En la colina de piedra roja
Vilafam¨¦s, en Castell¨®n de la Plana, esconde un peculiar museo de arte contempor¨¢neo
Vilafam¨¦s es un municipio de 2.000 habitantes a 28 kil¨®metros de Castell¨®n. Su personalidad est¨¢ determinada por la orograf¨ªa. Se yergue en lo alto de una caracter¨ªstica colina de piedra roja en el extremo septentrional de la Serra de les Conteses. Tan cerca del mar (Benic¨¤ssim y Oropesa, peque?os emporios tur¨ªsticos, se encuentran a pocos minutos por carretera), este perfil tiene la aspereza inequ¨ªvoca de la monta?a. En realidad, su ubicaci¨®n estrat¨¦gica determina un car¨¢cter como de transici¨®n entre el mar y la monta?a ¡ªentre el gran llano de la comarca de la Plana y la accidentada monumentalidad interior de la provincia de Castell¨®n (la m¨¢s montuosa de Espa?a).
Esta realidad transicional determina que Vilafam¨¦s se acoja a las ventajas de ambos ¨¢mbitos, y eso se nota en el clima: aunque los veranos son calurosos, evitan el bochorno costero; los inviernos, en cambio, son de una suavidad cari?osa.
La bella silueta del pueblo, imp¨¢vida sobre la roca, ser¨ªa quiz¨¢ suficiente para justificar una visita. Pero adem¨¢s su atractivo se vio incrementado a partir de los a?os setenta con el establecimiento en su casco hist¨®rico del Museo Popular de Arte Contempor¨¢neo. La historia de esta peculiar aventura art¨ªstica ha sido relatada con entusiasmo por Beatriz Guttmann en el libro El museo de Vilafam¨¦s: un hecho ins¨®lito (2002). La existencia de un dep¨®sito de arte de primer nivel en un peque?o pueblo de interior se debe a la fascinaci¨®n que ejerci¨® el lugar en el cr¨ªtico de arte Vicente Aguilera Cerni, alma mater del proyecto.
La casa grande
Fue ¨¦l quien puso en marcha la compra del palacio del Batlle, un edificio g¨®tico del siglo XV que el vecindario conoc¨ªa como ¡°la casa gran¡±. Al parecer, el palacio aloj¨® al representante de la Orden de Santa Mar¨ªa de Montesa, se?ora de la villa entre los siglos XIV y XVI. Su construcci¨®n compacta y austera, con arcos de medio punto y recias techumbres, y asentada sobre la rojiza piedra de rodeno caracter¨ªstica del subsuelo de la poblaci¨®n, lo convirtieron en el espacio ideal para poder albergar un experimento muse¨ªstico que no buscaba ser un mero dep¨®sito de cuadros ¡ªa la manera decimon¨®nica¡ª, sino una instituci¨®n viva y abierta que solicit¨® enseguida la complicidad de los artistas del momento.
Gu¨ªa
Informaci¨®n
? Museo de Arte Contempor¨¢neo? (964 32 91 52 ). Palacio del Batlle. Diputaci¨®n, 20. Villafam¨¦s (Castell¨®n). De martes a viernes, de 10.30 a 13.00 y de 16.00 a 18:30. S¨¢bados y domingos, de 11.00 a 14.00 y de 16.00 a 19.00. Lunes cerrado.
En ese sentido, sus referentes internacionales m¨¢s pr¨®ximos habr¨ªa que buscarlos en el grupo polaco a.r. de Wladyslaw Strzeminski (1929), o en la experiencia de Raymond Escholier en el Petit-Palais de Par¨ªs en 1936, donde se reserv¨® una sala para la exposici¨®n libre de pintores j¨®venes.
Siguiendo esos precedentes, Aguilera Cerni invit¨® a artistas contempor¨¢neos a nutrir los fondos del museo. La respuesta fue ampliamente positiva: Mir¨®, Chillida, Canogar, Josep Renau, Equipo Cr¨®nica o Genov¨¦s fueron las r¨²bricas con que comenz¨® a edificarse la fama de un espacio art¨ªstico emplazado lejos de todo condicionamiento urbano. La presencia de pintores y escultores desemboc¨® enseguida en la creaci¨®n de un vivaz barrio de artistas que a¨²n persiste. Se propici¨® as¨ª la conjunci¨®n ¡ªa la manera quiz¨¢ del paraguas y la m¨¢quina de coser de los surrealistas¡ª entre las chumberas a los pies del crucero de la iglesia, sobre la Roca Grossa, y los coloquios en diversos idiomas a prop¨®sito de enjundiosos dilemas est¨¦ticos.
Pero no acaban aqu¨ª los valores del lugar. El paisaje que se extiende a los pies de la villa es ¨²til y fascinante a un tiempo. A finales del siglo XVIII pas¨® por estas tierras el viajero ilustrado Antonio Jos¨¦ Cavanilles. Es el autor de unas celebradas Observaciones sobre la historia natural, geograf¨ªa, agricultura, poblaci¨®n y frutos del Reyno de Valencia. Contemplando el amplio llano ¡ªel pla¡ª que se extiende a los pies de Vilafam¨¦s, Cavanilles no pudo menos que observar una arboleda caracter¨ªstica que le complaci¨®: ¡°Los olivos¡±, escrib¨ªa, ¡°parecen formar un bosque en las inmediaciones de Vilafam¨¦s; pocos habr¨¢ que no sean del tiempo de los moriscos: los enormes troncos y la altura extraordinaria de estos ¨¢rboles anuncian su vejez y la bondad del suelo¡±.
La poblaci¨®n de olivos milenarios o simplemente centenarios ha disminuido desde entonces, producto de la desidia o las transformaciones agr¨ªcolas. En cambio, otra tradici¨®n secular se ha visto reforzada con el tiempo: el vino. Los vi?edos del pla, donde a menudo se escucha m¨²sica de Mozart junto a las plantas para propiciar ¡ªy no es broma¡ª una maduraci¨®n civilizada, dan como resultado un vino como el Magnanimus, de la bodega de Gabriel Mayo. Un mosto ¨¢spero y recio ¡ªen homenaje a la geolog¨ªa del lugar¡ª que hay que aprender a amar y que se puede tomar, en fin, acompa?ado de un arroz caldoso de buena calidad en El Jard¨ªn Vertical, por ejemplo (un excelente restaurante habilitado en una hermosa casa restaurada del siglo XVII).
? Joan Gar¨ª es autor del libro Viatge pel meu pa¨ªs.
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