Misterioso palacete en la sierra

Madrid quema, y m¨¢s en verano. Quienes llevan un cierto tiempo lidiando con su asfalto necesitan una tregua de cuando en cuando. Pero hay veces que escaparse lejos y por un tiempo razonable es simplemente una entelequia. Si solo tienes un rato despu¨¦s del curro para salir de aqu¨ª y gritarle a la ciudad todo lo que odias de ella, el Canto del Pico, en Torrelodones, ofrece una perspectiva privilegiada para hacerlo.

A solo media hora del kil¨®metro 0 aparece un remanso de paz a precio?low cost. Ver¨¢s el monstruo urbano desde arriba, montado en la t¨ªpica roca gran¨ªtica de la sierra madrile?a, a 1.100 metros de altitud. La capital y otros 33 municipios, postrados a tus pies en pleno atardecer, anaranjados sin necesidad de un filtro de Instagram. Espetar improperios al s¨ªmbolo de tu desdichado agosto nunca ser¨¢ tan f¨¢cil.

Es aconsejable cargar desde Madrid con aquello que consideres imprescindible para una buena tarde de reflexi¨®n: pipas, cerveza, tabaco, guitarra, c¨¢mara de fotos y sobre todo la compa?¨ªa adecuada. Gritar, lo dicen todos los manuales, siempre es m¨¢s f¨¢cil con voces de apoyo. El m¨®vil te va a acompa?ar, pero ayudar¨¢ a tu desconexi¨®n que dejes durante unas horas de darle el uso habitual y disfrutes de otras aplicaciones como esa que te muestra las constelaciones. S¨ª, si te alejas del brillo de Madrid, que a veces quema, en el cielo aparecen miles de estrellas.

Un peculiar palacete corona el Canto del Pico y lo hace reconocible desde la carretera. Peculiar, primero, porque est¨¢ pr¨¢cticamente en ruinas, tapiado con ladrillos que no logran evitar del todo la entrada de curiosos. La empresa propietaria pretend¨ªa en su d¨ªa convertirlo en un hotelito rural pero hubo problemas con las licencias porque est¨¢ dentro del Parque Regional de la Cuenca Alta del Manzanares. Segundo, por el estilo arquitect¨®nico, que solo puede ser descrito como ecl¨¦ctico, al tener elementos de tantas ¨¦pocas como quiso incluir su constructor y dise?ador, el Conde de las Almenas, a principios del siglo XX. Por tener, ten¨ªa hasta los arcos del claustro de un monasterio cisterciense, pero volvieron hace unos a?os a su lugar de origen. Y el tercer motivo de su peculiaridad es que perteneci¨® a Franco, y esto siempre garantiza un chascarrillo.

Si buscas prolongar tu fuga m¨¢s all¨¢ de los gritos puedes recurrir a las rutas de senderismo por toda la zona, ir a pescar al embalse de Los Pe?ascales o darte un ba?o en las Cascadas del Covacho (en verano el agua puede escasear y llevar a amargas decepciones), cerca del recoleto pueblo de Hoyo de Manzanares. Hoyo es el cl¨¢sico municipio tranquilo de la sierra madrile?a, con buenas cocinas y una estupenda plaza mayor. Celebra sus fiestas el primer fin de semana de septiembre, por si alguien quiere aprovechar y probar suerte frente a una vaquilla.

A punto de salir de la oficina o cualquier otro recinto de tortura estival, un ¨²ltimo vistazo al Facebook te recuerda lo afortunado que eres: las fotos de esa compa?era en Tailandia, de una playa canaria o de la en¨¦sima farra de unos amigos en Sanxenxo ya aburren, pero no por ello dejan de producir envidia. Quieres huir, pero no puedes. O s¨ª. Coge el coche, o mejor, consigue un acompa?ante que lo coja. Respira hondo. Y a gritar.

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