¡®Cacha?a¡¯ con arte
La arquitectura de Oscar Niemeyer y el centro de arte Inhotim, en la animada ciudad brasile?a de Belo Horizonte
Cuando pone el pie en Belo Horizonte, el viajero se topa con una disyuntiva. Dispuesto ante un inmenso manto verde y rojizo, arboledas y superficies arcillosas, no sabe si rebobinar hacia el pasado o explorar el futuro. ?Tradici¨®n o modernidad? Esa es la primera sensaci¨®n que desprende la ciudad, capital del Estado de Minas Gerais. Con casi 2,5 millones de habitantes, es la sexta urbe m¨¢s poblada de Brasil, y con 5,5 millones, su regi¨®n metropolitana es la tercera del pa¨ªs. Por fortuna, conforme uno la recorre y disecciona sus encantos, resuelve el enigma sin la necesidad de tener que elegir entre mirar atr¨¢s o al frente. Ambas opciones son v¨¢lidas. Pasado y futuro conviven en una deliciosa armon¨ªa que comenz¨® a cobrar forma en 1897, a?o de su fundaci¨®n.
La huella de un genio
Abrazada por la sierra del Curral ¡ªdesde donde el visitante puede contemplar atardeceres extraordinarios¡ª, la ciudad entremezcla estilos y espacios aparentemente contradictorios, resueltos despu¨¦s con acierto. Uno de ellos est¨¢ ubicado en la zona norte de la ciudad, marcada por una extensa cicatriz azul. All¨ª descansa el complejo del Lago Pampulha, uno de los lugares predilectos para los habitantes mineros. Un espacio perfecto para perderse y apreciar las elegantes formas del gran Oscar Niemeyer. Proyectado en 1942, es un hito de la arquitectura moderna e incluye varias atracciones tur¨ªsticas. Entre ellas, el Cassino ¡ªtransformado en un museo de arte¡ª, la Casa do Baile o la coqueta iglesia de S?o Francisco, con b¨®vedas parab¨®licas y muros inclinados, rematada con las pinturas del artista C¨¢ndido Portinari. Una joya.
No es la ¨²nica huella de Niemeyer en Belo Horizonte. Sus curvas desafiantes se pueden observar en otros puntos de la ciudad. Por ejemplo, en la Pra?a da Liberdade (plaza de la Libertad), localizada en el bohemio barrio de Savassi. De forma rectangular, es un punto ajardinado en el que confluyen pandillas de j¨®venes bailando hip-hop, gente haciendo deporte y un elenco de edificios culturales y museos muy diversos, con influencias neocl¨¢sicas y art d¨¦co. Tambi¨¦n dos edificios de Niemeyer. Uno residencial, con una fachada inspirada en las monta?as de la regi¨®n. El otro, la Biblioteca P¨²blica Estatal Luiz de Bessa. Ya en la periferia, el sello del arquitecto se aprecia en la Ciudad Administrativa. Un encargo destinado a concentrar todo lo relativo al funcionamiento gubernamental de Minas Gerais y a revitalizar una zona degradada. En la actualidad, un paraje verde donde emergen tres impresionantes bloques de hormig¨®n armado y cristaleras ahumadas.
Capital de los bares
En Beag¨¢, como se conoce de forma popular la urbe, el visitante no tendr¨¢ problema alguno para hacer una parada y refrescar la garganta en los tradicionales botecos (tabernas). No en vano, con 14.000 bares, se la considera la ciudad con m¨¢s establecimientos por habitante del pa¨ªs. M¨¢s que S?o Paulo, R¨ªo o Bah¨ªa. Imprescindible dejarse caer por alguna de las cacha?arias, en las que se puede degustar el t¨ªpico licor brasile?o. El Estado de Minas Gerais es el l¨ªder en la elaboraci¨®n de ca?a brasile?a.
En lo que se refiere a la gastronom¨ªa, la farofa (harina de mandioca o ma¨ªz), los quesos, el cerdo y el dulce de leche figuran entre los elementos m¨¢s caracter¨ªsticos. Un buen sitio para encontrarlos es la Feira Hippie, levantada todos los domingos por la ma?ana, desde 1969, en la avenida de Afonso Pena. Un interminable conjunto de casetas seduce al turista con materias primas y productos artesanales. El Mercado Central, activo desde 1929 y con 400 puestos, es otra buena opci¨®n. Y si lo que quiere es abordarlos en caliente, vaya al restaurante Xapuri.
Por la noche, la actividad no se detiene. El Mercado das Borboletas (Rua dos Tupis, Barro Preto) es un rinc¨®n alternativo, id¨®neo para comprobar la buena predisposici¨®n de los ciudadanos a la charla y bailar al ritmo del funky o la electr¨®nica brasile?a entre muros llenos de grafitos.
Inhotim y Ouro Preto
Como en todo Brasil, la decisi¨®n de coger el volante se traduce muchas veces en un acto heroico. La congesti¨®n vial y las aglomeraciones dominan casi todas las metr¨®polis, en pleno desarrollo. Ocurre tambi¨¦n en Belo Horizonte. Desplazarse 60 kil¨®metros puede convertirse en toda una odisea. Sin embargo, merece la pena hacer frente al desaf¨ªo si el destino final es Brumadinho, un peque?o municipio que alberga un para¨ªso on¨ªrico y sensorial.
Cuando uno accede a Inhotim tiene la sensaci¨®n de estar sumergido en un profundo sue?o. Ideado por el empresario local Bernardo Paz y abierto al p¨²blico en 2006, este instituto sin ¨¢nimo de lucro envuelve a sus hu¨¦spedes con un tupido marco forestal y art¨ªstico que ocupa 110 hect¨¢reas. Aqu¨ª, el arte, la arquitectura, la flora y la fauna se integran en un todo armonioso que agudiza los sentidos. Cinco lagunas y kil¨®metros de espacios verdes. Un jard¨ªn bot¨¢nico que recoge una riqu¨ªsima variedad de especies. Entre ellas destacan las m¨¢s de mil clases de palmeras.
Gu¨ªa
Informaci¨®n
- Centro de Arte Contempor¨¢neo Inhotim (www.inhotim.org.br). La entrada, seg¨²n el d¨ªa, entre 6,50 y 7,70 euros; gratis los martes.
- www.belohorizonte.mg.gov.br
- www.visitbrasil.com
Adaptada a la escena, el individuo que acude a Inhotim tambi¨¦n puede contemplar una arquitectura minimalista que abriga una soberbia muestra de arte contempor¨¢neo. En total, 21 pabellones: 17 permanentes y cuatro temporales. Entre las 170 obras conceptuales, artistas como Olafur Eliasson, Chris Burden, Doug Aitken, Matthew Barney o Cristina Iglesias.
Otro enclave espectacular es la hist¨®rica Ouro Preto (Oro Negro). Erigida en 1711, fue capital del Estado de Minas Gerais hasta la gestaci¨®n de Belo Horizonte. Su arquitectura barroca colonial, sus colinas y sus calzadas empedradas remontan a otra ¨¦poca. Fue declarada patrimonio mundial por la Unesco.
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