The Cookbook, descanso tras una cena estupenda

Aquel hist¨®rico restaurante que Jean Bardet regentaba en la ruta de los castillos del Loira, al que tuvo que adosar cinco habitaciones porque los comensales m¨¢s noct¨¢mbulos sal¨ªan en un estado desaconsejable para conducir, sent¨® c¨¢tedra con la ecuaci¨®n comer m¨¢s dormir como un grado superior en la industria de la hospitalidad. D¨¦cadas despu¨¦s, el hotelero italolevantino Giorgio Ascolese repite la experiencia con un restaurante de alto vuelo, Beat, y otro informal, Komfort, enlazados por 17 glamurosas suites en un chal¨¦ de la urbanizaci¨®n Marisol Park, junto a la laguna de Calpe. La silueta todopoderosa del pe?¨®n de Ifach determina el car¨¢cter de las construcciones vecinas tanto como el aplomo de su cocina, administrada por el valenciano Jos¨¦ Manuel Miguel, galardonado con dos estrellas Michelin en su anterior etapa parisiense a cargo de los restaurantes Goust e Il Vino.

La entrada al recinto, flanqueada por sobrios jardines, inspira una modernidad que no acredita ninguno de los chal¨¦s circundantes. Ni el propio en el que se asienta el hotel. Un espacio minimalista, roto por dos butacones magenta que acompa?an a la mesa de recepci¨®n, invita r¨¢pidamente a curiosear entre los libros que componen la generosa biblioteca gastron¨®mica del fondo. El recibimiento es fino, sustancial y corto en tiempo. Buen resumen de lo aprendido quiz¨¢ en los otros cuatro grandes hoteles vacacionales que posee Ascolese en la Costa Blanca.

Elegantes, sencillas y decoradas con orqu¨ªdeas, en tonos levemente oscuros, las habitaciones representan el lugar austero que uno necesita al cabo de una buena cena. Con el Ifach de referente m¨¢ximo detr¨¢s de los rascacielos que ocultan, o casi, el azul del mar. Adentro desmerece la ducha, apenas un hilo de agua entre tanta suficiencia culinaria. Quiz¨¢ tambi¨¦n el rigor de los cuartos de ba?o. Aunque el acicalamiento est¨¢ encomendado a la marca cosm¨¦tica de Bulgari.

Silencio entre los chal¨¦s de Calpe. Al despertar hay que volver a la vida mundana, que nos espera en el comedor unos cappellacci rellenos de conejo con setas y trufa negra inolvidables.