10 razones para enamorarse de C¨®rcega
Una ruta alrededor de la ¨ªnsula corsa, entre playas de agua turquesa, acantilados calc¨¢reos esculpidos por el viento y ciudades luminosas
Situada en el Mediterr¨¢neo, entre Francia e Italia, C¨®rcega es un mundo aparte, repleto de misterios y rincones secretos. Tras acoger el paso de multitud de pueblos y culturas, de una mezcla que ha durado siglos, ahora presume de ser genuinamente corsa, con una cultura propia, original, rica y profunda, que tiene la suerte de disfrutar en el excepcional entorno natural del golfo de G¨¦nova.?
A pesar de su reducido tama?o, distinguimos al menos tres grandes ¨¢reas antes de lanzarnos a recorrer la isla: el mar, con sus acantilados y sus playas de aire casi caribe?o; la monta?a y el interior, que conservan tradiciones ancestrales, y por ¨²ltimo, las luminosas ciudades corsas, repletas de tesoros hist¨®ricos. Entre las muchas razones que existen para visitar C¨®rcega, estas 10 la convierten en un destino casi irrenunciable¡
1 Historias de naufragios en el Gibraltar corso
BONIFACIO
En el sur, Bonifacio se asoma al mar colgada de espectaculares acantilados de caliza blanca, sobre los que el viento y la sal han esculpido calas, ensenadas y playas. Hay quien la llama el Gibraltar corso, y su espectacularidad tal vez se aprecia mejor desde el mar, desde la cubierta de un barco. Bonifacio es una ciudadela de callejuelas estrechas y empinadas que dominan, desde unos 70 metros de altura, las aguas turquesa del estrecho hom¨®nimo. Una aut¨¦ntica joya, cuyas calles y playas se saturan en la temporada alta, gracias a uno de sus encantos a?adidos: las cercanas costas de Cerde?a, a tan solo 12 kil¨®metros.
Bonifacio arrastra adem¨¢s una historia truculenta, de asaltos, conquistas y pirateo. Los aragoneses dejaron sus huellas por todas partes ¨Cen iglesias, en la escalera del rey, en las puertas de la muralla¡¨C, as¨ª como lo hicieron los muchos naufragios que registraron las costas del estrecho de Bonifacio, entre C¨®rcega y Cerde?a. Un cementerio marino, con impresionantes filas de sepulturas inmaculadas, recuerda a los muchos que perdieron la vida en estas aguas, como la tripulaci¨®n de la fragata La S¨¦millante,a la que Alphonse Daudet dedic¨® un relato en sus Cartas desde mi molino:se hundi¨® una noche de febrero de 1855 con sus 773 pasajeros, una de las grandes cat¨¢strofes mar¨ªtimas del Mediterr¨¢neo.
En la ciudad alta, la mejor vista es desde Saint-Roch Mirador. La subida requiere algo de esfuerzo, pero la panor¨¢mica, fant¨¢stica, merece la pena.
2 Contemplar bellezas naturales
RESERVA DE SCANDOLA
C¨®rcega ha logrado mantener algunas de sus bellezas naturales al margen del turismo de masas, como la reserva natural de Scandola, patrimonio mundial. Parte de su belleza y de su preservaci¨®n se debe a su aislamiento, ya que es accesible sobre todo por mar. Con una extensi¨®n de 920 hect¨¢reas en de tierra y otras 1.000 de espacio mar¨ªtimo, la reserva, creada en 1975, ofrece paisajes fabulosos y fondos marinos de una gran biodiversidad notable gracias a la confluencia de varios factores: la diversidad rocosa, el clima (particularmente bueno) de la pen¨ªnsula y muchos d¨ªas de sol al a?o. Refugio privilegiado de numerosas especies (animales y vegetales), como cormoranes, cabras salvajes, pardelas, algas o corales, Scandola constituye tambi¨¦n un vivero ¨²nico de meros y ¨¢guilas pescadoras. Y entre las curiosidades marinas, una variedad de alga calc¨¢rea tan dura que llega a formar aut¨¦nticas aceras en la superficie del agua.
Est¨¢ prohibido cazar, pescar, hacer camping, recolectar y fondear de noche en la reserva, gestionada por el parque natural regional de C¨®rcega. Para visitar la reserva hay que apuntarse a las traves¨ªas que parten desde Porto. Otras opciones son la cercana Girolata, pueblo con paisajes similares a los de la reserva, o las cercanas calas de Piana, que dibujan brechas abiertas al mar desde una altura de casi 400 metros, formando una especie de jard¨ªn de piedra.
3 Un sendero m¨ªtico
EL GR20
Este sendero de largo recorrido, que atraviesa la isla en diagonal, desde Calanzana, en el interior de Calvi, hasta Conca, cerca de Porto-Vecchio, ofrece una visi¨®n diferente y muy monta?osa de la geograf¨ªa corsa, mientras coquetea con las cumbres de la isla (solo apta para senderistas curtidos). El GR20 abre una perspectiva casi a¨¦rea, aunque la costa se adivine en el horizonte. Creado en 1972, atrae cada a?o a m¨¢s de 12.000 aficionados al senderismo de toda Europa, con ganas de probar sus fuerzas y enfrentarse a sus desniveles. El recorrido se estira, de noroeste a sureste, a lo largo de 200 kil¨®metros que se suelen dividir en 16 etapas con una duraci¨®n media de 4 a 8 horas. En pleno coraz¨®n del parque natural regional de C¨®rcega (PNRC), atraviesa magn¨ªficos paisajes salvajes del interior de la isla, a una altitud media de entre 1.000 y 2.000 metros. La diversidad de los paisajes que atraviesa lo convierten en una ruta especialmente valiosa: bosques de hayas y de pinos laricios, paisajes gran¨ªticos, crestas peinadas por el viento, torrentes, lagos glaciares, turberas, mesetas, neveros¡ y apenas tres aldeas, aunque el itinerario est¨¢ salpicado de refugios y apriscos.
Los excursionistas menos experimentados pueden disfrutar igualmente con paseos y senderos de menor dificultad, como la ruta de Mare a mare ¨Cque atraviesa C¨®rcega de este a oeste¨C, y la ruta de Mare a Monti, entre Calenzana y Carg¨¨se, de unos 10 d¨ªas de duraci¨®n.
4 Chapuz¨®n en aguas turquesas
ISLAS LAVEZZI
?ltimo basti¨®n corso antes de Cerde?a, las islas Lavezzi invitan a hacer una excursi¨®n en barco hasta un para¨ªso protegido entre el cielo y el mar. A este archipi¨¦lago se llega desde Bonifacio, y en la distancia se asemejan a las escamas de monstruos marinos que descansasen bajo el agua. Veremos rocas abruptas, erizadas, junto a otras redondeadas y pulidas por el viento, de formas m¨¢s sensuales. El grupo de las Lavezzi agrupa una decena de islas que deben buena parte de su belleza a su paleta de colores, que alterna el turquesa y el azul ultramar de los fondos marinos con los tonos claros del granito. La m¨¢s conocida de estas islas erosionadas por el viento y las olas es la isla Cavallo, aunque al resto se puede llegar tambi¨¦n en barco desde el puerto de Bonifacio.
La isla Lavezzi, la m¨¢s accesible y meridional de C¨®rcega, tiene como ¨²nicos habitantes de sus 65 hect¨¢reas a sus fareros. Excepcional por la pureza de sus fondos marinos y la belleza del entorno, cuenta con fant¨¢sticas calas, min¨²sculas e ideales para un chapuz¨®n, un cementerio, una capilla paleocristiana tallada en la roca y una morera end¨¦mica, el ¨²nico ¨¢rbol de la isla. Solo se puede visitar en traves¨ªas organizadas desde Bonifacio: la traves¨ªa hasta la isla dura unos 30 minutos, y tras pasar unas horas recorri¨¦ndola, se regresa navegando placenteramente entre calas y acantilados, y pasando cerca de la isla Cavallo, el Cap de Sp¨¦rone y la cueva del Sdragonato.
Al noreste de las Lavezzi, la isla Cavallo, casi dos veces mayor, es un para¨ªso protegido para los millonarios y celebrities, que han construido all¨ª lujosas villas de acceso restringido.
5 Descubrir un universo gran¨ªtico
ALTA ROCCA
En el extremo sur de la cadena monta?osa que recorre la isla, las formaciones rocosas forman un universo singular que refleja la extraordinaria belleza de la monta?a corsa: Alta Rocca. Este macizo que domina las playas meridionales de la isla combina la aspereza de sus cumbres con el suave abrigo de sus bosques de pinos laricios. Alta Rocca est¨¢ repleto de torrentes aptos para el descenso de ca?ones y de rutas de senderismo, que conectan casi todos los pueblos de la zona. Localidades gran¨ªticas y hermosas, que aportan a la regi¨®n una nota cultural e hist¨®rica, con tesoros como el museo de Levie y su Dama de Bonifacio, el vestigio humano m¨¢s antiguo descubierto en C¨®rcega.
El broche final lo a?ade el magn¨ªfico macizo de Bavella y sus agujas talladas como hojas de cuchillo, que dejan sin aliento a quien las contempla.
6 Viaje al interior
CORTE
Alejada del mar ¨Csi esto es posible en la isla¨C, Corte es la ciudad que ejerce de guardiana de la identidad corsa. Durante siglos, su magn¨ªfica ciudadela ha dominado el centro geogr¨¢fico de C¨®rcega, como si fuera un nido de ¨¢guila en lo alto de un promontorio rocoso. Plaza fuerte desde el siglo IX, la ciudad ha participado en todas las batallas y fue el principal foco de resistencia, desde el interior, contra la ocupaci¨®n genovesa (concentrada en la costa). All¨ª se instal¨® en 1755 el primer gobierno independiente corso y tambi¨¦n fue aqu¨ª donde se cre¨® en 1981 la Universidad de C¨®rcega, reclamada durante d¨¦cadas. Pero la ciudad no vive acurrucada en el pasado. Con una ubicaci¨®n ideal para visitar el centro de la isla, es una ciudad agradable, acogedora y muy animada.
Adem¨¢s de admirar la ciudadela, que parece en precario equilibrio en el extremo de la roca, hay que visitar el antiguo castillo, construido en 1419 y ampliado posteriormente. Vauban, el creador de las fortalezas en forma de estrella, levant¨® a su alrededor poderosas murallas. La vista desde el camino de ronda es fant¨¢stica, como lo es degustar la reposter¨ªa corsa, por ejemplo, en la P?tisserie Casanova, que desde 1887 vende t¨ªpicos canistrelli, amaretti, migliacci y pasteles de casta?a, todo elaborado siempre con productos ecol¨®gicos.
Para los m¨¢s activos, el sendero Mare a Mare norte pasa por los alrededores y tambi¨¦n se puede probar con la escalada y el barranquismo en varios ca?ones del centro de la isla.
7 El jard¨ªn de C¨®rcega
PIGNA
Tradicionalmente, esta zona del noroeste de la isla estaba dedicada al comercio con el continente, algo que se puede apreciar todav¨ªa en los callejones de la imponente ciudadela de Calvi, as¨ª como en otros pueblos de la costa. Pero el interior tambi¨¦n reserva sorpresas, como algunos de los pueblos m¨¢s bonitos de C¨®rcega, suspendidos sobre el Mediterr¨¢neo. Es el caso de Pigna, localidad que vive una segunda juventud gracias a los artesanos que se han ido instalando en ella desde hace d¨¦cadas, gracias a la iniciativa de una joven alcaldesa que decidi¨® luchar contra la despoblaci¨®n de las aldeas y devolver al pueblo su vitalidad primitiva. Comenz¨® adoquinando las calles y restaurando la iglesia, y despu¨¦s recibiendo a m¨²sicos y lutieres, fabricantes de flautas, escultores, pintores, cantantes¡ incluso artesanos dedicados a las cajitas de m¨²sica. Todos mantienen sus talleres abiertos, donde se puede contemplar c¨®mo trabajan y comprar alguna de sus creaciones.
El alma art¨ªstica de Pigna es la Casa Musicale, una hospeder¨ªa que es toda una instituci¨®n, acogiendo a m¨²sicos que pasan por el pueblo. El restaurante es ¨ªntimo y sirve una cocina de calidad, muy original pero siguiendo la tradici¨®n.
8 Fina arena frente al Mediterr¨¢neo
PLAYA DE OSTRICONI
La discreta localidad Ostriconi, en la punta norte, es famosa por su larga playa con una de las arenas m¨¢s finas del mundo. Ostriconi hace de bisagra entre la Balagne, el desierto de Agriates y los macizos del centro de C¨®rcega, y lleva el nombre de su r¨ªo que desemboca, en forma de delta, en la playa, conocido como el paraje natural de Ostriconi. Este arenal es en realidad una magn¨ªfica extensi¨®n de arena y dunas por donde serpentean brazos de mar rodeados de ca?averales.
Una vez en esta miniregi¨®n septentrional, no conviene perderse las vistas pintorescas que ofrecen sus pueblos colgantes: localidades-mirador como Lama, Urtaca, Pietralba, Novella y Palasca. Alguno de ellos con acceso complicado, pero recompensa magn¨ªfica, entre casas antiguas con mucho encanto y vistas al mar impresionantes. Probablemente, la mejor es Lama, que domina el valle del Ostriconi. En sus estrechas callejuelas del viejo barrio se pasea tranquilamente contemplando casas burguesas de los siglos XVII y XIX que en otros tiempos pertenecieron a ricos aceiteros del valle.
9 Descubrir la cuna de Napole¨®n
AJACCIO
No es la ciudad m¨¢s bonita de C¨®rcega, pero s¨ª la patria de Napole¨®n, que la convirti¨® en la primera ciudad de la isla. Y tiene algunos rincones interesantes, como el museo Fesch, buenos restaurantes y un ambiente muy relajado. Su paseo, la larga playa de Ricanto y las islas frente a ella conforman un perfecto panorama mar¨ªtimo. Ajaccio sustituy¨® a Bastia como capital corsa en tiempos napole¨®nicos, y as¨ª comenz¨® su ¨¦poca m¨¢s pr¨®spera. Su dinamismo ha continuado hasta ahora aunque para muchos resulte demasiado ruidosa.
En su frente mar¨ªtimo destacan el pintoresco puerto pesquero, las plazas y callejuelas, as¨ª como las avenidas sombreadas por palmeras, sus callejuelas. Un ambiente con mucho de encanto donde encaja, por supuesto, el Palais Fesch, el museo m¨¢s interesante de la isla. Construido por iniciativa del cardenal Fesch, t¨ªo de Napole¨®n, para albergar la colecci¨®n que cedi¨® a la ciudad. En 2010 reabri¨® tras una intensa reforma. Su colecci¨®n de arte incluye la colecci¨®n napole¨®nica y otras muchas obras, y en el patio, la capilla imperial alberga las tumbas de varios miembros de la familia imperial.
La otra visita imprescindible es, como era de esperar, la Casa Bonaparte, convertida en museo nacional. Para los aficionados a la figura de Napole¨®n puede ser interesante contemplar su habitaci¨®n natal, y objetos como el ¨¢rbol geneal¨®gico de los Bonaparte; incluso el acta de nacimiento de Napole¨®n.
10 Contemplar aves marinas
ISLAS SANGUINARIAS Y PUNTA DE LA PARATA
A pocos kil¨®metros del centro de Ajaccio, las ?les Sanguinaires (islas Sanguinarias) conforman un archipi¨¦lago en miniatura: cuatro islotes protegidos frente a la Punta de la Parata, una pen¨ªnsula afilada flanqueada por una torre genovesa. Sus alrededores est¨¢n algo descuidados pero las islas merecen una visita por su austero paisaje mar¨ªtimo, refugio magn¨ªfico para aves marinas y para dar un paseo que tiene como recompensa vistas espl¨¦ndidas sobre unas islas que revelan todo su encanto al anochecer.
Las islas Sanguinarias albergan 150 especies de plantas y esto, junto con su riqueza en aves marinas, les ha valido la condici¨®n de reserva protegida. El acceso est¨¢ limitado de forma natural por la geograf¨ªa ¨Ca pie solo se pueden llegar a contemplar desde el promontorio de la Pointe de la Parata¨C, pero en barco podemos desembarcar en la Grande Sanguinaire. Salpicada por una decena de playas, la carretera que recorre las Sanguinarias es tambi¨¦n una popular zona de marcha. A lo largo de sus 11 kil¨®metros se suceden varios locales, sobre todo chiringuitos, que hacen las veces de restaurantes durante el d¨ªa y se transforman en discotecas las noches de verano.
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