Pasadizos de juncos y sendas pantanosas, el camino hasta el ed¨¦n
Praia da Am¨¢lia, en plena costa alentejana, es un salvaje arenal sin cobertura ni chiringuito a los pies de un acantilado
En estos tiempos de selfies y vacaciones instagrameables, lo de que lo importante es el viaje y no el destino parece haber quedado reducido a despreciable filosof¨ªa new age. Pero si para llegar al lugar id¨ªlico en cuesti¨®n el camino que hay que recorrer es un asilvestrado vergel, la cosa empieza a tener sentido: se multiplican las posibilidades de obtener likes. Pues as¨ª es Praia da Am¨¢lia, conocida como Praia de Brej?o antes de ser rebautizada con el nombre de la cantante de fados. La raz¨®n no es demasiado enrevesada: la artista se compr¨® una casita justo encima de dicho arenal, donde se inicia el descenso al oc¨¦ano. Cuentan que Am¨¢lia Rodrigues sol¨ªa ir all¨ª a mirar el mar e inspirarse. Dicho tesoro est¨¢, claro, en esa tierra prometida que sigue siendo Portugal; m¨¢s concretamente en plena costa alentejana, en la localidad de Brej?o (entre Odemira y Zambujeira do Mar).
Llegar a Praia da Am¨¢lia no es ni mucho menos imposible, pero tampoco es tarea f¨¢cil para despistados o vagos. Una simple margarita gigante advierte de que, efectivamente, deber¨ªa usted meterse por el camino de tierra batida. Al final de la improvisada carretera, un letrero desvencijado le avisar¨¢ de que ha llegado a una playa salvaje y que haga, como dir¨ªa Spike Lee, lo que deba (en otra palabras, que sea limpio, respetuoso, silencioso y trate de dejar los menos residuos posibles tras su paso por el ed¨¦n). Ah¨ª empezar¨¢ un camino en el que es recomendable no llevar ni?os muy peque?os. Un paseo de poco menos de un cuarto de hora le llevar¨¢ por pasadizos de juncos, caminos sombreados y sendas pantanosas mientras escucha el agua correr a su lado y descubre y huele la voluptuosa flora de la zona: pinos, jaras, helechos, capuchinas¡
Al final el acantilado se abrir¨¢ ante usted y a sus pies quedar¨¢ la playa. Ya solo resta bajar. Aunque el camino es sencillo, mejor ir ligero de equipaje: se ha visto a turistas beberse una garrafa entera de agua solo para no cargar con ella. Abajo, el para¨ªso. Praia da Am¨¢lia es todas las playas en una: rocas, arena, acantilado¡ Por haber hay hasta una peque?a cascada. Y por no haber no hay nada que le recuerde la civilizaci¨®n. Ni cobertura ni chiringuitos ni ba?os ni vigilancia¡ El rumor del oc¨¦ano act¨²a como implacable muro de sonido, con un poco de suerte dejar¨¢ de escucharse hasta a s¨ª mismo. A la vuelta, el mismo camino que recuerda algo al de aquellos campamentos infantiles.
Y una ¨²ltima recomendaci¨®n: a menos de media hora en coche, un poquito m¨¢s al norte, en el puerto de Zambujeira do Mar, est¨¢ el restaurante A Barca Tranquitanas. Casi en medio de la nada, con horario ininterrumpido, ofrece pescado del d¨ªa y un trato de una amabilidad pasmosa. El sitio perfecto para recordar el buen ojo que ten¨ªa Am¨¢lia para las cosas bellas.
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