En casa de los Bonaparte
Cruceristas y estatuas de Napole¨®n en la corsa Ajaccio, su ciudad natal
Es dif¨ªcil escapar de Napole¨®n en Ajaccio. En el aeropuerto ya se ve un busto suyo en una de las salas de espera, y nos aguardan en la ciudad donde naci¨® muchas m¨¢s efigies del futuro emperador, solo o entre leones y damas aleg¨®ricas, de pie, a caballo, en bronce, en m¨¢rmol, y brillando de noche en las luminarias que adornan las calles del centro. Napole¨®n cont¨® adem¨¢s para impregnar su tierra natal con una amplia y poderosa familia. Su padre, Charles, miembro de la peque?a nobleza corsa, luch¨® por la independencia junto al libertador Pascal Paoli (la segunda figura m¨¢s honrada en toda la isla; la tercera ser¨ªa, al menos en Ajaccio, Tino Rossi, el melifluo cantante mel¨®dico). C¨®rcega fue 14 a?os independiente, hasta que en mayo de 1769 Paoli perdi¨® con sus tropas la batalla de Porto Novo y comenz¨® el dominio franc¨¦s, al que Charles Bonaparte se sumar¨ªa pronto. Su hijo Napole¨®n naci¨® en agosto de ese a?o, y aunque su carrera militar se forj¨® en la metr¨®poli, mantuvo siempre lazos, no solo consangu¨ªneos, con la isla, donde vivi¨® largamente su madre, Letizia Ramolino, y destac¨® su t¨ªo, el cardenal Fesch.
Situada en la rugosa y escarpada costa oeste de la isla, Ajaccio mantiene un equilibrio encantador entre el pueblo mar¨ªtimo y la capital administrativa. Muy expuesta en su larga historia, como todas las islas mediterr¨¢neas, a las invasiones, pac¨ªficas y belicosas, Ajaccio fue tur¨ªstica antes de la eclosi¨®n del turismo de masas que hoy la visita y casi abarrota cuando los grandes cruceros amarran en su puerto. Su etapa de esplendor cosmopolita fue el ¨²ltimo tercio del siglo XIX y las primeras d¨¦cadas del XX, cuando la ciudad se expandi¨® hacia su vertiente sur, donde creci¨® el a¨²n hoy llamado barrio de los Extranjeros. Es una zona c¨¦ntrica y hermosa de grandes palacios hoteleros (hoy convertidos en sedes gubernamentales) y peque?as villas que van descendiendo desde las empinadas calles hasta la playa; el paseo mar¨ªtimo que la bordea lleva hasta la catedral, la Casa Bonaparte (amueblada al estilo imperio y con piezas curiosas de memorabilia napole¨®nica) y la punta de la ciudadela, hoy ya despose¨ªda de su car¨¢cter castrense y solo poblada en su foso por un par de cabras estoicas y unos asnos que muestran simpat¨ªa hacia el que se asoma a verlos y les tira alguna chucher¨ªa.
Gu¨ªa
C¨®mo ir
? Airfrance vuela a Ajaccio, ida y vuelta desde Madrid, con escala, por unos 440 euros.
? Hay ferris a la isla desde Marsella, Niza y Livorno (Italia).
Informaci¨®n
? Oficina de turismo de Ajaccio (+33 4 95 51 53 03).
En el barrio de los Extranjeros es notable la presencia simb¨®lica de una de las residentes de la isla, Miss Campbell, que se construy¨® en 1890 para vivir en ¨¦l el Cyrnos Palace (hoy algo desconchado de muros) y, siendo escocesa y piadosa, sufrag¨® personalmente la construcci¨®n, a pocos metros de su palacete, de una iglesia anglicana donde la numerosa colonia brit¨¢nica pudiera cumplir sus deberes religiosos. Una calle que va desde la gran arteria del quartier hasta el mar lleva en justo homenaje su nombre: Rue Miss Campbell. Pero tampoco esta zona burguesa y residencial carece de la impronta napole¨®nica. En un mirador amplio que se abre a la bah¨ªa, la plaza de De Gaulle, no es el general quien la preside, sino Napole¨®n en atuendo romano y custodiado grandiosamente por las estatuas de sus hermanos varones; Joseph, entre nosotros conocido por Pepe Botella, luce sobrio y dignificado. Aunque el altar napole¨®nico m¨¢s atractivo corona el tramo superior de dicha arteria, el Cours General Leclercq, que separa el barrio del resto de la ciudad. Un trenecito lleva a la cumbre, haciendo sonar sus campanillas; a pie el ascenso es tambi¨¦n agradable hasta la plaza de Austerlitz. Pese a que en esa batalla se sell¨® el destino fatal del emperador, su figura es ah¨ª conmemorada solemne y aguerridamente. Una subida practicable de escalones conduce a la estatua, en su iconograf¨ªa m¨¢s conocida: la espada al cinto, la casaca al viento, el tricornio en la cabeza, y en este caso, como detalle marcial, tres grandes balas de ca?¨®n junto al pie izquierdo. Todas sus campa?as militares y sus reformas legales est¨¢n grabadas sobre el granito que lleva a lo alto. Y despu¨¦s de la marcialidad, la leyenda sentimental: la Gruta de Napole¨° (as¨ª es su nombre en corso, lengua que hoy se extiende en la isla), un conjunto rocoso donde, seg¨²n cuentan, el ni?o de los Bonaparte se iba al acabar la escuela y, viendo el mar al fondo, como hoy se sigue viendo, so?aba sus triunfos.
Aire a la italiana
En la parte vieja de la ciudad, afeada en alg¨²n tramo por edificaciones modernas sin gusto, se advierte un aire urbano a la italiana (C¨®rcega fue un dominio de las rep¨²blicas de Pisa y G¨¦nova), sobre todo en la calle peatonal del Cardenal Fesch, muy hermosa si uno levanta la vista de la hilera de tiendas de souvenirs y bares uno detr¨¢s de otro y ve las elegantes fachadas de cinco plantas con ventanas de batientes pintados. Al fin de la calle est¨¢ el museo que alberga la interesante colecci¨®n pict¨®rica, sobre todo romana, que leg¨® el cardenal, entre la biblioteca y la Capilla Real, donde reposan los Bonaparte a excepci¨®n del propio Napole¨®n, honrado en los Inv¨¢lidos.
Hay una grata excursi¨®n (se puede hacer en trenecito campanillero o en autob¨²s) hasta la punta de la Parata. Las playas de esta parte del golfo son muy finas de arena y muy limpias, e impresionante la vista de las islas Sanguinarias, nombre poco acorde con su naturaleza verde y desierta. Yo hice una parada en el bello cementerio mar¨ªtimo, todo formado de panteones, como una ciudad de los muertos. Me cont¨® la amiga corsa que me acompa?aba que los alemanes, creyendo desde el aire que era la capital, lo bombardearon, y as¨ª Ajaccio apenas sufri¨® destrucci¨®n.
? Vicente Molina Foix es autor del libro de relatos El hombre que vendi¨® su propia cama (Anagrama).
{ "active": true, "code": "187140", "elementType": "offerExtension", "id": 13, "name": "AJACCIO (CORCEGA)", "service": "tripadvisor" }
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.