El desierto de Tabernas, un lugar de otro mundo
Una ruta en coche del pueblo de Tabernas hasta Sorbas a trav¨¦s de un paisaje cinematogr¨¢fico marcado por la aridez y el silencio
?rido como pocos lugares del continente, sin m¨¢s h¨¢lito de vida que los espartales que cubren sus torturados relieves, el desierto almeriense de Tabernas resulta tan impactante que desde hace d¨¦cadas la industria cinematogr¨¢fica del espagueti-western ha usado estos decorados naturales para transportarnos, sin mudar una piedra de sitio, a los t¨®rridos desiertos de Sonora, a las interminables planicies de Arizona o a los escenarios aventureros de Indiana Jones.?
Los ge¨®logos, que suelen ser poco dados a veleidades literarias, explicar¨ªan el fen¨®meno de una manera m¨¢s prosaica diciendo que se trata de una depresi¨®n de tierras malas (arcillas y margas muy salinas, principalmente) situada en una de las comarcas con menor pluviometr¨ªa de la pen¨ªnsula, encerrada adem¨¢s entre imponentes macizos monta?osos: la sierra de los Filabres, al norte; la de Alhamilla, al sur y Sierra Nevada, al oeste. El resultado: una pantalla infranqueable que impide el paso a las humedades del Mediterr¨¢neo y hace de este paraje un infierno desolado, en el que la ¨²nica masa de agua en superficie es la de la piscina municipal del pueblo de Tabernas.
Pero al viajero, m¨¢s dado a interpretaciones po¨¦ticas, le parece imposible que ese vac¨ªo, esa nada, puedan definirse con fr¨ªos par¨¢metros cient¨ªficos. Como dijo Juan Goytisolo, que anduvo por estos parajes a finales de la d¨¦cada de los cincuenta para escribir Campos de N¨ªjar, un relato estremecedor de la Espa?a profunda de posguerra, este es un pa¨ªs de ¡°esparto, mocos y lega?as¡±, torturado por el sol y el olvido.
Caser¨ªos abandonados?
Al desierto de Tabernas se puede llegar ahora incluso por autov¨ªa. Pero llegue por donde llegue al viajero le aguardan kil¨®metros de aridez y silencio, salpicado tan solo por algunos ralos eucaliptos que crecen en las cunetas o algunos pinos que resisten como pueden la terca sequ¨ªa. Hay tambi¨¦n ventas de vinazo y embutido casero que aparecen de la nada, al borde del asfalto, enharinadas en el mismo polvo que tizna los campos, y caser¨ªos abandonados en la inmensidad del p¨¢ramo marr¨®n que hablan de trabajo duro, hambre y emigraci¨®n.
Cuando de repente, tras el ¨²ltimo repecho, la carretera, sea cual sea la elegida, se aventura en esta depresi¨®n, ante el viajero se abre el m¨¢s hechizante escenario de Almer¨ªa. Parece como si un poderoso rastrillo hubiera peinado la zona rasg¨¢ndola en un laberinto de ramblas, c¨¢rcavas y rieras. Las monta?as, acartonadas por la erosi¨®n, recuerdan aquellas otras monta?as de ficci¨®n que los ni?os confeccion¨¢bamos con saco de arpillera y escayola para el bel¨¦n navide?o. Algunos senderos y caminos se internan por las ramblas hundidas en la quietud del vac¨ªo. Si exceptuamos los tres sorprendentes poblados del Oeste -nacidos en los a?os sesenta como decorados para los centenares de pel¨ªculas que se han rodado en el desierto de Tabernas y reconvertidos ahora en boyante negocio tur¨ªstico para la comarca- no hay ¨¢rbol, arbusto o planta crasa que levante m¨¢s de medio metro del suelo. Los espartales, el matorral m¨¢s abundante, pintan un manto amarillo sobre el ocre de la tierra agostada por la can¨ªcula.
Parameras, coscojas y palmitos escoltan al viajero hasta Sorbas, a unos 35 kil¨®metros de Tabernas, donde la naturaleza cre¨® otro capricho de la geolog¨ªa: el paraje natural de los Yesos de Sorbas. Un karst horadado por kil¨®metros de cavernas de morfolog¨ªa muy distinta a las tradicionales cuevas en roca caliza que conocemos.
Sorbas, un pueblo blanco con m¨¢s encanto que Tabernas, se levanta sobre un pe?¨®n rocoso al que rodea un cauce de nombre ir¨®nico, el r¨ªo de Aguas, que discurre tan seco como la mojama. Un conjuro, quiz¨¢, para atraer sobre esta comarca sedienta el bien m¨¢s escaso, el agua.
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