Escapada palaciega a Portugal

La red p¨²blica de Paradores de Turismo ha tardado casi un siglo en salir de las fronteras nacionales y expandirse en un mundo cada d¨ªa m¨¢s hambriento de alojamientos hist¨®ricos y experiencias monumentales. Ning¨²n otro pa¨ªs ha logrado conformar una red tan amplia de establecimientos con semejantes valores culturales, sensoriales y emocionales. Sus incondicionales piden ya un aceler¨®n hacia otros continentes con tesoros arquitect¨®nicos que preservar y dar viabilidad econ¨®mica.

Casa da ?nsua, el primer parador portugu¨¦s en un pa¨ªs que cuenta tambi¨¦n con una nutrida red de Pousadas hist¨®ricas, mantiene dos a?os despu¨¦s de su apertura unos niveles de ocupaci¨®n y satisfacci¨®n del viajero mayores incluso de los esperados. La iniciativa tur¨ªstica supone tambi¨¦n un inspirador experimento de hibridaci¨®n hispano-lusa.

El edificio de ?nsua es poes¨ªa barroca desde que se avistan los tejados de Penalva do Castelo, a unos 25 kil¨®metros de Viseu, en el centro del pa¨ªs. Fue mandado construir en 1780 por Luis de Albuquerque de Mello Pereira y C¨¢ceres, gobernador del Estado brasile?o de Mato Grosso. Sus habitaciones, cosidas entre dos torres almenadas con flores de lis (emblema de la casa Albuquerque), guardan el aroma de aquellas estancias solariegas que se nutr¨ªan de unos jardines rom¨¢nticos a la vista, con fuentes, secuoyas y estanques. Entre los altos cortinajes, las puertas de cuarterones y otras reminiscencias pombalinas destacan unas camas de columnas con volutas que remiten el sue?o a un pasado m¨¢s proceloso y r¨ªgido en sus protocolos. L¨¢stima que en su estilo anta?¨®n los cuartos de ba?o no funcionen como es debido por unos desag¨¹es no siempre bien atendidos. La cocina merece igualmente un ajuste en sus elaboraciones.

Si el edificio principal abre sus arcos, patios y jardines a otras dependencias subsidiarias ¡ªcomo la antigua herrer¨ªa, convertida hoy en un museo etnogr¨¢fico; una bodega de vinos propios, una f¨¢brica de quesos y una tienda de productos locales¡ª, las salas hist¨®ricas del palacio representan la apoteosis de una prosapia imaginada por Nicola Bigaglia. Qu¨¦ inolvidable sobremesa de lectura frente a la chimenea esculpida por el arquitecto, acuarelista y escultor veneciano.