10 escapadas de puro oto?o
Los hayedos con su m¨¢s intenso cromatismo, pueblos de piedra, c¨¢lidos hoteles y r¨ªos cantarines. De la sierra de Aracena, en Huelva, a la Ribeira Sacra, en Ourense, diez viajes de fin de semana
Los grandes hayedos del norte (Irati, Saja, Ordesa¡) est¨¢n preciosos en oto?o, es verdad, pero el que sabe busca para variar rincones menos transitados. Donde menos se piensa, hay oro: una selva de casta?os en Extremadura, cientos de variedades de setas en la sierra de Huelva o ciervos berreando a solo una hora de Madrid. Con las lluvias oto?ales renacen r¨ªos y cascadas. Y el aire, oloroso a ollas y magostos, se llena de aves que migran a ?frica. El que cierra la puerta y se recoge al calor del hogar no sabe lo que se pierde.
01 El casta?ar de los Abuelos
San Mart¨ªn de Trevejo (C¨¢ceres)
El fuego arras¨® este verano 7.800 hect¨¢reas de la sierra de Gata, pero eso, siendo mucho, es una m¨ªnima parte de la superficie total (un 6%) y a¨²n quedan bosques para andar y no parar en varios a?os. Como el casta?ar de los Ojestos, en San Mart¨ªn de Trevejo, que es el m¨¢s extenso de Extremadura y, en oto?o, un deslumbrante mar de hojas amarillas. En un par de horas, por la calzada romana que sube al puerto de Santa Clara, se atraviesa esta selva donde asombran al caminante dos mastod¨®nticos casta?os llamados los Abuelos y las chorreras del r¨ªo de la Vega. Despu¨¦s de caminar, apetece relajarse en el spa de la Hospeder¨ªa Conventual Sierra de Gata, antiguo convento franciscano de San Miguel, del siglo XV. Y cenar algo t¨ªpico y casero en el restaurante Os Arcus (927 51 32 04), como la ensalada de naranja ma?ega, el potaje de arroz y bacalao, el esparragao (berza rehogada con patata, piment¨®n y torreznos) o las setas, de las que hay para aburrir en esta sierra.
02 En busca del Robl¨®n
Cervera de Pisuerga (Palencia)
Ojipl¨¢tico se queda el hu¨¦sped del parador de Cervera al asomarse a la terraza de su habitaci¨®n y descubrir, a vista de ¨¢guila, el Pisuerga remansado en el embalse de Ruesga y todas las cumbres de la Monta?a Palentina, desde el pico Almonga, que est¨¢ justo enfrente, hasta la mole piramidal del Espig¨¹ete y la verdinegra del Curavacas, m¨¢xima altura del macizo (2.520 metros). Vale la pena madrugar para ver c¨®mo el primer sol hace de oro estos bosques y luego desayunar fuerte, como aqu¨ª se estila (salchich¨®n de venado, chorizo de jabal¨ª¡), para andar sin desmayo por el monte. Imprescindible la senda que conduce al Robl¨®n de Estalaya, un roble albar exagerado, que ha resistido 500 a?os al hacha y al fuego en lo alto del cerro de San Crist¨®bal. Por este camino (circular, de 4,6 kil¨®metros, bien se?alizado) se ven adem¨¢s hayas, rebollos, serbales, mostajos y guillomos que el oto?o pinta de los m¨¢s vivos colores. Y tambi¨¦n ricos boletus, porque estos montes del norte de Palencia son un para¨ªso micol¨®gico. Los restaurantes Pe?alabra, Pacho y el del parador, entre otros, participan en las Jornadas Gastron¨®micas de las Setas, que este a?o celebra su 12? edici¨®n.
03 Tarta ¡®tatin¡¯ madrile?a
La Hiruela (Madrid)
En el alto Jarama, al lado del archifamoso hayedo de Montejo, se encuentran los nada conocidos, pero no menos bellos, bosques de La Hiruela. La senda de las Carboneras, que recorre la dehesa de robles centenarios donde se fabricaba el combustible vegetal, es un diez en oto?o. Y la senda de Molino a Molino, que discurre por los sotos del Jarama, entre robles melojos, ¨¢lamos blancos, sauces, chopos y abedules radiantes como bombillas, un once. Un buen lugar para comer es Casa Aldaba, en cuya carta no faltan en esta ¨¦poca los huevos escalfados con boletus y la tarta tatin elaborada con los codiciados peros (una variedad de manzana) de La Hiruela. Esta casa de piedra tradicional ofrece tambi¨¦n alojamiento con vistas a la dehesa de robles.
04 Hongos dignos de un c¨¦sar
Al¨¢jar (Huelva)
No solo de bellotas y jam¨®n ib¨¦rico se vive en la sierra de Aracena. Tambi¨¦n de los frutos que llueven en oto?o en sus casta?ares y de las setas que proliferan en sus variados bosques (encinares, alcornocales, quejigares, rebollares, pinares¡), haciendo de esta comarca uno de los enclaves con m¨¢s diversidad micol¨®gica de Espa?a. Setas tan apreciadas como las que llaman tanas (Amanita cesarea) y tentullos (Boletus aereus), que en otros lugares ni se huelen, aqu¨ª se recolectan en grandes cantidades. Lynxaia organiza rutas micol¨®gicas que acaban con un banquete digno de c¨¦sares en la Posada de San Marcos, en Al¨¢jar. La posada es un alojamiento ecol¨®gico, con energ¨ªa geot¨¦rmica, aislamientos naturales (corcho y lana de oveja) y desayunos a base de pat¨¦s, mantecas y mermeladas caseras. Y Al¨¢jar, uno de los pueblos m¨¢s encantadores de la sierra, con los t¨ªpicos llanos (empedrados art¨ªsticos de dibujos geom¨¦tricos o figurativos) delante de cada casita blanca. El perfecto plan oto?al: subir a la Pe?a de Arias Montano y seguir caminando entre casta?os centenarios hasta Casta?o de Robledo, otro pueblo de postal.
05 Los reyes se equivocaban
La Granja de San Ildefonso (Segovia)
Los reyes ven¨ªan a pasar el verano a La Granja porque se est¨¢ fresquito, pero es en oto?o cuando los jardines de palacio lucen verdaderamente regios, con sus 70.000 ¨¢rboles (la mayor¨ªa, de hoja caduca: fresnos, tilos, robles, arces, casta?os de Indias¡) y sus 30 kil¨®metros de setos de carpe y haya reventando de colorido, como fuegos de artificio a c¨¢mara lenta. En los pinares de Valsa¨ªn, que es un barrio de La Granja, se cogen n¨ªscalos y Boletus edulis. La casa rural La Querencia de Valsa¨ªn es una base id¨®nea para salir de recolecci¨®n. Y tambi¨¦n de ruta ciclomonta?era, porque es bike friendly. Cerca de La Granja (a 17 kil¨®metros) est¨¢n el palacio rosa de Riofr¨ªo y su bosque acotado de 700 hect¨¢reas, donde en esta ¨¦poca se puede presenciar la berrea de los ciervos y la ronca de los gamos.
06 Platos que saben a bosque
Santo Estevo de Ribas de Sil (Ourense)
La Ribeira Sacra es en oto?o como un sem¨¢foro que vira del verde al amarillo de sus casta?ares, y del amarillo al rojo de los vi?edos de uva menc¨ªa que se vendimian con mil sudores en las empinad¨ªsimas laderas del ca?¨®n del Sil. Buen momento para echar el freno en el monasterio de Santo Estevo, joya hotelera y monumental de la comarca, cuyo origen se remonta al siglo VI, con tres claustros, spa y restaurante desde el que se ve y se saborea el bosque circundante, presente en platos como los huevos rotos con salteado de casta?as pilongas y chorizo de manzana.
07 Enganchados a los ¡®boletus¡¯
Ezcaray (La Rioja)
En los bosques que arropan Ezcaray hay tanta seta (Boletus edulis y pinophilus, sobre todo) que los vecinos andan muy ajetreados, todo el d¨ªa arriba y abajo con las cestas llenas. Los hay que salen a buscar dos veces, por la ma?ana y por la tarde. El momento cumbre son las Jornadas Micol¨®gicas, del 25 de octubre al 8 de noviembre. Para comer setas (y tambi¨¦n caza), el sitio indicado es Casa Masip. Otro templo gastron¨®mico, con dos estrellas Michelin, es El Portal de Echaurren, donde se pueden saborear platos tan evocadores del oto?o ezcarayense como uno titulado Bajo un manto de hojas secas, que recrea un paseo por un hayedo. Antes de marchar, hay que comprar nueces y caparrones en El Colmado (Sagast¨ªa, 5).
08 Un hayedo entre volcanes
Santa Pau (Girona)
Bonitos pueblos medievales hay muchos, pero rodeados de volcanes, solo en la Garrotxa, donde hasta hace 10.000 a?os (casi ayer, en la escala geol¨®gica) hubo erupciones que dejaron el paisaje lleno de cr¨¢teres (unos 40) y coladas bas¨¢lticas (m¨¢s de 20). Para m¨¢s singularidad, cerca de Santa Pau hay un hayedo excepcional, la Fageda d¡¯en Jord¨¤, que est¨¢ a 550 metros de altitud y sobre llano, cuando lo normal es que las hayas medren entre los 1.000 y 1.700 metros, y en terrenos m¨¢s bien empinados. Esto solo se explica por lo mucho que llueve en la comarca. El itinerario pedestre n¨²mero 1 del parque natural de la Zona Volc¨¢nica de la Garrotxa permite recorrer sin p¨¦rdida este ins¨®lito hayedo, al que Joan Maragall dedic¨® un poema, y encaramarse tambi¨¦n al volc¨¢n de Santa Margarida, en cuyo cr¨¢ter, de 330 metros de di¨¢metro, hay un prado circular y, haciendo diana en el centro, una ermita rom¨¢nica. Mas Can Batlle ofrece uno de los mejores alojamientos de la zona en una antigua mas¨ªa y el restaurante Masnou, un men¨² degustaci¨®n contundente y nada caro, de 14 platos, incluidas las t¨ªpicas fesols (alubias) de Santa Pau.
09 Goiuri ?lava
Cien metros de cascada
Hayedos y quejigales, templos rom¨¢nicos y prados atiborrados de ovejas melenudas. El r¨ªo Oiardo atraviesa unos paisajes de ¨¦gloga antes y despu¨¦s de precipitarse en una cascada de m¨¢s de cien metros de altura en el noroeste de ?lava, al lado mismo del pueblo de Goiuri. Hay que ver el salto cuando arrecian las lluvias de oto?o, con bastante agua, blanco y largu¨ªsimo cual guedeja de oveja latxa, entre los ocres, rojos y dorados de los bosques circundantes. Para observarlo a placer existe un mirador al que se accede por un camino que sale a la derecha de la carretera A-2521 antes de llegar a Goiuri desde Izarra. El salto del Nervi¨®n, que es la cascada m¨¢s alta de Espa?a (270 metros), tampoco anda lejos. El agua cayendo por un acantilado es muy bella, s¨ª, pero para beber, es mejor la cerveza Baias que elaboran artesanalmente en el pueblo de Oiardo. Otra compra gastron¨®mica ineludible son los quesos de Idiaz¨¢bal de Basterra Anaiak, hechos en el mismo Goiuri. Para alojarse, a cien metros de la cascada, est¨¢ Ugarz¨¢bal, una casa rural con huerto ecol¨®gico y unos propietarios a los que es imposible no querer.
10 Temporada alta en las marismas
Santo?a (Cantabria)
Tradicionalmente, Santo?a es igual a playa e igual a verano, pero cuando se pone a tope de verdad es en oto?o. A tope de aves. Entre las que pasan buscando latitudes m¨¢s c¨¢lidas y las que habitan todo el a?o, se juntan en sus marismas hasta 20.000 de 120 especies diferentes. En octubre y noviembre abre el centro de interpretaci¨®n del parque natural de las Marismas de Santo?a, Victoria y Joyel, que se encuentra en el puerto, en un edificio con forma de barco. En el mismo inmueble est¨¢ el Restaurante de Pilar, donde los jibiones y las lubinas salvajes saltan directamente del barco al plato. Se pueden atravesar las marismas en coche siguiendo la carretera de los Puentes (CA-241), recorrerlas en barco con un gu¨ªa ornitol¨®gico o hacer una ruta a pie por la zona m¨¢s pr¨®xima a la playa de Berria. Justo aqu¨ª hay un pl¨¢cido hotelito cuyas 11 alcobas tienen nombres de aves: la Posada Las Garzas. Un buen lugar para descansar.
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