Torres de viento
En el barrio de Bastakiya se disfruta del Dub¨¢i original. Los secretos de la arquitectura tradicional contrastan con los rascacielos de la zona moderna
Desde poco despu¨¦s del amanecer, el sol ya abrasa. En realidad, ni siquiera la noche ha tra¨ªdo un respiro. Absorbido por el asfalto, el calor reverbera incluso tras el ¨²ltimo rayo. Sin embargo, por las callejuelas de Bastakiya a¨²n es posible caminar a la sombra de sus muros de adobe y aprovechar las brisas que llegan desde la ensenada. De ah¨ª esas torres extra?as, con aspecto de campanario tosco, que tienen la mayor¨ªa de los edificios. Los barjeel,o torres de viento, son testimonio de un pasado reciente, cuando no exist¨ªa el aire acondicionado y Dub¨¢i, ahora famosa por sus rascacielos, era un peque?o puerto pesquero y comercial.
La funci¨®n de esas torres era, de hecho, atrapar el viento; aprovechar el aire que a cierta altura siempre es m¨¢s fresco que a ras de suelo y reconducirlo dentro de las casas creando corrientes. A mayor n¨²mero de torres, mayor poder econ¨®mico del propietario de la vivienda. El af¨¢n de destacar no es nuevo en esta tierra con tendencia a la hip¨¦rbole.
Las torres tambi¨¦n dan testimonio de la diversidad que ha caracterizado este emirato desde sus or¨ªgenes. Los barjeel (pronunciado baryil) llegaron a la costa ¨¢rabe del golfo P¨¦rsico de la mano de los comerciantes persas que recalaban en sus puertos. Algunos de estos se quedaron (aqu¨ª, en Kuwait y en Bahr¨¦in) aprovechando las mejores condiciones fiscales de sus vecinos y porque se sent¨ªan discriminados en su pa¨ªs al no haberse convertido a la rama chi¨ª del islam, la religi¨®n oficial de la corte.
Fue as¨ª como a finales del siglo XIX un pu?ado de familias originarias de Bastak, una localidad de la provincia iran¨ª de Hormuzgan, se instalaron en lo que luego ser¨ªa conocido como Bastakiya, un terreno entre el zoco y el fuerte de Al Fahidi, que era la residencia de los antepasados del actual emir. Construyeron sus casas al igual que las que hab¨ªan dejado atr¨¢s, con los materiales locales (adobe, conchas, palmeras, yeso) y provistas de las torres de ventilaci¨®n en persa llamadas badgir (pronunciado badguir, que literalmente significa recogedor de viento).
Pero, como tantas otras cosas, el descubrimiento del petr¨®leo a mediados de los a?os sesenta del siglo pasado supuso un cambio radical del barrio y de sus habitantes. Los ricos mercaderes se mudaron a suntuosas villas con aire acondicionado y otras comodidades en zonas m¨¢s modernas de la ciudad. Las viejas casas de adobe pasaron a ser almacenes o alojamientos colectivos para los nuevos inmigrantes atra¨ªdos por las oportunidades de trabajo, mientras se deterioraban sin remedio.
Las oficinas del emir
La fascinaci¨®n con lo moderno hizo olvidar el valor de las ra¨ªces. La mitad de Bastakiya se tir¨® abajo en la d¨¦cada de los setenta para levantar el complejo de oficinas del emir. La demolici¨®n del resto estaba prevista en 1989. Pero el empe?o de un arquitecto brit¨¢nico, Rayner Otter, enamorado de esas construcciones tradicionales y sus torres de viento, logr¨® dar un giro al destino. Se instal¨® en uno de los edificios, lo renov¨®, inici¨® una campa?a y consigui¨® interesar al pr¨ªncipe Carlos de Inglaterra. Durante una visita a Dub¨¢i aquel mismo a?o, el heredero brit¨¢nico, conocido por su sensibilidad arquitect¨®nica, pidi¨® conocer el lugar, y su intervenci¨®n ante el emir result¨®, al parecer, decisiva.
Gu¨ªa
C¨®mo ir
Informaci¨®n
??Emirates vuela de Madrid a Dub¨¢i, ida y vuelta, a partir de 596 euros.
??Iberia, ida y vuelta desde Madrid, a partir de 514 euros.
Desde 2005, la Municipalidad de Dub¨¢i est¨¢ embarcada en un esfuerzo de recuperaci¨®n de este casco antiguo. El resultado ha devuelto la vida a Bastakiya. Aunque sus habitantes no han regresado, el barrio se ha convertido en el centro hist¨®rico y cultural.
Ahmed al Mansoori a¨²n recuerda cuando jugaba de ni?o en la casa de su abuelo y muestra orgulloso el patio interior, las escaleras y la azotea por los que correteaba. Pero como el resto de las familias, la suya olvid¨® el lugar durante a?os. Ahora, convencido de que este es el verdadero coraz¨®n de Dub¨¢i, ha volcado su esfuerzo en rehabilitar el edificio para hacer un museo que recoja tanto los tesoros familiares que recuerdan el brutal salto en el tiempo que ha dado esta regi¨®n en apenas seis d¨¦cadas como peque?as piezas de arte que ¨¦l y los suyos han ido adquiriendo en sus viajes por la zona.
No es el ¨²nico. Poco a poco, las antiguas viviendas restauradas se han ido convirtiendo en museos, galer¨ªas de arte, tiendas de artesan¨ªa e incluso un hotel en el que es posible disfrutar de esa arquitectura tradicional sin renunciar a las comodidades modernas. As¨ª, Bastakiya se ha transformado en uno de los rincones m¨¢s agradables para refugiarse del calor y del bullicio de esta ciudad-Estado, en especial al caer la tarde.
Nada que ver con la postal futurista de rascacielos inacabables y fachadas de cristal. Nada que ver con las prisas del distrito financiero o la actividad fren¨¦tica del aeropuerto. Aqu¨ª no hay construcciones espect¨¢culo ni r¨¦cords del Guinness. Ni siquiera tr¨¢fico. Si acaso, el runr¨²n de las barcazas que cruzan la ensenada. La propia estructura del barrio obliga a que sea peatonal. La proximidad de las casas crea las sombras y su disposici¨®n entrecruzada ayuda a que los paseantes, como las torres que las coronan, puedan atrapar el viento.
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