Hotel Convento Aracena, claustro y b¨®vedas del siglo XVII

Hasta no hace mucho, en su capilla se celebraban misas para los vecinos de Aracena. Fue la madre Trinidad, de la orden dominica, quien mand¨® construir en el centro de la poblaci¨®n el convento a fin de que nadie en esta sierra se quedara sin las preceptivas celebraciones dominicales por ning¨²n impedimento de distancia o mal tiempo. Pero la mudanza de usos y costumbres hizo que el edificio cayera en manos privadas hace cuatro d¨¦cadas y terminara siendo convertido en un hotel de muchos quilates, como corresponde a la envergadura de sus muros barrocos.

¡°De sencilla planta rectangular, elevada mediante cuatro gradas de m¨¢rmol en el presbiterio, sostiene una b¨®veda de medio ca?¨®n con arcos fajones sobre pilastras lisas y falsos lunetos¡±, lo describe con precisi¨®n quir¨²rgica la historiadora Mar¨ªa del Carmen Rodr¨ªguez. Se nota ese desinhibido esplendor nada m¨¢s entrar, tras un rescate arquitect¨®nico hecho con autoridad y buen gusto. En la nave de la iglesia conventual y en su peque?a sacrist¨ªa, destinadas hoy a zona de reposo y lectura. Tambi¨¦n en el bar instalado a la derecha de la recepci¨®n, ambientado con un efectismo visual que atrapa las miradas y los gaznates a partir de la media tarde. Y, por supuesto, en el claustro perfilado de arcos alineados, cipreses ceremoniosos y un parterre ordenado con mucha pulcritud. Restalla la luz a todas horas aqu¨ª y en el patio posterior, donde se resguardan las habitaciones m¨¢s silenciosas.

Decoradas con lencer¨ªa clara y madera oscura, un contraste feliz en esta tierra de luz, ofrecen un sesgo minimalista que cede todo el protagonismo a la arquitectura. Al orden de los espacios, a la desnudez original de sus muros de piedra, a los recovecos de la historia. Apreciable es que el anexo contempor¨¢neo no haya ca¨ªdo en el remedo del monumento religioso. Distribuidas en una secuencia hist¨®rica, se pueden escoger en sus diferentes tama?os y alturas.

El personal est¨¢ instruido para ayudar a escoger la m¨¢s conveniente al af¨¢n del viaje. Es cumplidor, avezado, aunque a veces trompicado por la menguada consistencia de la plantilla, que deber¨ªa ser m¨¢s amplia para abarcar la enormidad de instalaciones y m¨®dulos habitacionales del complejo. Patios y corredores porticados aparte, no faltan una piscina al aire libre tan iluminada de noche que invita a sacarle fotos con la espada?a de la iglesia al fondo, ni un acendrado spa a un lado del claustro que vigoriza al m¨¢s penitente.

En el claustro se oyen p¨¢jaros y, en el comedor, prosodias mon¨¢sticas. Mucha calma interior. Y un sol de justicia que obliga a llevar gafas oscuras todo el d¨ªa. Tanta luz de esp¨ªritu puede perjudicar la vista.

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