Malapascua, arena y mar
Buceo para observar el tibur¨®n zorro, una excursi¨®n al asombroso cayo de Kalanggaman y un atardecer en Logon Beach. Planes en una isla filipina sin coches
Dice la leyenda que el 25 de diciembre de 1520 el barco de unos marineros espa?oles qued¨® varado en una peque?a isla del Pac¨ªfico. Tener que pasar las Navidades lejos de casa y de sus familias hizo que la bautizaran con el nombre de Malapascua. Lo que para estos navegantes fue una pesadilla hace casi 500 a?os, hoy se ha convertido en un para¨ªso para viajeros. Malapascua es un destino para apasionados del buceo, aventureros que quieren iniciarse en este deporte o quienes simplemente buscan unos d¨ªas de relax bajo el sol. Esta isla de tan solo 2,5 kil¨®metros de largo y 1 de ancho, fina arena coralina y aguas transparentes est¨¢ situada en la parte m¨¢s septentrional de Ceb¨², en Filipinas. Llegar hasta ella no es tarea f¨¢cil, pero una vez se alcanza, el viaje habr¨¢ merecido la pena.
C¨®mo llegar
La forma m¨¢s sencilla de dirigirse a ella es coger un autob¨²s desde la estaci¨®n Norte de Ceb¨² hasta el puerto de Maya, en el norte. El trayecto cuesta 220 pesos filipinos (unos 4 euros) y dura unas cuatro o cinco horas, dependiendo del tr¨¢fico y de las paradas que decida hacer el conductor. Es aconsejable aprovechar alguna de ellas para comprar deliciosos man¨ªs que las mujeres locales secan al sol. Una vez en Maya, hay que subir en una banca (barca t¨ªpica filipina) para recorrer los ocho kil¨®metros que lo separan de Malapascua. El trayecto dura una media hora y su precio es de 100 pesos (1,50 euros aproximadamente). Eso s¨ª, es recomendable llegar con tiempo al puerto, ya que ¡ª?aunque hay horarios de salida¡ª los remeros zarpan tan pronto como se llena el bote. Otra opci¨®n es contratar un taxi privado, que cuesta entre 30 y 40 euros, seg¨²n las habilidades de regateo.
Zona de hoteles
Una de las curiosidades de Malapascua es que no hay coches y las motos son un bien escaso. Tampoco hay cajeros autom¨¢ticos, as¨ª que hay que asegurarse de llevar pesos suficientes para la estancia. En cuanto a hoteles, hay bastantes y para todos los bolsillos. En la cara sur, conocida como Bounty Beach, es donde se encuentran la mayor¨ªa de alojamientos (como el Evolution Dive and Beach Resort, el Hippocampus Beach Resort y el Ocean Vida Beach and Dive Resort) y centros de buceo.
El resto de la isla parece haberse detenido en el tiempo. Recorriendo los laber¨ªnticos caminos de tierra hacia el interior, Malapascua cambia por completo. Lo suyo es perderse entre las peque?as comunidades asentadas aqu¨ª, con humildes casas hechas de metal y madera, para mezclarse con sus habitantes y probar la comida de los puestos callejeros y restaurantes locales. El restaurante La Isla Bonita es el lugar perfecto para degustar la gastronom¨ªa filipina: su plato estrella es el lech¨®n y se puede comer por unos 4 o 5 euros, con cerveza incluida.
Hogar de gallos
En Malapascua llama la atenci¨®n los muchos gallos que hay. Est¨¢n por todas partes. En esta peque?a isla del Pac¨ªfico, y en general en toda Filipinas, las peleas de gallos siguen siendo una pr¨¢ctica habitual. Son legales en todo el pa¨ªs y herencia de los colonizadores espa?oles. Su cacareo resuena durante la mayor parte del d¨ªa, pero es al amanecer cuando dan el do de pecho. Solo la due?a del hostal Mr. Kwiiz puede tener unos 40, as¨ª que aqu¨ª unos tapones son ¨²tiles para aquellos con sue?o ligero. Este es un alojamiento sin lujos, pero con desayunos y comidas ricos y baratos con platos asi¨¢ticos, filipinos y veganos (la habitaci¨®n doble cuesta entre 6 y 10 euros la noche, seg¨²n la temporada).
El fondo marino
La mayor parte del turismo viene atra¨ªdo por el buceo, ya que Malapascua es un referente para los aficionados a este deporte. Los buceadores m¨¢s expertos se acercan hasta aqu¨ª para ver al famoso tibur¨®n zorro. Este espectacular escualo vive en aguas profundas, pero a las cinco de la madrugada sube a unos 30 metros de la superficie para comer y dejarse limpiar por unos pececillos que lo liberan de impurezas. Para contemplar a estos tiburones en el agua hay que levantarse a las cuatro de la madrugada y salir en un barco que se dirige a la estaci¨®n de limpieza para hacer una inmersi¨®n nocturna.
Si no se est¨¢ certificado para bajar a 30 metros de profundidad, puede sacarse el t¨ªtulo de buceo en una de las m¨²ltiples escuelas que hay (Sea Explorers es la m¨¢s recomendada). Merece la pena hacerlo, los fondos marinos de Malapascua son recuerdos que nunca se borrar¨¢n. Peces payaso, estrellas de mar, corales de todos los colores¡, un mundo submarino que har¨¢ las delicias de aquel que se decida a ponerse el neopreno, la m¨¢scara, una botella de aire comprimido y sumergirse en sus c¨¢lidas aguas.
El brazo de arena
Pero esta isla es m¨¢s que un destino de buceo. Una excursi¨®n de un d¨ªa en barco, parando en peque?as islas y haciendo snorkel es otra manera de explorarla. La excursi¨®n puede, por ejemplo, dirigirse al impresionante Kalanggaman, un cayo de 750 metros del que sale un brazo de arena que hace sentir que tocas el cielo. La aventura cuesta unos 11 euros, m¨¢s una tasa medioambiental de 8 euros que aporta fondos para el mantenimiento y limpieza de la isla.
Nadie puede dejar Malapascua sin haber asistido a uno de sus incre¨ªbles atardeceres. El mejor punto para admirarlos es Logon Beach, y el momento perfecto, cuando la marea est¨¢ baja. Mientras los pescadores descargan sus capturas y amarran sus bancas, los rojos, amarillos y naranjas se entremezclan en el cielo de una forma m¨¢gica. Un zumo o una cerveza bien fresca pueden acompa?ar un plato de pescado o pollo en adobo, y a disfrutar. Contin¨²a el espect¨¢culo.
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