Armon¨ªa ovetense
La cuidadosa reforma del Museo de Bellas Artes de Asturias, obra de Francisco Mangado, a?ade atractivo a la pinacoteca, que guarda ¡®goyas¡¯ y ¡®zurbaranes¡¯
Desde La Regenta, en la que Clar¨ªn la llam¨® vetusta, ¡°extremadamente vieja, anticuada¡±, seg¨²n el DRAE, Oviedo ha sido com¨²nmente percibida como una ciudad c¨®moda, elegante y bonita, pero excesivamente tradicional.
La escritora ovetense Dolores Medio, que la retrat¨® en Nosotros los Rivero, con la que obtuvo el Nadal en 1952, hablaba del ¡°dulce letargo¡± en el que se hallaba sumida la capital asturiana. La peatonalizaci¨®n de su centro, iniciada en los noventa, ha sido un indiscutible ¨¦xito, y la reciente ampliaci¨®n del Museo de Bellas Artes, un paso m¨¢s de modernizaci¨®n.
Comienzo viendo el exterior de la Universidad de Oviedo, promovida, en aparente contradicci¨®n, por un inquisidor, y abierta en 1608. El hermoso y sencillo claustro ya nos ense?a la arenisca caracter¨ªstica de los edificios nobles de la ciudad. Seg¨²n la leyenda, si un preso consegu¨ªa agarrarse a las cadenas que bordean la fachada exterior deb¨ªa ser liberado. Muy cerca, en la plaza de la Constituci¨®n, est¨¢ el Ayuntamiento. Al lado se halla la pintoresca plaza del Font¨¢n, descrita en Tigre Juan por Ram¨®n P¨¦rez de Ayala como senil, centro de chismorreos. Derribada y reconstruida, s¨®lo queda de la original la sidrer¨ªa Ram¨®n, de fachada amarilla y carpinter¨ªa azul. Muy cerca est¨¢ el mercado del siglo XIX, con su gran estructura de hierro fundido. Por el arco del Ayuntamiento, recuerdo de la muralla medieval, se accede a Cimadevilla, que fue, hasta abrirse Ur¨ªa, la calle comercial de Oviedo. En ella se halla el comercio m¨¢s antiguo de la ciudad, Diego Verd¨², que vende helados y turrones desde 1878, y tiendas curiosas, como Tu Mano Izquierda, especializada en art¨ªculos para zurdos.
Contin¨²o el callejeo, y me voy empapando ¡ªno de lluvia, pues en Asturias, como r¨¢pidamente me informan los aut¨®ctonos, es raro que llueva¡ª de los edificios que conforman la zona peatonal, una mezcla de palacios, casas burguesas y construcciones de aire popular, reflejo de las distintas clases sociales que convivieron. Paso por otra bonita calle, Mon, una de las preferidas por los ovetenses para salir por la noche, y me asomo a la plaza del Paraguas, antiguo mercado de la leche. Las lecheras se resguardaban de la lluvia bajo una cubierta de hormig¨®n armado, realizada en 1929, cuya forma alude expl¨ªcitamente a su funci¨®n: imita un enorme paraguas.
Todo el casco hist¨®rico est¨¢ lleno de tiendas bien puestas, de pasteler¨ªas, de lugares apetecibles para beber vinos o sidra y?para comer, todo est¨¢ limpio, cuidado, las aceras, las fachadas.Todo est¨¢ lleno, tambi¨¦n, de estatuas, hasta el paroxismo, fruto de una pasi¨®n del antiguo alcalde rayana en la patolog¨ªa. Me pregunto si m¨¢s de un carbay¨®n no se sentir¨¢ ofendido por no tener una dedicada a ¨¦l mismo. Llego a la plaza de la Catedral y me encuentro, por supuesto, con una m¨¢s: en este caso, la de la Regenta, elegante o emperifollada, y con un librito en la mano, es de suponer que de oraciones. La catedral, g¨®tica, aunque con remiendos de otros estilos, siempre me ha gustado, con su ¨²nica torre, imponiendo su asimetr¨ªa. De la catedral al Museo de Bellas Artes de Asturias hay apenas unos pasos.
El museo consta de tres edificios: el palacio Velarde, del XVIII; la casa de Oviedo-Portal, del XVII (ahora, en proceso de reforma, y se reabrir¨¢ en oto?o), y el nuevo edificio de la ampliaci¨®n, inaugurado en marzo, obra de Francisco Mangado. Las cuatro casas a?adidas han conservado ¨²nicamente las fachadas, a trav¨¦s de cuyos huecos se ven las paredes de vidrio acanalado. Dentro, el arquitecto navarro ha creado un espacio luminoso, de paredes y techos blancos y lisos y suelo de madera, donde se exponen en tres niveles, m¨¢s el s¨®tano, cuadros y esculturas de los siglos XX y XXI.
Nada m¨¢s entrar vemos los restos de una canalizaci¨®n romana reci¨¦n descubierta, que hacen que la fundaci¨®n de Oviedo deba posiblemente adelantarse varios siglos. En esta planta cuelgan un buen autorretrato de Regoyos, cuadros de Sorolla, de Nonell, de Ram¨®n Casas y de muchos otros.
La escalera de subida a las plantas primera y segunda da una sensaci¨®n de equilibrio y limpieza, con la huella de los pelda?os de madera vista y la contrahuella pintada de blanco. Contrastando acertadamente con tanta claridad, aguarda al final un cuadro en grises y negros de Palazuelo. Me encuentro con pinturas de tem¨¢tica asturiana (campesinos, pescadores, mineros), con obras de Dal¨ª y Picasso, y con un cuadro de mi abuelo, Francisco Casariego, de la catedral de Oviedo, oscura ante un cielo gris y que, pintado en 1938, hace pensar en lo t¨¦trico de la guerra. En la ¨²ltima planta conviven tambi¨¦n los artistas asturianos m¨¢s recientes con otros como Barcel¨® o Saura. Me fijo en un peque?o y vistoso ¨®leo de Luis Fern¨¢ndez, al lado del cual hay una vitrina con sus objetos personales: una pipa, pinceles, tubos de pintura, una carta¡ y un trozo de pan que me recuerda la tostada mordida por John Lennon y subastada a un precio escandaloso.
En el palacio de Velarde veo obras del siglo XIV al XIX. Aqu¨ª est¨¢ el Jovellanos de Goya, y un espl¨¦ndido Cristo en la Cruz de Zurbar¨¢n. Una Magdalena penitente y una Cleopatra ofreciendo el pecho al venenoso ¨¢spid me hacen pensar que si el gui¨®n era la excusa para desnudar a las actrices, el tema lo era para desnudar a las modelos. Me paro ante el retrato de Carlos IV, tambi¨¦n de Goya, y me tengo que pellizcar para no creer que estoy ante Juan Carlos I con peluca. A veces, la mejor prueba de ADN es un buen cuadro, como la mejor prueba de la ampliaci¨®n de un museo es que, pese a los contrastes, d¨¦ sensaci¨®n de armon¨ªa.
Mart¨ªn Casariego es autor de la novela juvenil El capit¨¢n Miguel y el misterio de la daga milanesa (Anaya).
Gu¨ªa
Informaci¨®n
? Museo de Bellas Artes de Asturias (www.museobbaa.com; 985 21 30 61). Santa Ana, 1-3. Cierra los lunes. Entrada gratuita.
? Oficina de Turismo de Oviedo (www.turismoviedo.es).
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