y multitudinaria alineaci¨®n que va de Zarra y Ga¨ªnza a Julen Guerrero pasando por Iribar y, por ¨²ltimo, la joya de la corona, la sala de los trofeos, con sus 24 Copas del Rey.

La visita incluye adem¨¢s un recorrido por los rincones menos conocidos del estadio, a los que no ser¨ªa posible acceder de otra manera: el palco presidencial y el antepalco, presidido por los retratos de todos los jugadores internacionales en torno a un imponente le¨®n de Tanzania disecado; la sala de prensa, con fotos de las gabarras surcando la r¨ªa, los vestuarios de los jugadores y, por ¨²ltimo, el campo. Hasta all¨ª peregrinan a diario aficionados, vestidos con camisetas rojiblancas, para rendirle el ¨²ltimo tributo: una afluencia, para este peque?o museo, digna de admiraci¨®n. Pero todo es poco para despedirse de este monumento emblem¨¢tico de la ciudad, cuyo arco ha presidido nuestro horizonte desde la infancia. Yo, he de confesarlo, poco aficionada al f¨²tbol como soy, s¨®lo hab¨ªa visitado el estadio en dos ocasiones: en mi adolescencia, una noche, cuando un amigo consigui¨®, a base de tirarle piedrecitas a la garita del portero, que nos abriera sus puertas por unos minutos para nosotros solos, y 20 a?os despu¨¦s para decirle adi¨®s; en ambas ocasiones no pude evitar emocionarme.

Y es que el Athletic es algo m¨¢s que f¨²tbol en Bilbao. Las banderas ondean en bares y fachadas. La transici¨®n hacia el nuevo San Mam¨¦s se produce sin excesivo traumatismo (se levanta justo al lado, al otro lado de la calle, m¨¢s grande y moderno); el ritual de peregrinaje, de bar en bar por la calle Pozas (un ambiente ¨²nico del que disfrutar aunque no vayamos al partido), permanecer¨¢ inalterable. La Fundaci¨®n del Club, en su compromiso con la sociedad, sigue con su programaci¨®n habitual de eventos: el m¨¢s reciente, el Thinking Football Film Festival, que acogi¨® una quincena de documentales internacionales de gran calidad. Y la sede del Club, en el Palacio de Ibaigane, un palacete a orillas del Nervi¨®n cuya curiosa mezcla de estilos barroco y neovasco de finales del XIX merece tambi¨¦n una visita.

Para finalizar la jornada, nada mejor que cenar en el restaurante especializado en cocina vasca de la Pe?a Athletic del Casco Viejo (calle Pelota, 7) o acercarse a degustar los pinchos de su barra, en un ambiente cargado de historia futbol¨ªstica. Y de postre, la versi¨®n m¨¢s hincha del t¨ªpico pastel bilba¨ªno conocido como Carolina: merengue y fresa con txapela de chocolate; los mejores se pueden encontrar en la pasteler¨ªa Arrese (Gran V¨ªa 24 y Rodr¨ªguez Arias 35), fundada en 1852. Porque, ya se sabe, los de Bilbao nacen donde quieren, y seguramente muchos de sus visitantes sentir¨¢n igualmente los colores del Athletic.

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