Las croquetas m¨¢s surrealistas de Boston
El restaurante Dal¨ª sirve comida espa?ola desde hace 25 a?os a 20 minutos de Harvard
Son las siete de la tarde, hora de cenar para los est¨¢ndares estadounidenses. A unos 20 minutos a pie de la Universidad de Harvard entramos en un local que est¨¢ hasta la bandera. Solo unas pocas mesas quedan libres. Desde parejas que cenan en la intimidad de una vela a grupos que arman jaleo a la espa?ola. Todos se citan para degustar cocina ib¨¦rica en un ambiente flamenco y de tintes surrealistas. Es el el restaurante Dal¨ª, entre Sommerville y Cambridge.
El local tiene solera. Hace ya 24 a?os que sirven los platos espa?oles m¨¢s t¨ªpicos y t¨®picos que sacian el hambre de un personal marcadamente estadounidense. Un p¨²blico, por cierto, que no es muy partidario de la caza ¨Cfais¨¢n, codorniz¡¨C pero que sabe apreciar jam¨®n, embutidos o quesos regados con sangr¨ªa ¨Cc¨®mo no¨C. Con una curiosa predilecci¨®n hacia las gambas al ajillo, quiz¨¢s porque en esta zona de los Estados Unidos donde el lobster roll es religi¨®n, el p¨²blico quiera degustar una versi¨®n m¨¢s minimalista del crust¨¢ceo, m¨¢s ligera para la hora de cenar.
De origen colombiano, C¨¦sar es uno de los 35 miembros del personal que hace que el Dal¨ª, con capacidad para 100 est¨®magos, sirva cenas todos los d¨ªas de la semana. ?l sirve, administra, cocina, barre¡ "o lo que haga falta¡±, dice, desde que el local abri¨® sus puertas de la mano de Mario Le¨®n, un argentino de abuela vasca que anteriormente prob¨® suerte con otro local espa?ol en Boston: el Sancho Panza.
Al son de la m¨²sica salsa que ambienta el local, los camareros serpentean entre las mesas portando bandejas repletas de tapas y platos m¨¢s contundentes. Croquetas de jam¨®n o bacalao, patatas bravas, p¨¤ amb tom¨¤quet, pimientos del padr¨®n, pulpo a feira, costillas, butifarra, chorizos, pescado a la sal, alb¨®ndigas, chipirones rellenos¡
No solo de comida va la cosa en el Dal¨ª. Las paredes del local est¨¢n trufadas de motivos surrealistas para rendir culto al genial pintor catal¨¢n que, en un alarde de lucidez, desembarc¨® en los Estados Unidos con un pan de pay¨¦s en la cabeza. Pero aqu¨ª el pan est¨¢ para mojar el plato. Ya sea en la mesa o en una barra que alarga la noche a golpe de c¨®ctel y caf¨¦ del bueno.
Es imposible no dejarse sorprender por los complementos surrealistas del local: un busto de jabal¨ª con sombrero, un cerdo de madera, plantas que cuelgan del techo, un esqueleto de pescado, adornos con brillantes. Al cierre y con una copa de m¨¢s puede que los relojes se derritan.
Adem¨¢s, la presencia flamenca es evidente, la barra y las mesas est¨¢n adornadas con azulejos que parecen reci¨¦n salidos del barrio sevillano de Triana. Si alguno anda despistado, camino del servicio puede leer un juego de baldosas que reza ¡°Plaza Espa?a¡±. No faltan tampoco motivos taurinos para hacer recordar la piel de toro en este rinconcito de Boston.?
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